Tuesday, September 18, 2018

(Camagüey) Seminario San Agustín inicia su curso 2018-2019

Fotos/Fidelito Cabrera
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El lunes 17 de septiembre tuvo lugar en la iglesia de Santa Ana, la eucaristía concelebrada que marcó el inicio oficial del curso 2018-2019 del Seminario San Agustín, de Camagüey. Fue presidida por Mons. Wilfredo Pino, arzobispo local. 

Este año el centro de formación, para quienes aspiran a convertirse en sacerdotes, recibió seis nuevos seminaristas, procedentes de las diócesis de Pinar del Río, La Habana,  Matanzas y Camagüey. (Información ofrecida por Fidelito Cabrera)

Monday, September 17, 2018

Maggie Carles, una lección de paz (por Mayra A. Martínez)

Nota: Agradezco a Baltasar Santiago Martín, que comparta con los lectores del blog, esta excelente entrevista a Maggie Carles, por Mayra A. Martínez,  incluida en el siguiente número de la revista Caritate, agosto/septiembre 2018.


La presentación de la revista, será el sábado 20 de octubre de 2018, a las 8. 00 p m, en el Centro Cultural Hispano para las Artes de Miami (111 SW 5th Ave, Miami, FL. 33135).

Foto/ Eduardo Hernández. Eduardesign
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De las cantantes con enorme éxito en Cuba durante las décadas de los setenta y hasta avanzados los noventa, sin dudas, destaca Maggie Carles, ya fuera como solista o con el dúo junto a Luis Nodal, su compañero de vida y arte. Por eso, al viajar a Miami con vistas a realizar varias de las entrevistas biográficas para mi libro, enseguida traté de localizarlos, pero no pocos amigos comunes argumentaban que ya no residían en esa urbe, o dudaban al respecto, y en específico afirmaban que “ella ya no daba entrevistas”; “no atendía prensa, pues se había retirado por completo de los escenarios”. No obstante, algunos me dieron números de teléfono, que no sirvieron para contactarlos, o uno que otro correo electrónico, cuyo envío rebotó.

Así, casi me di por vencida, hasta que decidí usar una red social y mandar varios mensajes, como al vacío, cual una botella con una carta en el mar, con la ilusión de recibir en algún momento una señal de atención del otro lado. Y funcionó. Maggie y Luis contestaron, confirmando que ya no estaban en la Florida, sino en la ciudad de Atlanta, en el estado de Georgia, muy bello, por cierto, donde se establecieron para gozar de una vida con mayor paz, y como en “los viejos tiempos”, cuando en alguna ocasión les tomé fotos en la isla para su promoción, aceptaron incorporarse a este proyecto y contestar un cuestionario por escrito.

Entonces, me adentré a revisar los materiales gráficos y sonoros disponibles en Internet, para documentarme y, de paso, disfrutar de esas interpretaciones prodigiosas que la hicieron acreedora de un calificativo muy merecido: “La Voz”.

Foto/ Eduardo Hernández. Eduardesign
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Porque Maggie, una mujer de rostro hermoso y dulce trato, es una de las intérpretes con más intenso registro vocal y versatilidad que ha dado Cuba, y su obra debe preservarse y promoverse para quienes la conocieron en sus mejores etapas de gloria nacional, la recuerdan con admiración y, por qué no, para la juventud que en algún momento la irá redescubriendo de un modo u otro, ya sea a través de sus grabaciones, que deberán reponerse en las emisoras o la televisión de la isla natal, tras largo y absurdo silencio, o por los medios digitales donde por fortuna se encuentra disponible mucha de su obra.

Maggie cuenta con una amplia discografía en su trayectoria, desde 1968, cuando sacaron en Cuba el primero, de 45 rpm, con cuatro temas, del cual pegaron Un final inesperado, Te vas a casar y Mañana, o el LD de debut del dúo, en 1977, titulado Maggie y Luis con Los Magnéticos, en el cual se incluyeron temas exitosos como Feliz final, Hoy te quiero más que ayer, Feliz unión, Amar sin temor o El amor eres tú.

