Wednesday, June 12, 2019

Sonia Díaz Corrales, música astral para oídos alertas (por Manuel Vázquez Portal)


por Manuel Vázquez Portal
(para el blog Gaspar, El Lugareño)

Sonia Díaz Corrales viste de transparencias. Su verso, una brisa, a veces un huracán, que trae efluvios de las vegas tabacaleras de Cabaiguàn. No es bellezas carnales lo que muestra. Ni complacencias a éticas espurias lo que persigue. Luz espiritual sí derrama, y mucha. Y es que usa el alma por afuera como única indumentaria, como único escudo. Va envuelta en un lujo que no es de este mundo, una pompa que solo alcanzan los humildes, una fortuna que enriquece de solo rozarla. Su yelmo es impenetrable para la maldad. Su opulencia tangible solo para el amor; mesurable solo para el desinterés. Ella es pálpito, latido, ala. Música astral para oídos alertas. De tan humana no parece humana.

Su poesía va del desgarrón dramático, restallante, trasgresor, a la sanaciòn piadosa, es látigo y bálsamo a la vez. Una liberación personal costosísima donde fue dejando entre las púas todas las pieles con que, a veces, pretende disfrazarse el ser humano. Viajó hacia ella misma: introspección dolorosa y salvadora al mismo tiempo; una odisea a lo más hondo de su espíritu, hacia donde solo ella podía encontrarse asentada en una Ìtaca particular y hermosa que tuvo que inventarse para tener siempre a donde regresar, sin otra autorización que sus evocaciones.

Fue largo el viaje y las batallas feroces. No tejió mansa, obedientemente, ni esperó por un héroe a quien luego engordar entre sus piernas. Tensó su arco propio y disparó, disparó contra herencias hostiles, contra prejuicios vanos, contra toda manquedad del pensamiento, contra toda mezquindad del alma. Disparó e hizo blanco en el corazón de ella misma y el de muchos como yo, a quienes, a pesar de todo, no les parece cursi hablar del corazón.

Sonia Díaz Corrales arribó a la lírica cubana en un momento en que los ropajes ideológicamente jineteriles de la poesía establecida -ya se sabe cuanto de burdelesco tiene el supuesto arte comprometido- comenzaban a decolorarse. El murmullo individual, y un tanto iconoclasta -por tanto solitario y riesgoso-, ya corroía los falsos pilares de un colectivismo conversacioncita, cómodo, rentable e impuesto por más de tres décadas de cantos corales y alabanzas ciegas. La militancia retórica se iba depreciando, y tanto "sinceros" como "oportunistas", iniciaban un distanciamiento que producía fracturas apreciables en la falsa homogeneidad estética lograda por medio de un mecenazgo que más que arte requería incondicionalidad política.

Había muerto el hechizo. El viejo prestidigitador se quedaba sin trucos. Aquel tono tribunicio y pancartatico que ciertos autores habían puesto de moda, y que se tornaron cánones, sufrían taquicardias y vahídos. El sortilegio de las consignas se vaciaba de oximorones. El supuesto encanto lo había pedido todo: las manos, el corazón y la cabeza, y todo se le había concedido con cierto candor, cierta inocencia, pero se malbaratò.

Aquel parnaso inundado de trenos gloriosos a una épica de escaramuzas hipertrofiadas por su propios protagonistas, padecía de una fatiga sin retorno. Aquel parnaso anegado de apologías profitantes iba borrando nombres hipócritamente ilustres de las nóminas, iba silenciándose, asfixiándose, apagándose ante el soplo de una realidad que ya no permitía seguirla travistiendo de paraíso prometido. Pero otro "grupo avanzaba silencioso" porque tenía "una especie de padre casi preso/ casi de todas las mentiras ebrio".

En ese grupo, discreta, pero "armada hasta los dientes" con versos afilados y peligrosos, hasta para ella misma, venía Sonia Díaz Corrales. Una mujer a la cual la locura -la dulce necedad satirizada por Erasmo de Rotterdam- le propuso ser florista, y que vendiera "una flor de castrada soledad para la solapa del tirano" pero ella, más bien, se dedicó a "encender lámparas para los oscuros días que vendrán", que vendrían entonces, y que vinieron luego, como su ojo casàndrico había anunciado. Porque si la fuerza expresiva de sus versos es lo primero que salta ante el lector avisado, no se queda atrás ese hálito adivinatorio, délfico, diríase, que nevega por todos sus libros.

Sonia Díaz Corrales, poeta y narradora. Ha publicado diversos libros y ha sido incluida en numerosas antologías. Entre sus títulos se cuentan el poemario Noticias del olvido (Escritura entre las Nubes, Islas Canarias, 2014); la novela El puente de los elefantes (El Barco Ebrio, 2013), y la novela El hombre del vitral (Idea, Islas Canarias, 2010).

En Cuba publicó los libros de poesía Diario del Grumete, editado por Vigía, en Matanzas, 1996, y por Sed de Belleza, Santa Clara, 1997, y Minotauro, La Habana, 1997.

Ha obtenido los premios de poesía América Bobia 1982, Matanzas; Bustarviejo 1993, Madrid; y Abel Santamaría 1997, de la Universidad Central de Las Villas, Santa Clara; también menciones de honor en los premios Caimán Barbudo, David de la UNEAC y 13 de marzo de la Universidad de La Habana.

De La hija del reo (Letras Cubanas, 2016), afirma, con aguda mirada y sólida sapiencia, la poeta y ensayista Ileana Álvarez González: "El libro, solo muchos años después de haber sido escrito, hoy termina su examen como inédito, (No digo yo con ese sospechosísimo título para los herederos de Pavòn y Serguera, aunque el padre al que la poeta se refiere sea el espiritual y no el biológico) y va a salvarse para los fieles lectores de la poesía cubana. Aquí (En La hija del reo) se percibe una lectura inteligente y dialògica con la tradición literaria hispánica y la cultura judeocristiana, donde la poeta, en su avidez por iluminar lo que hay de oscuro e inteligible en su dimensión ontológica, descubre los puntos que la acercan o alejan de esa tradición y cultura." Sobre todo porque Sonia Díaz Corrales más que seguir carriles ya desgastados por el paso de cientos de poetas, se afana en crear carriles nuevos que le permitan la vivencialidad propia, la confesión sin cortapisas ni mojigaterías. Su poesía no es solo testimonial sino desgarradoramente intimista, en la que es capaz de descubrir que "Esto probablemente no es mi vida/ sino un boceto/ unos trazos sobre los que debería/ mentir...

En la poesía de Sonia Díaz Corrales no se observan afanes por los malabares verbales de un trillado vallejanismo de tercera, ni poses aliterantes para alcanzar sonoridades manidas a lo Oliverio Girondo -otro discípulo de César Vallejo, ya se sabe-, ni adjetivaciones pretendidamente pomposas para musicalidades melifluas de un nerudismo tardío, ni una cetrería metafórica de postales más turísticas que poéticas; va, más bien, a las esencias de esa conmoción que produce la autenticidad del espejo interior al cual los Narcisos de hojalata tienen miedo asomarse, gira en torno a ese drama interno que ella sabe muy bien no puede, ni podrá, solventar ni resolver, nunca, ningún sistema político-social: el drama del ser humano y su pequeñez e impotencia frente a lo insondable, majestuoso e inconmensurable del universo. Se debate en alcanzar una libertad que, de antemano, sabe preñada de tiranías porque ya aprendió que podemos liberarnos de todo, menos de nuestras tiranías íntimas, ya las llamemos trauma, suerte, casualidad, necesidad, destino. Ya sabe también que cualquier libertad que consigamos, es un estado ilusorio, de sueño, de frenesì.

De Noticias del olvido, apunta el poeta Joaquín Badajoz: "Sonia Díaz Corrales exprime (Nótese que no dice escribe) poemas breves y contundentes -ninguno supera las tres cuartillas-. Poemas vividos con clarividencia y que por tanto nos iluminan con su filosofía vital. La poesía no necesita enseñar algo más que la sensibilidad humana, pero Sonia Díaz no es una poeta que se conforma con describir estados, también los percibe, los analiza y los devuelve bruñidos, como autenticas y modernas parábolas.

Y de eso se trata en el caso de Sonia Díaz Corrales, de que es una especie de Oráculo contemporáneo que tras escucharlo queda esa sensación de verdad sin relativismos, porque, de un modo u otro, todo cuanto exprime (Uso la expresión de Joaquín Badajoz) al universo nos atañe a todos, nos involucra a todos, nos mata y salva a todos. No por gusto o por azar, desde El diálogo del desencantando con su alma, hasta hoy la poesía ha sido un poco filosofía, profecía, juego entre el ser/alma y el universo.

Para corroborarlo aquí les dejo dos poemas de Sonia Díaz Corrales.


Retrato de la florista
(Del libro La hija del reo)

La locura me propuso ser la florista
esa que vende flores de silencio
flores de arenas movedizas
flores para el protocolo de los fuertes
flores para la cama de la diva
flores de malévola relación con la miseria
extrañas flores para los húmedos rincones de la casa
una flor de agua para el pubis de la niña
una flor de castrada soledad para la solapa del tirano
flores blancas y redundantes para el amigo.
En la locura
soy la que vende las más caras flores a los hombres.
Pero han cerrado las puertas
y hoy la florista es un pájaro de bronce
sobre el escritorio de la casa
un pájaro detenido en el bronce
en el amarillo cálido de la estatua.
Habrá para cada quién un verso
un estado imparcial
una amnistía
y los gladiolos de la florista
serán de un rosa comestible
verás como claudican
con la rabia de quien odia morir.
Ella encenderá lámparas
para los oscuros días que vendrán
nos dará el antídoto que me salvó de venderme
como un simple pájaro de feria.
Fui la dueña de todos los pájaros
y eran míos en la locura
sobreviví sus graznidos
sus cantos hipnóticos
sus desesperados gritos.
Una torre estas flores y los pájaros
fue todo lo que tuve
cuando ustedes me encerraron
para describir en mi rostro la locura
como se describen los paisajes.


Retahíla para una explicación de cómo desvestirse
(Del libro Noticias del olvido)


Dices sombrío
y la mayor parte de las veces
se entiende que dices pesadilla
aletargada ventana desde donde miras
el futuro sombrío
lleno del sombrío presente.
Pruebas todos los pares de alas
como si fueran zapatos sin medida
sin tamaño visible
así que los pruebas para saber si sirven
a los brazos
a la espalda
del castrado ángel que concurre.
Todo son cábalas
mujeres que se desvisten por costumbre
por seguir el gesto con que comienzas a desnudarte
un brazo en alto y el otro en arco sobre la nuca.
Nunca pensaste volar o desnudarte
así que sigues probando alas
por no parecer que te aburres
o te avergüenzas
o te rindes
y eso es lo sombrío
lo que asusta
lo más sombrío del mundo.

"Ae, Ae, Ae la Chambelona". De los alzados del 17 en Camagüey. Una postal (por Carlos A Peón Casas)


La foto no miente, son los alzados de los históricos sucesos de la Chambelona en 1917. Los retratados, tropas montadas, avanzan sobre la ciudad, vienen comandados por el Comandante Caballero que ya se ha autotitulado “general” desde agosto de 1906, cuando otra intentona de los liberales se opone a la reelección de Estrada Palma. 

Esta vez, la “bronca” es con Menocal, a quien le disputa la presidencia la dupla Zayas-Mendieta, , y a todas luces les han escamoteado las urnas. La rebelión se hace fuerte en Camagüey y Las Villas, como en 1906, el Jefe Nacional es José Miguel Gómez al frente del autotitulado Ejército Constitucional.

La instantánea de marras, que es parte de una colección mayor que atesora este escribidor, está tomada en una céntrica esquina de la ciudad: la intersección de la calle Soledad (después Estrada Palma, hoy Ignacio Agramonte o ambas inclusive), y la de la Merced (Lope Recio en nuestros días). 

Son varios lo jinetes en primer plano que irrumpen desde Lope Recio, cerrando el tráfico rodado y de los tranvías al uso. Los fusiles a la vista. Visten en su mayoría el cásico uniforme caqui del Ejército pero llevan al cuello corbatas rojas como distintivos de la rebelión. Desde las aceras el público les mira expectantes. 

Son definitivamente los días posteriores al 11 de febrero cuando la ciudad es ocupada, luego de un enfrentamiento con la policía conservadora, el 12 todo Camagüey está sublevado. Las tropas de Caballero permanecerán en la ciudad hasta el día 26, en ese minuto abandonarán la plaza ante el avance de la artillería del Coronel Pujol que viene a sofocar la intentona liberal.

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Con notas del índice Histórico de la Provincia de Camagüey. 1899-1952. Academia de Ciencias de Cuba. pp. 70-76

Tuesday, June 11, 2019

¿Disfrutas tu relación de pareja? (por Cecilia Alegría, La Dra. Amor)

Nota del blog: Espacio semanal de Cecilia Alegría, La Dra. Amor, dedicado al amor de pareja





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Cecilia Alegría, La Dra. Amor (www.ladoctoraamor.com): Consejera de Parejas, Love and Life Coach, Conferencista Internacional, Periodista y Conductora de Radio y TV. Destaca en los Medios Latinos en Miami dando consejos sobre cómo triunfar en el terreno amoroso y ayudando a miles de parejas a resolver sus problemas. Forma parte del grupo fundador de profesores del programa Universidad de la Familia.
Ha publicado diez libros entre los que se encuentran: Comunicación Afectiva=Comunicación Afectiva (Espasa Calpe, España, 2000). 120 preguntas y respuestas para ser mejores personas (Editorial Norma, Colombia, 2004), No hay amor más grande (Editorial Aragón, USA, 2012), Amando un Día a la Vez (Ediciones Varona, U.S.A. 2015), Al rescate de tu comunicación de pareja (Ediciones Varona, USA 2017), Sexo Sagrado y Lazos del Alma (Indie Publishingnbsp, 2018), Alessia (Book Master Corp. 2019)

Buddy Holly


Saturday, June 8, 2019

"Volando en solitario". Pensamiento No. 1 (por Orlanda Torres)

Nota del blog: Sección semanal en el blog Gaspar, El Lugareño, gracias a la cortesía de la psicóloga Orlanda Torres, quien ha aceptado la invitación a compartir con los lectores sus consejos y reflexiones sobre los conflictos cotidianos.


Lleva siempre una vida con calidad y establece metas para aprender a vivir mejor. Muchas veces las cosas más simples como salir a caminar, oler el aroma de la naturaleza, observar el mar, leer un libro o escribir, son factores que parecen simples, pero que para muchas personas les proporciona paz y tranquilidad.

Busca reunirte con amistades que aporten pensamientos positivos a tu ser, reunirse con la familia siempre produce un estado de bienestar y simboliza mucho para el ser humano, ese momento de reunificación puede mermar cualquier situación estresante que se esté viviendo.









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Orlanda Torres: Psicóloga, Escritora, Educadora, Orientadora Motivacional.

Autora del libro "Volando en Solitario" año 2015, Guayaquil - Ecuador. (Disponible en Amazon Kindle)
-Estudió en Miami Dade College: Certificate of Florida “Child Development Associate Equivalency”. Maestra de Educación Preescolar e Infantil en la ciudad de Miami.
-Licenciada en Psicología graduada en el 02/2017 - Atlantic International University.