Hubo dos LD más: Maggie y Luis e Invitación, hasta el séptimo y último en la isla, de 1989: Maggie en vivo, grabado en el teatro Karl Marx, del cual destacaron Te veo marchar, Bachiana, Lo que no te dirán, Polvo de quimera, Ave María y Tú vas a amarme. Ya en 1993 Maggie lanzó su octava placa, donde incluyó parte de su repertorio anterior, y luego presentó nuevas propuestas discográficas: en 1994, Sentimientos de amor; en 1996, Paloma o pantera –un hit global, donde además hizo dúo con el famoso tenor español Plácido Domingo, en Perdón y obsesión–; hasta llegar al que sin dudas ha sido el principal trabajo sonoro de Maggie: su onceavo disco, Canto, amo, sueño, de 1998, producida por el reconocido pianista, compositor, arreglista y productor argentino Bebu Silvetti, del cual destacaron piezas como Para que no me olvides, Páginas blancas, Yo soy una mujer, Canto, amo, sueño o Un amigo se va. A este siguieron otros dos más, Broadway latino y Cubanerías.

“Nací en Maternidad Obrera de La Habana, el 17 de agosto de 1950, y mi nombre completo es Juliana Magali Carles Pacheco, sin acento en la e, aunque desde chica mi tía materna, Isabel Pacheco, me identificó como Maggie, y así me han nombrado todos a lo largo de mi vida. Me crié en la calle de Santa Ana 339, del Cerro, y mis primeros estudios fueron en Amalia Simón´, una escuela privada de la zona.

“Así, desde pequeña me gustaba la música y el deporte, el cual fue lo primero que desarrollé, pues siempre fui grande y corpulenta, e incluso llegué a ser campeona de natación, lanzamiento de jabalina, bala y disco en los juegos escolares de mi escuela ‘José Luis Arruñada’, en Nuevo Vedado. También participaba en coros del colegio y ahí formé parte del cuarteto Los Orates, fundado por estudiantes, donde siempre fui la voz principal, y como era muy corpulenta, al abrir mi boca para cantar todos olvidaban mi gordura. De ese modo transcurrió mi juventud, y por suerte nunca tuve complejos, ni fui víctima de bulling, o como se le dijera por entonces.

“Mi padre, nacido en La Habana, Antonio Salvador Carles, era descendiente de español, pues mi abuelo era de Málaga. Mi madre, María Migdalia Pacheco, era natural de Cabañas, Pinar del Río. Curiosamente a ella le decían Marta, aunque no era su nombre, pero se lo pusieron cuando chica por el de un personaje de una novela radial de la cual era asidua oyente. Y en verdad, nunca me creí, ni pensé en ser artista. Además, mis padres no lo consentían. No obstante, nunca influyeron en mí, en cómo o qué estudiar, solo querían que fuese una buena estudiante, y después escogiera lo que yo quisiera. Por ejemplo, siempre me gustó el baile, en especial el ballet, pero con mi tamaño y figura solo pude ser bailadora, no bailarina. Y el canto fue mi refugio, poniéndome a cantar en la azotea de mi casa, con mis amigos y vecinos jóvenes igual que yo, y así pasaba feliz el tiempo.

“Mi ídolo en esa época era Estela Raval, a quien escuchaba constantemente y quería imitarla, pues siempre fue excepcional para mí. Y en la casa se oía mucha música, pues a mi padre le gustaba el tango y lo mexicano, y en las tardes después de su trabajo sintonizaba en la COCO programas como los de Javier Solís y de otros de ese tipo. De este modo, un buen día, una gran amiga, Lissete Vila, en ese entonces novia del músico Armandito de Sequeira, me dice que él estaba buscando una cantante para su grupo, proponiéndome que me probaran. Entonces, el día de su cumpleaños fui y allí se dio mi encuentro con la música en serio, pues Armandito me pidió ser la voz cantante de su grupo “Los Cinco de Sequeira”, y así comenzamos a montar temas, mientras él componía para mí. Fuimos a Radio Progreso y grabamos Un final inesperado y otras de sus canciones que todas fueron exitosas, como Te vas a casar, Mañana o El chico de ojos verdes –este de Sarita Santana–, que se pasaron por radio hasta el cansancio. Eso me dio a conocer y me dio entrada en la televisión, de la mano del gran director y amigo Manolo Rifat, despegando así en grande toda la carrera de Maggie Carles.

“Con solo 16 años y sin experiencia, Armandito fue mi primer guía en los inicios; él me enseñó muchas cosas del canto, y era muy selectivo con el repertorio que yo debía interpretar. Por eso, al cabo del tiempo, lo admiro mucho y lo quiero, con un lugar especial en mi corazón como un gran músico y amigo. Y reitero que nunca creí que llegaría a cantar profesionalmente, pues mis padres estaban opuestos a eso, pero los convencí con mi constancia. Después vino el concierto en el teatro Amadeo Roldán, y en otros teatros, en los cuales siempre recibí la aceptación cariñosa al extremo del público, que me bautizó como ´La Gordita que canta´”.