-Orientadora Motivacional y Conferencias pueden contactar a Orlanda Torres a través de la página que administra www.fb.com/vivencialhoy

Publicaciones en Revista Sapo - Santiago de Chile – 2016
-La Estancia en el Paraíso de los Sueños
-Relación de Pareja y su gran Desafío
-Es la Felicidad una Elección

Conferencia en Radio - Miami, Florida
-Positivo Extremo Radio: Entrevista 123Teconte “Regreso a Clases y La Adolescencia”
-¿Como aprender a ser feliz?- Edificio Trade Building-.Innobis Coworking, Guayaquil - Ecuador
-La Inteligencia Emocional en la Relacion de Pareja- WENS Consulting Group, Guayaquil - Ecuador
Publicaciones en Revista Sapo - Santiago de Chile – 2018
- Ser Mujer

Administra:
Facebook.com: Orlanda Torres
Instagram: orlanda.torres.3

Stewart (por Víctor Mozo)

Nota del blog: Ultimo texto de la sección semanal a cargo de Víctor Mozo, desde la que compartió sus vivencias en los campos de trabajo forzado, conocidos como UMAP.

Los textos anteriores se pueden leer en este enlace.


Nunca me habría imaginado la existencia de ese central azucarero si no hubiera sido porque devendría mi último destino de aquellos dos años que pasaría en las UMAP. Prefiero recordarlo con su antiguo nombre porque otro nombre de país suramericano le había dado aquel que nos avasallaba desde 1959.

Allá fuimos a parar. El campamento estaba situado entre Ciego de Ávila y el antiguo central Stewart con sus calles limpias, su batey llamativo, su iglesia, el túnel debajo de la línea férrea para llegar al pueblo y la antigua casona otrora casa del administrador devenida hospital. Del batallón 30 sacaron una compañía que la componíamos mayormente camagüeyanos, moronenses y avileños.

Eran tiempos de grandes locuras y al gran megalómano que dirigía los destinos del país se le había ocurrido ampliar el central ordenando la construcción de un tercer tándem y nada mejor para esa obra faraónica y luego innecesaria que la mano de obra barata que brindábamos nosotros.

Para dirigir la compañía estaba el teniente Verdecia jefe de una de las compañías del batallón 30, un tipo de malas pulgas que hasta en una oportunidad, descargó su ira cayéndole a tiros a su pobre perro. No recuerdo si el perro se salvó. Al parecer, el teniente Verdecia no parecía haber aceptado con agrado que lo sacaran de Camagüey.

Allí nos harían trabajar día y noche, bueno trabajar en mi caso sería un eufemismo porque siempre me las arreglé después de todo por lo que había pasado de trabajar lo menos posible. Los cimientos construidos para el tercer tándem eran tan grandes como túneles y era fácil “perderse” por un buen rato.
Eran otros tiempos. Recuerdo que gracias a la invitación del negrito Cordobí para que entrara en nota, supe que hasta mariguana se fumaba en el campamento. Cortés y risueño le dije que no por mucho que me repitiera prueba Mozito que esto es una maravilla. Nunca supe de dónde sacaba su yerbita.

Las nunca amadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción cesarían pronto de existir. Un buen día del mes de mayo del 68 nos anunciaron que pasábamos a ser civiles a condición de seguir trabajando allí hasta el cumplimiento de nuestro servicio militar.

Sencillamente los militares le soltaban una papa caliente a los civiles de la construcción y estos últimos se las verían negras con nosotros. Ya no estábamos militarizados y cansados de recibir órdenes. Así que tomamos aquello suavemente y haciendo de las nuestras.

Entre las múltiples venganzas se encontraban las de llegar tarde a trabajar, hacer siempre lo menos posible y hasta veces dejar el trabajo, coger la guagua e irse para Ciego de Ávila a comernos una pizza. Los capataces civiles nos tenían terror porque no se podía confiar en nosotros además de ser contestones, ¡bastante nos habíamos callado! La venganza era un plato que siempre serviríamos frío.

Como es de imaginar nuestros jefes tomaron medidas y una de ellas fue la de no darnos los cupones que nos daban para ir a comer si no trabajábamos. Fue perder el tiempo porque siempre teníamos a alguien que nos apreciaba y nos los daba, aunque no fuéramos a trabajar. La mayor parte de la gente del central nos acogía con buen agrado y hasta uno más que otro se echó su noviecita en el pueblo.

A pesar de reuniones y otras arengas un buen día agarramos nuestras cosas y nos largamos cada uno para su pueblo. Ansiábamos y queríamos más libertad. Puede que quedaran algunos, pero la mayoría nos fuimos del central Stewart sin decir ni adiós. Aquel central del que hoy solo quedan las chimeneas.

Salíamos de una larga noche que había durado entre dos y tres años. Larga noche de vejaciones, sufrimientos, locuras, suicidios y hasta asesinatos nunca merecidos. Todo por el capricho de un solo hombre que quería que fuéramos a su imagen y semejanza.

Contrariamente al título del conocido libro de Jan Valtin la noche no quedaría atrás. Las UMAP, aquellas cuatro letras, serían siempre sinónimo de aquella infamia que nunca se borraría y por la cual, 54 años más tarde se siguen esperando disculpas. 

Friday, June 7, 2019

Fragmento de "El diario de Lola" (por Thelma Delgado)

Nota del blog: Selección de textos, que serán parte del libro (en preparación) El diario de Lola, de Thelma Delgado.

Para leer sus escritos en el blog, en este enlace.


Querida Mimí:

Hoy hice una receta nueva, Pork Schnitzel with Lemon Dill Sauce, me quedó espectacular; esta receta también se irá para el libro. Cada día tengo más seguidores en mi blog. Eso me entusiasma a continuar. Estoy segura que mi libro será todo un éxito.

Anoche antes de irme a la cama cambié de bolso pues el que tenía ya se veía muy usado. Antes de tirarlo abrí todos los cierres para estar segura que nada importante se fuera a la basura y me encontré con la tarjeta del pintor. Mi primer impulso fue tirarla. Pero luego decidí que lo llamaría, solo para tener un poco de información acerca de su propuesta de posar para él. Y esta mañana lo hice. Titubeé un poco tratando de explicarle quien soy y para mi sorpresa me dijo –Lola, no sabes cuánto esperaba por tu llamada. Ya estas lista para posar para mí? Dime que sí y ven a mi estudio ahora mismo que aún es temprano y el sol todavía está en mi ventana. No tengo dinero para pagarte pero te prometo que cuando me haga famoso tú pasarás a la historia como mí modelo favorita. Vamos, no lo pienses más y ven. Sentí una mezcla de compasión y curiosidad al mismo tiempo al escuchar sus palabras. Yo modelo? Acepté con la condición de no posar desnuda, por lo menos no hoy. El me recibió con una sonrisa emocionada y con su pelo despeinado. –Bienvenida, pasa, pasa y siéntate aquí, me dijo poniendo una silla junto a la ventana de la cocina. No debemos perder tiempo. No te muevas. Ahora mira para allá; ahora mírame a los ojos. No sonrías. Ahora voltea así. Relájate. Yo no sé cuántas fotos habrá tomado, pero sé que fueron muchas. Yo no hablé, solamente hice las poses que él me dijo. Esos minutos posando se me hicieron eternos, aunque solo habían pasado como 20. –puedo ver las fotos? Pregunté mientras el acomodaba mi pelo detrás de mi oreja. –Sí, pero hasta que yo termine, replicó. Volvió otra serie de fotos en otras posiciones hasta que me dijo –Es suficiente por hoy. Me mostró las fotos y de verdad que en las primeras yo tenía cara de angustia. En las últimas ya estaba relajada. Le pedí que me enviara algunas y me dijo –No. Todavía no. La próxima sesión será como en 3 semanas, pues saldrá de la ciudad por unos días.

Estoy nerviosa pues la próxima vez que yo vaya a su estudio si posaré desnuda. Creo que voy a aprovechar estos días para hacer dieta. Yo no le he dicho esto a nadie todavía. Solo lo sabes tú, mi querida Mimí.



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Ver
Página de Thelma Delgado en el website del Cultural Council of Palm Beach County

Familia Valera Miranda



Thursday, June 6, 2019

Habla, Señor: Solemnidad de Pentecostés. 9 de junio de 2019 (Conferencia de Obispos Católicos en Cuba)


Primera Lectura: Hechos de los Apóstoles 2,1-11

El relato de la venida del Espíritu Santo comienza aludiendo al día y al estado de los discípulos, en principio, no hace una mención expresa al lugar donde estaban: “el día de Pentecostés todos los discípulos estaban reunidos en un mismo lugar”. “La Biblia de Jerusalén” nos ofrece una traducción muy sugerente: “reunidos con un mismo objetivo”.

Pentecostés es la plenitud de la Pascua. Para el pueblo de Israel, la Pascua era la fiesta del comienzo de la cosecha, de las primeras espigas; Pentecostés, en cambio, es de la plenitud de la cosecha que se ofrece a Dios con calma, se gusta y se disfruta la vida. Lucas, con su peculiar, habilidad reinterpreta esta Fiesta y la convierte en el día de la madurez pascual de la Iglesia. La Pascua, con la Resurrección de Jesús, es el comienzo de la vida; Pentecostés es la Fiesta en que la vida del Resucitado se hace presente en todos los pueblos y regiones, lenguas y culturas.

El versículo dos alude a una casa, y en ella, se encuentran reunidos los discípulos “con un mismo objetivo”, es decir, esperando la Promesa del Padre que los llenará de fortaleza y los convertirá en testigos de Jesús. Jesús, nunca les dijo cuándo ni cómo sería la llegada del Paráclito, sólo le mandó a permanecer en Jerusalén hasta que esto aconteciera, de allí es que, este objetivo esperado aguardarse con una especial atención y sensibilidad.

Una fuerte ráfaga de viento. El Salmo 104 (103), al decir: “si envías tu aliento son creados”, deja claro que el Espíritu de Dios interviene en el origen de la vida y el 33 (32) después de afirmar que “el amor del Señor llena la tierra”, manifiesta que, este mismo Espíritu del Señor es el origen de una fortaleza inexpugnable. Aquí, en el relato de su venida, se presenta como la fuerza incontenible del amor de Dios que llena todos los espacios y crea una nueva humanidad, un nuevo pueblo de Dios, que, de allí en lo adelante, pese a ser de diferentes pueblos, lenguas y culturas hablará un mismo idioma.

Lengua de fuego. El profeta Isaías al narrar su experiencia vocacional, alude al fuego que toca su boca, lo purifica y a una voz que clama por un misionero para ser enviado en el nombre del Señor, aquí las llamas no le toca la boca a los discípulos, sino que son como lengua que se posan sobre ellos, clara evocación al Espíritu que en su momento se posó sobre Jesús y lo ungió para anunciar la Buena Nueva (Lc 4,18-19), y que a su vez, el Señor les prometió que descendería sobre ellos, los llenaría de fortaleza y lo convertiría en sus testigo (Hch 1,8).

Hombres piadosos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Estos hombres son atraídos por el fenómeno de Pentecostés a “la Ciudad del Santo”, a la “Ciudad de la paz”, allí escuchan hablar de las maravillas de Dios en sus propios idiomas, y es que, el Espíritu Santo se derrama en favor de todas las naciones de la tierra.

Quiera Dios todos podamos experimentar en este día y siempre la fuerza del amor de Dios, que hace hablar un mismo idioma y cantar las maravillas de Dios.

Segunda Lectura: Romanos 8,8-17

San Pablo insiste en la acción del Espíritu Santo en la persona del discípulo:
  • El Espíritu Santo vive en el corazón de todo aquel que busque agradar a Dios.
  • El Espíritu Santo infundirá nueva vida a los cuerpos mortales.
  • Si con la ayuda del Espíritu Santo se da muerte a las obras del pecado, verdaderamente se vivirá.
  • El Espíritu Santo convierte en hijos de Dios y le permite llamar a Dios ¡Padre!
  • El mismo Espíritu Santo da testimonio de que son hijos de Dios.

Evangelio: Juan 20,19-23

La mejor expresión de amor a Jesús, es cumplir con sus mandamientos y ser fiel a su mensaje, que no es otro que, el mismo que a Él Padre le encomendara a Jesús y que Él nos anunciara. Jesús, afirma que Él mismo rogará al Padre que envíe al “Abogado”, al “Consolador”, pero no sólo eso, sino a todo aquel que le ama será amado por el Padre y, que el Padre y Él vendrán a vivir en esa persona.

Cuando venga el “Abogado”, el “Consolador”, que el Padre enviará desde el cielo, ayudará a hacer memoria de lo dicho por Jesús y explicará todo aquello que aún no se había comprendido.

Oremos:

Ven Espíritu Santo, inunda nuestros corazones con la alegría del Evangelio. Esa alegría que se renueva y comunica en cada encuentro con Jesús.

Haznos gustar de la dulce y confortadora alegría de recibir y anunciar La Buena Nueva.

Abre nuestros oídos para que te podamos escuchar y podamos hacer “nueva la misión, para que en el día a día de nuestra vida transmitamos nuestra fe.

Danos un corazón misericordioso y decidido para que seamos una Iglesia, una comunidad que sale al encuentro de nuestros hermanos.

Conviértenos para que seamos artífices de una pastoral de conversión, que nos vuelva hacia Jesús y hacia cada uno de nuestros hermanos.

Que realicemos una pastoral que brote desde lo profundo del corazón del Evangelio, porque sólo así encontrará acogida en el corazón de nuestro pueblo.

Fortalécenos, afín de que podamos ser partícipes de una misión que se encarna en los límites humanos.

Ayúdanos a crecer en la interpretación de tu Palabra y en la comprensión de la Verdad. Que seamos la Iglesia soñada por Jesús: una Madre que ama a corazón abierto y sale al encuentro de todos… de todos los que buscan a Jesús, de los que aún no lo conocen o se han alejado de Él.

Ven Espíritu Santo y enciende en nosotros el fuego de tu amor.

Wednesday, June 5, 2019

Mons. Juan de Dios Hernández, nuevo obispo de Pinar del Río

Mons. Juan de Dios Hernández


Renuncia del obispo de Pinar del Río (Cuba) y nombramiento de su sucesor

El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Pinar del Río (Cuba), presentada por S.E. Mons. Jorge Enrique Serpa Pérez.

El Papa ha nombrado obispo de Pinar del Río (Cuba) a S.E. Mons. Juan de Dios Hernández Ruiz, S.I., hasta ahora obispo titular de Passo Corese y auxiliar de San Cristóbal de La Habana (Cuba).

S. E. Mons. Juan de Dios Hernández Ruiz, S.I. nació en Holguín (Cuba) en 1948 y fue ordenado sacerdote en 1976, pronunció los últimos votos solemnes en 1980. Es licenciado en Teología espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana

En su ministerio ha sido entre otros, asistente del Maestro de Novicios y colaboró ​​como sacerdote en las diócesis de Santiago de Cuba y Cienfuegos. En San Cristóbal de La Habana ha desempeñado múltiples tareas en el campo pastoral y en formación espiritual como Maestro de novicios, Profesor y Director espiritual en el Seminario Interdiocesano y Director del Centro de espiritualidad "Pedro Arrupe".

Fue nombrado obispo en diciembre de 2005, y recibió la ordenación episcopal el 14 de enero de 2006.Desde febrero de 2006 es secretario de la Conferencia Episcopal Cubana. (Oficina de Prensa. Santa Sede)

De cuando el cine se las traía…Una mirada a la cartelera cinematográfica en Camagüey un día cualquiera de 1951 (por Carlos A. Peón-Casas)


Lo que aireo hoy es quizás una memoria ya antológica para cinéfilos sesentones del añoso terruño, que bien pueden recordar, o volver a vivir, como más guste, la experiencia de haber visto aquellas producciones hollywoodenses al uso, que se estrenaban en la ciudad camagüeyana aquel 14 de noviembre de 1951.