Según datos, debutaste en 1967 en la TV: ¿Fue con Un final inesperado?; ¿quién es el autor, Sequeira?

Como ya comenté, debuté con Un final inesperado, de Sequeira, y de la mano de Manolo Rifat, en Música y estrellas. Al inicio, en la dirigencia del ICRT querían que me llamara Magali, no Maggie, que parecía americano; una tontería, pero me negué y seguí igual.

¿Estudiaste música o canto? ¿Con Mariana de Gonich? ¿Te gustaba lo lírico o lo popular?

Sí, estudié con la gran maestra Mariana de Gonich, excelente profesora, la cual preparó a muchas figuras cubanas que fueron y son aún estrellas del canto, como Luisa María Güell, entre otras. Con Mariana solo cursé seis meses, pues ella mandó a buscar a mis padres y les dijo que yo no necesitaba clases de canto, que era algo raro de la naturaleza, que ya impostaba la voz con técnica y sabía trabajar con mi diafragma.

Por tanto, ella no quería seguir cogiendo el dinero de las clases, pues en verdad yo no lo necesitaba. Mariana quiso llevarme a la línea lírica y me enseñó mucho de ese género, pero yo siempre quise lo popular, lo cual ella muchas veces rechazaba, pero era tolerante. Así fue mi tiempo junto a esta gran señora de la enseñanza, de la cual guardo lindos recuerdos. y seguro que Dios la tiene en su gloria.

¿Tenías cantantes preferidos desde chica, estilos y géneros que te motivaran más? Además, recuerdo que en tus actuaciones siempre eras muy “movida”, ¿te has considerado una artista extrovertida en el escenario?

Bueno, como ya dije, mi primera inspiración fue Estela Raval, después vino Monna Bell, hasta que descubrí a Barbra Streisand, quien ya moldeó mi preferencia totalmente. También, tenía mucha afición por la música italiana y la brasilera. Y como con el ballet nada podía hacer, me preparé para trabajar mi estilo, y sí, me gustaba moverme, como toda buena cubana, pues tengo sangre latina al 100%. Igualmente, de los cubanos, me gustaban mucho Elena Burke y Omara Portuondo, y de la lírica, María Remolá, además de cuartetos como el de Meme Solís y Los Bucaneros.

¿Tuviste en algún momento repertorista? ¿Cómo resolviste eso en tus inicios?

El primero fue Sequeira. Luego, yo misma escogía el repertorio, y muchos también me ayudaron, como José Ramón Urbay, de la Orquesta de la Radio y TV; Pedro Coto o Vlachoba. En ese entonces fui colocando temas del compositor Luis Rojas, como Qué sé yo o Qué te han hecho corazón. También me ayudaron otros compositores, e hice versiones como Amore Chao, o el tema de la novela La vida siempre empieza, de Lama. En fin, fueron muchos que me apoyaron y me daban sus canciones, de las cuales algunas canté y otras no, pues no tenían lo que yo quería para mí.

Aunque no tengo el propósito de indagar mucho sobre la vida privada en mis entrevistas, tengo el dato de que te casaste en 1969 y tuviste tu primer hijo. En pleno auge de tu incipiente carrera, ¿no era un inconveniente para dedicarte de lleno al canto?

Me casé en 1969 con el actor Iván Colas, y te confieso que lo hice porque quería tener la libertad de moverme en mi trabajo y dedicarme totalmente al canto, sin la inclusión de mis padres, que me acompañaban a todas las actuaciones o programas de televisión. Era otra época, pues ahora el libertinaje de la juventud es otro mal. Pero mi primer matrimonio duró muy poco, pues en el 71 ya estaba divorciada.

No obstante, de esa relación nació mi hijo Iván, quien vive conmigo acá, aunque estuvimos 20 años separados, ya que me castigaron de ese modo por abandonar el país en pleno éxito. Fue un duro castigo, y eso no lo olvidaré jamás. Y sobre la inconveniencia de ser madre en esos inicios, solo me retiré por un breve tiempo para dar a luz a mi hijo en 1970. Después grabé Nos veremos mañana –Amore Chao–, que también pegó mucho desde que salió, o sea, que regresé por la puerta grande nuevamente, con esa versión de un tema italiano.

¿Te interesaba mucho más el contacto directo con el público sin que te importara tanto el glamour?

Mira, nunca he vivido del glamour; siempre he sido sincera, eso me ha traído muchos enemigos y también amigos. No digo mentiras, pues es el triunfo de hoy y el fracaso de mañana.

Leí que desde los inicios te presentaste en lugares tan inusuales como San Ramón de las Yaguas, en la Sierra Maestra, adonde no había llegado otro artista, o en escuelas al campo, para la juventud, o en el Rincón, es decir, que te abriste a muchas opciones de trabajo.

En verdad, como solista no viajé tanto por la isla, porque rara vez salía de La Habana. Eso sí, hacía mucha televisión y teatro, eso en los comienzos. No obstante, la visita a San Ramón de las Yaguas fue más adelante, ya cuando integraba junto a mi esposo Luis Nodal – 41 años de casados–, el dúo ”Maggie y Luis”, muy popular entre todas las edades, por nuestra música y entrega total como artistas. Entonces, sí fuimos hasta San Ramón de las Yaguas, un lugar recóndito, donde nadie había actuado y exigimos a Cultura de Santiago de Cuba que nos programara ahí. Sucedió como en 1978 o 79, y fue una experiencia inolvidable, tanto que repetimos las actuaciones en dos años consecutivos.

¿Cuándo conociste a Luis? Tengo entendido que en principio era contador, que luego cantó con la Orquesta Típica Cubana, y se conocieron trabajando en el Parisién del Hotel Nacional en 1973, para casarse tres meses después. ¿Fue así?

Foto/Cortesía de Maggie y Luis
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No exactamente. Conocí a Luis en agosto de 1972, quien aún estaba casado. Pasó el tiempo, se divorció, y aunque no manteníamos relación alguna, nos encontramos en el mismo lugar de trabajo, el Parisién del Hotel Nacional, donde él hacía los bailables con su orquesta Típica Cubana y yo era la figura del show. Ahí recordamos nuestro anterior encuentro. Fue el 10 de enero de 1973, y en ese momento empezó nuestra verdadera amistad. Hasta que un 23 de febrero me declaró su amor e intención de casarse conmigo. Yo tenía 22 años y él 30; mantuvimos una relación de novios, aunque algunos no lo crean, y un 15 de marzo de 1973 decidimos unir nuestras vidas en las oficinas del Palacio de los Matrimonios de Marianao, a las tres de la tarde.

Luis había comenzado como cantante con la Orquesta Sublime, en 1962, aunque había estudiado para contador público con vistas a llevar el negocio paterno, una gran industria de aluminio ubicada en Guanabacoa, ´Industrias Nodal´, que fue intervenida, tras lo cual su padre se quedó sin ingresos a pesar de haberla levantado con mucho sacrificio junto a sus tres hermanos. Fue entonces cuando Luis decidió unirse a la Sublime, donde permaneció por más de 10 años. Hoy en día puedo decir que casarme con Luis fue la decisión mejor tomada en mi vida. Es un gran hombre, amigo, amante, marido ejemplar, el cual ha mantenido siempre un respeto y una admiración por mi trabajo, y ha sabido guiarme en todos estos años, sin tener que vender nuestra alma al diablo.

¿Qué significó desde el punto de vista profesional ese enlace? ¿Él siguió con la orquesta o ya habían decidido crear el dúo?

Nuestro enlace fue muy feliz, solo que el Ministerio de Cultura no vio bien que yo me casara con un cantante de una orquesta, pues ya era una figura nacional y él un desconocido. Así, los programadores del famoso Centro de Programaciones Artísticas me planificaban actuaciones para Pinar del Río, mientras a Luis y su orquesta los mandaban para Oriente. Era una guerra obvia contra nuestro vínculo, no una ni dos veces, sino todo el tiempo.

Ya cansados de casi vivir en esa situación, un día, viajando hacia Varadero para una actuación mía en el Hotel Internacional, íbamos escuchando la radio norteamericana y nos sorprendió un tema de Frankie Valli llamado en español Juro ante Dios, donde en medio entraba la voz de una mujer realizando una conversación cantada junto al intérprete. Era una pieza pegajosa y estaba en el hit parade americano, que también lo escuchaban los jóvenes en las escuelas en el campo por onda corta. Entonces, nos dimos a la tarea de buscar números que tuvieran ese esquema y realizar nuestras versiones, siempre con el tema de la felicidad de la pareja y el amor a Dios.