El dato lo recopilo de una ya añosa edición de El Camagüeyano de aquel mismo día, una verdadera rara avis en estos tiempos en que su referencia está sólo en la mente de unos pocos y bien avisados lugareños.

Y no es para menos. Aquel día y año, se estrenaban en la ciudad la friolera de dieciocho filmes en apenas la mitad de las salas de exhibición, implicando el hecho de que en cada cine se proyectaban dos películas por el precio de una. Si hoy, en la ausencia de muchas de aquellos recintos, y de la proliferación del cine enlatado y las memorias flash, no parece una buena ganga, se le asemeja muchísimo.

Veamos algunos de los detalles. El cine-teatro Avellaneda, presentaba según el propio anuncio: “Monumental programa. Alan Ladd, Geraldine Fitzgerald y Ptrick Knowles en Bajo el Manto tenebroso. Además Brian Donley, Joel McCrea y Bárbara Britton en El Virginiano”(1) . El precio de las lunetas era de “25 cts, hasta las 5, después 30cts.Niños 15 cts. Galería 10 cts.”(2)

El por entonces también cine y teatro Principal tenía a nuestro ver, un programa de verdadero lujo: “Silvana Magnano, Victorio Gassmann y Doris Dowling en el magistral estreno Arroz Amargo. Además: Tala Birell y William Henry en Mujeres en la Noche”(3).

Igualmente anunciaban un espectáculo a partir del jueves animado por “Orlando de la Rosa y el acuarelista de la poesía Luis Carbonell.”(4) Y a partir del viernes los cinéfilos podrían disfrutar del siempre interesante Noticiario Paramount. Los precios de las entradas eran: luneta 40 cts, niños 20 y la Galería 10 cts.

Otro de los cinematógrafos, hoy ya inexistente, y sólo perdurable como parte de una memoria histórica a punto de desfallecer, era el muy popular, por una que otra historia al uso, y por sus precios, el cine Apolo.

Allí los concurrentes asiduos podían disfrutar también en tanda doble de los filmes: El Ultimo Naipe y Rencor. El lunetario costaba 20 cts y la Galería sólo 10cts.

Igualmente el cine Social, hoy en verdadero estado de letárgica ruina, y por entonces una modesta sala de barrio, pero siempre concurrido por los vecinos de la Vigía, proyectaba en oferta doble los títulos: El Fantasma del Mar y Alma Solitaria. Sus lunetas costaban lo mismo que en el Apolo, y los niños sólo pagaban 15 cts.

No se quedaba atrás el cine Guerrero con una propuesta de altos quilates cinematográficos: Sinfonía Pastoral, con Michele Morgan y Pierre Blanchard; y en segunda oferta un clásico oeste a todas luces: El Ranchero Audaz. También el cine Guerrero tenía precios muy populares: la luneta o el balcony costaban 20 cts (el precio de una cerveza de entonces según nos cuentan los que lo vivieron); los niños pagaban la mitad.

En la calle General Gómez se ubicaba otra sala: el cine América. y vale la pena reproducir íntegramente para el curioso lector el anuncio de su programa, y hasta la sinopsis de los filmes de aquel día, tal y como lo publicaba El Camagüeyano:
Hoy desde las 6 ½ p.m.:!Estreno exclusivo. Vea a Joel Mc Crea y Shelle Winters en Ángel de Venganza. En una mano el revólver…y en la otra pimienta y dinamita!. La terrible lucha de un hombre que debía escoger entre el deber y el amor de una mujer al margen de la ley. ¿Amaría usted a una mujer que sólo ansiaba la muerte de otros dos hombres?. Además Donal O’Connor y Helen Carter en la comedia Pitos, Flautas y Piratas.-Ante su valor temblaban todos, hasta él mismo. Las hazañas y amoríos de un pirata multicolor. Noticiario Nacional. Miércoles a viernes: Luneta 40 cts. Niños 20 cts. Sábado: Luneta 50 cts. Niños 20 cts. (5)
Cerraba la nota con un singular anuncio para el domingo: el Gran Matiné desde la 1 y 30 de la tarde y hasta la seis, con un filme (Fiesta en América) y “cuatro divertidos cartones. Todo con derecho a la función de la noche”(6). Esas maratónicas sesiones de proyección, costaban en el lunetario 30 cts, y los niños sólo pagaban 20 cts, pero se aclaraba al respecto del precio de los infantes una coletilla que sin dudas nos suena hoy casi risible: “Los niños que no sean de brazo pagarán su entrada”. Sin dudas que a las funciones de aquel Camagüey de ayer, iban todos en casa sin faltar ninguno.

No faltaban en aquella página promocional, el programa de otro cine de renombre citadino, y que ningún camagüeyano en ninguna que otra región de este mundo plural olvidaría por su alusión de su nombre, a la inolvidable película Casablanca.

Allí se proyectaban aquel día dos producciones de la Metro Goldwyn Mayer: Designios escandalosos con Ezio Pinza y Janet Leight; y Robert Taylor Vivien Leight, la inovidabe Scarlet O’Hara de Gone with the Wind, en la “emocionante super-producción El Puente de Waterloo”(7). La luneta costaba 30 cts hasta las cinco y luego 40 cts. Los niños pagaban 25 cts.

Justo al lado del Casablanca, y como hasta hoy, el cine Encanto tenía aquel día una propuesta que incluía los filmes El Trotacalles y La Reina del Mambo. Ambas producciones de signo muy latino, a juzgar por los nombres de los intérpretes: Miroslava, Ernesto Alonso e Isabel Corona en la primera; y María Antonieta Pons en la segunda.

Cerraba la nota la programación del por entonces Teatro Camagüey, en la añosa Plaza del Cristo, y que igualmente simultaneaba con proyecciones de cine. En aquella jornada y siempre a partir de las 6 y 15, se exhibía en programa doble los títulos Callejera, y El Miedo llegó a Jalisco, producciones a todas luces presumiblemente del cine mexicano. Allí las lunetas costaban 30 cts hasta las cinco y luego de esa hora 50 cts. Los niños pagaban 25 cts.

Para los que felizmente fueron testigos de aquella jornada cinematográfica en la ciudad de antaño, esta memorabilia quizás les traerá los recuerdos más nostálgicos, porque le cine es esa magia indetenible que se fija en la retina y en la memoria del alma; pero sin dudas será un grato paseo por ese espacio de hechizo y ensueño, que toda película procura. Para los que no lo vivimos, es una oportunidad para saber de primera mano de esa memoria singular, que hoy todavía tienet su propio signo evocatorio de aquel Camagüey de hace ya seis largas décadas.


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Citas

  1. El Camagüeyano. Camagüey, Cuba, Miércoles 14 de noviembre de 1951. p.7
  2. Ibíd.
  3. Ibíd.
  4. Ibíd
  5. Ibíd
  6. Ibíd.
  7. Ibíd.

Tuesday, June 4, 2019

En la pareja, la felicidad se hace al andar (por Cecilia Alegría, La Dra. Amor)

Nota del blog: Espacio semanal de Cecilia Alegría, La Dra. Amor, dedicado al amor de pareja.






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Cecilia Alegría, La Dra. Amor (www.ladoctoraamor.com): Consejera de Parejas, Love and Life Coach, Conferencista Internacional, Periodista y Conductora de Radio y TV. Destaca en los Medios Latinos en Miami dando consejos sobre cómo triunfar en el terreno amoroso y ayudando a miles de parejas a resolver sus problemas. Forma parte del grupo fundador de profesores del programa Universidad de la Familia.
Ha publicado diez libros entre los que se encuentran: Comunicación Afectiva=Comunicación Afectiva (Espasa Calpe, España, 2000). 120 preguntas y respuestas para ser mejores personas (Editorial Norma, Colombia, 2004), No hay amor más grande (Editorial Aragón, USA, 2012), Amando un Día a la Vez (Ediciones Varona, U.S.A. 2015), Al rescate de tu comunicación de pareja (Ediciones Varona, USA 2017), Sexo Sagrado y Lazos del Alma (Indie Publishingnbsp, 2018), Alessia (Book Master Corp. 2019)

Sunday, June 2, 2019

La detención. Apuntes del 30 de abril de 1971 (por Belkis Cuza Malé)

Nota: Agradezco a Baltasar Santiago Martín, que comparta este texto con los lectores del blog Gaspar, El Lugareño. El mismo está incluido en el  próximo número de la revista Caritate


Hace casi dos meses que no escribo una línea en este diario. No es extraño que me cueste tanto trabajo localizar un punto cualquiera en la memoria, no es extraño cuando se ha vivido en tan poco tiempo un cúmulo de situaciones dolorosas y absurdas.

Si quisiera reconstruir todo lo sucedido en estos últimos días tendría que comenzar la víspera de los acontecimientos, la noche en que Heberto me pidió que lo llamara alrededor de las nueve a la habitación de Saverio Tutino, en el Hotel Riviera, donde se reuniría con Jorge Edwards y Norberto Fuentes, para comprobar si había llegado. No queriendo utilizar nuestro teléfono, bajé a la calle y llamé desde uno público. Tarde en la noche, ya Heberto en casa, alguien repitió el juego a la inversa, llamando a nuestra casa para preguntar con voz ingenua si “Luis” estaba ahí. Entonces no me percaté de que trataban de localizar a Heberto.

A la mañana siguiente –sábado 20 de marzo–, me desperté sin sospechar que en breve se iban a desarrolar ante mis ojos los acontecimientos que cambiarían el curso de nuestras vidas. ¡Qué claro lo veo todo ahora! Yo, de un sitio a otro con el manuscrito de la novela de Heberto, temerosa de que al menor descuido lo robaran, con una tensión alimentada por las visitas constantes de ese ser sin escrúpulos que se hacía pasar por amigo, de quien yo sospechaba –y con razón– que espiaba para la policía; acosados a toda hora por una situación cada más más incierta, que conllevaba un marginamiento absoluto. Hacía rato que no le oía decir a Heberto con la seguridad de antes, que de lo único que podrían acusarlo sería de cometer “un delito de opinión”, y hacía dos días que Norberto Fuentes no salía de nuestro apartamento, que charlaba durante horas con Heberto, y yo no podía evitar el recelo que me producía su visita. Lo conocía bien, no era nuestro amigo, y desentonaba en medio de este pequeño mundo casi simétrico que no admite de por sí nuevas “adquisiones”. No, no encajaba aquí, entre los libros y la intimidad del estudio, de eso estoy segura. Su mundo era otro.

Y hacía rato que sentíamos sobre nosotros las miradas sagaces de unos ojos vigilantes, sin rostros. Estábamos siendo observados, cuidadosamente seguidos, y aquella mañana, sin duda, lograron sorprendernos.

Adormilada todavía fui y me asomé a la mirilla: estaban tocando a la puerta. Eran alrededor de las siete. No se veía nada, porque el pasillo está siempre a oscuras y es difícil distinguir un rostro en la penumbra.

Sin saber bien por qué pregunté con miedo, casi aterrorizada, quién era. Del otro lado me contestó la voz impresionante del hombre de los telegramas. Entonces pude verlo por el pequeño agujero de la mirilla: tenía una expresión terrible y un rostro muy negro. Cuando corrí a contárselo a Heberto, me dijo que no le abriera, que tirara el telegrama por debajo de la puerta.

–Lo siento, tiene quer firmar.

Yo sabía que aquel hombre no traía ningún telegrama; yo casi estaba segura de que se trataba de la policía, pero Heberto seguía negándose a que yo abriera la puerta. “¡Que tumben la puerta!”, gritaba, como si con eso pudiéramos evitar algo.

Pero fui y abrí, porque tenía miedo de que mi negativa tuviera mayores consecuencias y no quería prolongar mi angustia.

Todo se produjo a un tiempo: el empujón contra la puerta, aquel "¡Seguridad del Estado!" voceado por el gigantesco negro, su carnet de la policía secreta casi incrustado sobre mis ojos, y aquellos doce o trece hombres que se abalanzaron pistola en mano dentro del apartamento.

No fue preciso que reaccionara, porque uno de ellos se ocupó de gritarme que me sentara en una silla próxima. Y al poco rato vi aparecer a Heberto, vestido con aquel pantalón “pitusa” (jean) que le había regalado Efraín Huerta, de color crema, y la camisa checa de mangas largas, a cuadros amarillos y azules, seguido de un grupo de policías que aún no habían guardado sus armas, como si se tratase de impedir la fuga de algún peligroso criminal.

Lloraba dominada por los nervios: frente a mí se estaba produciendo una escena extrañísima, difícil entonces y ahora de ubicar. Las pesadillas se sucedían. Un enano moreno comenzó a tomar fotografías del apartamento, de mí, y de cuanto le llamaba la atención. No se salvó la ilustración de la revista americana donde anunciaban aquel wisky matizado de ideología: “Solo hay tres países donde no se vende: Viet Nam, Corea del Norte y Cuba”, decía el anuncio, que yo había enmarcado y puesto en la pared. Yo, que coleccionaba anuncios, iba a ser juzgada ahora por mi ingenuidad. El dolor y el miedo pueden engendrar su propia rabia, porque no sé cómo, saqué valor y le grité al hombre con cara de fotógrafo, que retratase también ese otro cuadro gigantesco donde asomaba mi poema junto a un dibujo casi litúrgico del Ché. Ocupaba casi toda la pared principal de esta sala-comedor hasta rozar el techo, y era imposible no verlo. Fue un regalo de Alberto Mora, al finalizar la exposición del Departamento de Cultura de la Universidad. Pero el hombre no se dio por enterado; su misión consistía en que no se le escapase ninguna huella del delito que pudiera servirles para acusarnos de disidencia política. Aquel Ché le debió parecer obvio, para disimular, así que continuó implacable en su búsqueda.

Sin dejar de llorar, invoqué el nombre de Dios, oré en silencio, tratando de encontrar una respuesta. Repetía una y otra vez el Padre Nuestro y el Ave María. De pronto, el ruido de algo que chisporroteaba en el fuego llamó mi atención. Era una vieja lata de melocotón, ahora vacía, que yo había puesto al fuego con agua, momentos antes de que tocaran a la puerta. Estaba preparando el café y había vuelto a la cama en espera de que hirviera. Consumida el agua, ahora chisporreataba. Finalmente, el policía fue y cerró la llave del gas.

Al mismo tiempo, me invadió una paz enorme, una tranquilidad nunca imaginada, y desde algún sitio de mi universo sentí una voz que me decía: “No te preocupes, nada les pasará. Todo se ha acabado”. A pesar de mi estado de “beatitud’, traté de ser realista, y quise contradecirme, alejar las falsas esperanzas, porque mi “corazonada” me parecía demasiado ilógica. ¿Qué podíamos esperar; cómo no temer a los años desperdiciados en una cárcel, cómo no sentir miedo ante la pérdida de la libertad? ¿Es que acaso no habían dado ya el primer paso? ¿No se habían llevado a Heberto a los cuarteles de la Seguridad del Estado?

Una voz me hizo volver a la realidad. Los policías que se habían hecho cargo del registro comenzaron su labor implacable de destrucción. Eran brutales. En un segundo crearon un caos absoluto, sobre todo porque el nuestro era un pequeño apartamento. Aquí no había más que libros y algunos cuadros en las paredes: un lugar de trabajo para un par de escritores, eso era todo.

Todavía me acompaña la sensación de náuseas. Pedí que me dejaran ir al baño (a mi propio baño) y tuve que volver tres veces. Yo no soñaba, sabía que aquella voz que quería parecer amable, la del jefe del grupo –un hombre de estatura baja y regordete–, me preguntaba ahora dónde habíamos escondido la novela.

–¿Por qué no nos evita la búsqueda y nos dice dónde está?

Entre sollozos, le contesté como pude, tratando de no delatarme con algún movimiento involuntario de mis ojos.

Me dejó por imposible. Lo vi entonces dar media vuelta e internarse en nuestra habitación. Pero enseguida, una voz alarmada, que llegaba desde el cuarto de mi hija, puso a todos sobreaviso: “Miren esto! ¡Aquí está! ¡Aquí está!”.

Había aparecido la primera copía de la novela. Con el movimiento de los libros del pequeño estante que hay en la habitación, un cuadro se deslizó de la pared y una de las copias cayó al suelo, dejando al descubierto el escondrijo: la parte posterior del marco formaba una cajuela perfecta para albergar la copia.

Enseguida comenzaron a desmontar todos los otros cuadros que colgaban de las paredes: implacables cuchillas rompían los enmarques, en una búsqueda inútil, porque no volvieron a encontrar copia alguna detrás de estos, pero aparecieron en otros sitios, como si de pronto, todas hubieran estado a la vista.

Oí entonces el comentario sarcástico del jefe: “¿Así que no sabía dónde estaba!, ¿eh?”.

Tenían ya en su poder las cinco copias que Heberto le había mandado a hacer al mecanógrafo, aquel señor asustadizo del que no he vuelto a tener noticias, que entonces parecía aterrarse más y más en la medida en que avanzaba con su trabajo.

Me abandoné a los malos pensamientos. Se habían llevado a Heberto, habían encontrado las copias del manuscrito de la novela, y era imposible, pensaba, que aquello tuviese un final feliz, o por lo menos entonces me parecía muy lejano. Sumida en estos amargos pensamientos, sin dejar de llorar, comprendí de pronto que mi última esperanza estaba a punto de desvanecerse si no ocurría un milaglro. Uno de los policías, un joven largo y flaco, se acercaba lentamente al cesto de mimbre que había en la sala-comedor, y donde estaban depositados algunos juguetes de mi hija. Iba a comenzar a registrar allí, cuando de súbito el jefe lo interrumpió con voz de mando: “No, déjalo”. Y a mí me pareció milagroso.

Su orden evitó a tiempo que se llevaran el original de la novela. Yo misma la había ocultado ingenuamente en ese sitio: se trataba de una copia llena de tachaduras, resguardada entre dos tapas azules de cartón y envuelta en un nylon. Me he prometido a mí misma que no se lo diré a nadie, que dejaré en manos del destino su salvación.

Entonces apareció el jefe de la “operación” de detención y registro, y comenzó a cerrar las ventanas del apartamento y a decir que tenía que acompañarlos a la Seguridad del Estado para firmar algunos papeles relacionados con la detención de Heberto. Me negué una y otra vez; sabía que aquel no era el procedimiento habitual, estaba segura que pretendían engañarme. Pero de nada me valió negarme. A mi alrededor el desorden era impresionante, había libros tirados por el suelo, cuadros destrozados, así que supe que mi única opción era acompañarlos. En unos minutos el apartamento quedó cerrado y el responsable del grupo dio una orden que yo no logré entender. Fue entonces que le rogué ingenuamente que me permitiera ir a informarle al vecino, que a su vez era presidente del Comité de Defensa, y que vivía en el edificio, lo que había ocurrido en mi casa. ¡Qué absurdo de mi parte!, como si valiera la pena que ese señor de voz agudísima y espejuelos negros a perpetuidad, un velado enemigo de todo el que no pensara como él, se enterase de nuestra situación.

Por supuesto, me respondieron que no era necesario, que tenían prisa, y comprobé que uno de ellos se iba quedando rezagado a propósito, mientras me alejaba escoltada por la policía, por aquel pasillo casi en penumbras. Sin duda, trataban de evitar que yo llamase la atención de los vecinos.

Pero yo no cesaba de llorar.

Saturday, June 1, 2019

Humberto García Silveira. In Memoriam (por Víctor Mozo)

Nota del blog: Sección semanal a cargo de Víctor Mozo. Cada sábado comparte un texto, de lo que será un libro sobre sus vivencias durante los primeros años de la llamada "revolución cubana" y su cautiverio en los campos de trabajo forzado, conocidos como UMAP.

Los textos anteriores se pueden leer en este enlace.


Con el tiempo y un ganchito, como se dice a veces, conocí y trabajé con otros confinados que no venían precisamente de Camagüey. Entre ellos se encontraba un cuarteto formado por Noel Valdivia Morciego, Marquitos, Palmirio López López y Humberto García Silveira. Con ellos muchas losas que ayudé a transportar. Según decían cada losa pesaba 130 libras. El jabao Palmirio, dado a hacer pesas, las levantaba como si fueran plumas. Bueno, lo hacía para la exhibición porque como él decía había que cuidarse y no curralar mucho.

Como el aeropuerto no quedaba tan lejos, la tentación de fugarse, aunque fuera para tomarse un refresco o un yogurt no dejaba de ser grande. Nadie osaba por mucho que se comentara hasta el día en que Palmirio me propuso la escapada. Algunos trataron de disuadirnos a la vez que nos prometían no decir nada y cubrirnos mientras pudieran. Así que sin mucho pensarlo nos aventuramos.

Nos lanzamos en aquella aventura escabulléndonos entre montones de vigas y otras piezas prefabricadas que se apilaban por todos lados. Así fuimos avanzando hasta llegar a la carretera. De ahí agarramos camino rumbo a el aeropuerto donde llegamos y nos instalamos en la cafetería como dos clientes más.

Por un breve momento nos habíamos escapado en todo el sentido de la palabra, vivíamos en otro mundo hablando de una cosa y de otra a la vez que gozábamos cada uno de un yogurt y un son de cola. No recuerdo cuánto tiempo estuvimos en aquella plática, pero si recuerdo la mirada de asombro que me echó Palmirio. Detrás de mí se encontraba el sargento Hipólito. ¿Tomando yogurt, no? Nos espetó haciendo un gesto con la mano para que nos levantáramos y lo siguiéramos. Mientras caminaba delante de nosotros no sabíamos qué mascullaba entre dientes. Después del gustazo vendría el trancazo y hasta nos permitimos reírnos de nuestra hazaña.

De regreso al campamento después del trabajo el sargento Hipólito nos llevó ante el jefe de compañía quien solo se limitó a decirnos que se nos quitaba el pase semanal por un mes. El trancazo no había sido tan duro, mis padres podrían venir a visitarme los domingos.

Llegada a la tercera semana de aquel castigo ya no solo tenía ganas de salir de pase e ir a casa, sino salir por lo menos del campamento y ver otra cosa, aunque solo fuera para trabajo voluntario y los sábados siempre había. Por mucho que me quise colar en uno de los camiones ahí estaba el sargento Hipólito para decirme que no.

Así vi partir en uno de aquellos camiones Zil sin protección ninguna a un grupo de confinados de mi unidad como al negrito Humberto García Silveira. El muy jodedor, con su sempiterna sonrisa se burlaba de mí ya montado en el camión diciéndome: Te jodiste, eso te pasó por querer tomar yogurt. Sería la última vez que lo vería.

Unas dos horas más tarde comenzó a correr la noticia en el campamento de que un camión se había volcado. No era de extrañar, había choferes que conducían como locos. Había varios heridos, decían. La noticia que me dolió llegaría un poco más tarde. Hubo un fallecido y era el negrito Humberto. Fue triste perder a Humberto, un muchacho humilde, siempre risueño que quizá tenía todo un futuro por delante.

Hipócritamente, el jefe de batallón ordenó que se le hiciera un funeral casi militar y que se velara en su casa de Ciego de Ávila. De repente éramos militares, el jefe del batallón, el 1er teniente Pineda llegó hasta sugerir que hubiera banda de música para el entierro, cosa que nunca sucedió, por supuesto.

Un grupo de confinados dirigido por el político Colina acompañaría el carro fúnebre hasta su casa y allí se le haría guardia de honor durante toda la exposición del cadáver. Me brindé para ir y me aceptaron. Así, al día siguiente, salimos para Ciego de Ávila con varios compañeros, entre ellos los hermanos Marcano quienes curiosamente vivían justo al lado de la casa del fallecido Humberto.

Curiosa la familia Marcano, la mamá era adventista como sus dos hijos, pero el papá, no. Los Marcano tenían otro hermano que era capitán del ejército y fue uno de los que dirigió la guardia de honor. La familia Marcano fue muy atenta con nosotros, nunca nos faltó el café o alguna chuchería porque lo que fue comer de verdad nunca comimos hasta nuestro regreso.

Creo que el fallecido Humberto era hijo único. Su familia vivía en una casa muy humilde. Fueron momentos muy tristes con escenas que nunca he olvidado. Lo enterraron en el cementerio de Ciego de Ávila. Antes de cubrir de tierra el sarcófago el teniente Colina dijo unas palabras que a mí me parecieron falsas. De momento Humberto era como un mártir que daba la vida por la revolución. Como decía Juan Antonio Mella, exclamó, Humberto García Silveira era ancho de espaldas y fuerte de espíritu. Había que ser hipócrita y el teniente Colina era experto en ello.

Regresamos al cabo de 24 horas al campamento cansados y muertos de hambre. Para mí había valido la pena acompañarlo hasta su última morada. Siempre he recordado la cara de ese negrito risueño en todo momento, lleno de vida, llamado Humberto García Silveira. Demasiadas e innecesarias muertes había causado y causaría esa infamia llamada UMAP.

Friday, May 31, 2019

Día de la Dramaturgia y el Teatro Cubano en el Exilio. 2019 (por Matías Montes Huidobro)

"La Sal de de los Muertos",
 de Matías Montes Huidobro. 
Foto/Ulises Regueiro
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Palabras de Matías Montes Huidobro presentadas en Artefactus Theatre el 30 de mayo del 2019 con motivo de la celebración del Día de la Dramaturgia y el Teatro Cubano en el Exilio.

En el día de hoy se celebra el Día de la Dramaturgia y el Teatro Cubano en el Exilio fundado en homenaje del crítico cubano José Escarpanter, idea conjunta de Artefactos Theatre, en Miami y Ollantay, New York. Esto se dice en pocas palabras, pero significa mucho. Y tiene mucho más meollo que las pocas palabras que lo componen, que paso a interpretar. Un análisis textual de lo expuesto, si empezamos por la palabra “celebración”, nos lleva a enfrentarnos a la dualidad.

¿Una celebración? ¿La celebración de habernos tenido que ir de Cuba por un régimen que estableció el discurso de la intolerancia y la tiranía, con el cual empezó el teatro cubano del exilio? Esta decisión abismal que se nos presentó a todos nosotros en la búsqueda de “una libertad que no te será fácil” como digo en Gas en los poros, y que cada cual puso en práctica cuando pudo o cuando quiso, es la clave existencial de la historia a partir de 1959, y la de todos nosotros, que somos “los acosados” Pero si la “celebración” es el signo de la resistencia, la lucha por la afirmación del ser, y el ser del teatro, entonces hay un giro de noventa grados y somos la historia, que nos asegura la permanencia por mucho que quieran borrarnos del mapa, el to be or not to be de lo que somos. Hasta tal punto que “el otro teatro” que es el de ellos, no puede vivir sin la conciencia del nuestro.

Porque en la guerra de la Madre y la Guillotina que impuso el castrismo, se revierte el proceso de una honda de David bíblica que implica, como punto de partida, el degollamiento de la cabeza de Goliat, aunque todavía no esté en el cesto de la basura, pesadilla recurrente de la historia de Cuba que ha gestado el teatro de la crueldad en escena y fuera de ella, como logro de una estética teatral del oprimido.

Si la crueldad gesta y hace teatro, y la crueldad es materia prima, nosotros somos eso, somos Cuba en el destino del destierro, ya que no estamos allí. Entonces nuestra celebración es nuestra resistencia, es estar aquí en el fin del mundo como principio del todo, como ejemplo de una lucha de más de medio siglo en que las dos ambivalencias adicionales de la dramaturgia y la representación, como dos caras de una misma moneda construye lo más fuerte. Si la palabra de la dramaturgia se une a la gestualidad de la actuación, nos encontramos con una honda de David detrás del telón capaz de descabezar al monstruo imponiendo la dolorosa realidad del destierro. Porque, después de todo, ¿quién se lo iba a decir a Goliat? Es la honda de David de los marginados, porque son estos los que serán los primeros en el conteo histórico, aunque duela vivirlo, llevarlo a escena.

El teatro es el más marginado de todos los géneros literarios, pero en ello consiste su fortaleza. Sirva la marginación de ejemplo. ¿Quién le iba a decir a Fidel Castro que la resistencia de la marginación de los homosexuales y su obsesiva persecución, iba a ser la herida clavada de una resistencia de un hombre nuevo que él mismo se había inventado? ¿Quién le iba a decir a Hítler que las cenizas de un judío incinerado iba a ser la victoria final del más débil que convertido en un puñado de cenizas iban a configurar la mancha histórica del holocausto como si fuera un maldición bíblica al pueblo alemñan? ¿Y quien le puede decir a Trump que ponerle unas esposas a un joven de dieciocho años es un acto criminal y no es mero teatro capaz de quedar fijo en la memoria colectiva? No sólo en Cuba el arroz con pollo es un acto político como dije en Tirando las cartas. Los más débiles son siempre los más fuertes.

Ciertamente es duro, porque la intolerancia es brutal, la tenacidad es desoladora, y la pateadura es de ponerse a gritar. A mí me han puesto fuera de quicio No hay más que verme llevado a escena como me caracteriza Christón Ocon, con mis perretas en Puro Teatro, muecas, saltos y contorsiones incluso con mi bata de casa, porque ese soy yo a punto de ahorcarme.

Pero sólo el teatro podrá darnos la sobevivencia en el exilio. Cada obra que se monte escrita por un dramaturgo en el exilio, en un teatro del exilio, es una reafirmación de nuestra identidad nacional. No es una coletilla que puede tratarse conciliatoriamente como “otro teatro” que finalmente se acepte como bueno para “asumir la totalidad del teatro cubano”, aunque por muy buena que sea la intención, no somos ciudadanos de segunda clase; no somos “el otro”, sino “el todo”, que son connotaciones sutiles pero diferentes, porque “exilio” es núcleo de esta “celebración”, que no tiene lugar en Cuba, pero en el exilio, y el exilio es más cubano que las palmas.

Sirva finalmente el texto de Rubén en Exilio, a modo de marca de fábrica hudidobriana al estilo de Hitchcock. para cerrar estas palabras del día del teatro cubano en el exilio. “Entonces fue cuando entendí, Román. Tenía los ojos cerrados pero todo lo veía claramente. ¡El teatro donde éramos libres! ¡Las candilejas, los vestidos, el maquillaje! ¡Las luces. Román, un centenar de luces que venían hacia mí, hacia nosotros, aquellos fuegos artificiales de nuestra imaginación! ¡Y todo era una fantasía a donde nadie podía llegar,…! ¡El teatro, Victoria, la única verdad posible!



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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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