¿Fue así como conceptualizaron el dúo, definiendo el tipo de música y la proyección escénica?

Por supuesto, cuando formamos el dúo decidimos hacer música norteamericana, de artistas y grupos conocidos, pues no había autores cubanos que realizaran canciones con las ideas que teníamos. No queríamos el dúo tradicional, sino hacer una conversación entre dos personas en los temas, y que siempre fueran de la felicidad, de la pareja, del amor, de la libertad, de las cosas lindas de la vida, y tuvimos que realizar versiones de números de Frankie Valli, Al Jerou, Tabares, etc., utilizando la melodía y creando hasta cierto punto las letras en español. Muchas veces nos acusaron de diversionistas, pero ni hacíamos traducciones, sino versiones.

Y de pronto nos prohibieron en la televisión por aquellos esquemas que existían, por el repertorio, o porque Luis tenía el pelo largo y yo me vestía acorde con la moda de la juventud internacional, al igual que el grupo que nos acompañaba en ese entonces, Los Magnéticos.

Ante ese cierre en el principal medio de difusión, decidimos no bajar el ritmo de trabajo; al contrario, para darnos a conocer de manera directa y profunda entre la juventud, con mayor fuerza, nos fuimos a la Isla de la Juventud, para hacer un recorrido por más de 30 escuelas en el campo. Fue un arduo trabajo, pues comíamos con los estudiantes en su comedor, compartíamos todo el tiempo con ellos, y después ofrecíamos el recital con nuestra música, lo cual nos hizo penetrar en sus corazones y memorias, tanto que hoy en día nos encontramos con médicos, abogados y profesionales de toda índole que nos conocieron en esa época en sus escuelas, donde no iba aún ni la Nueva Trova.

Nos presentamos en vivo en tantos lugares que no le quedó más remedio al ICRT que volver a incluirnos en sus programas y en la radio, en este caso, de la mano del amigo Emérito Martínez, aún director del programa Nocturno, el primero en promover nuestro tema Feliz final, que en ese momento nos significó un “feliz comienzo”. Por otra parte, para el repertorio nos guiábamos por la emisora estadounidense Super Q y hacíamos las canciones, las interpretábamos y los jóvenes se familiarizaban con nuestra propuesta tan fresca.

Muchos amigos con visión más amplia del arte, nos ayudaron y apoyaron en nuestra meta de llegar en vivo a todo el país. Nunca olvidaremos cuando en la Plaza de Guantánamo, en 1974 o 75, se inauguró el Poligráfico más grande de América Latina, y fuimos seleccionados para actuar en ese evento, donde en primera fila estaba toda la nomenclatura, al más alto nivel, y cuando salimos a cantar la multitud de jóvenes de 10 secundarias concentradas allí empezaron a corear en masa nuestras canciones. Ahí confirmamos hasta dónde había llegado nuestro mensaje de felicidad y de pareja. Fue inolvidable.

¿Cuáles fueron los principales éxitos de aquellos años?

Hubo varios, pero los más escuchados fueron Feliz final, Sólo por ti y Pasados 10 años, dedicado a nuestra unión en 1983, cuando ya había nacido nuestro hijo Alien. En promedio fueron más de nueve temas muy populares, que aún se difundieron hasta 1993, hasta que nos borraron del mapa de la cultura cubana, solo por vivir en otro país, lo cual paradójicamente en la actualidad está permitido. Así son las cosas, ¿no? Finalmente, tuvimos el dúo durante 10 años. Y sabemos cómo fuimos muy cuestionados por detractores u oportunistas de aquellos tiempos, pero navegamos contra viento y marea, recorriendo cada pedacito del suelo cubano, y eso nos dio más que fama, nos dio familiaridad con cada uno de los que nos escuchaban o iban a vernos en todos los espacios de actuación de sus municipios o barrios, porque no desdeñábamos ninguno. Así fue la indiscutible popularidad del dúo Maggie y Luis.

Y los escenarios más habituales fueron los teatros de La Habana y de las provincias, además de los cines de cada municipio y sus plazas de concentración, incluidos lugares intrincados como el Tablón, en Cumanayagua, y Ramón de las Yaguas. Cada presentación era inolvidable por el cariño que nos entregaban en cada una, y al terminar atendíamos al público hasta que se fuera el último, a quien quisiera una foto o para darnos un abrazo de agradecimiento. Ese era nuestro premio y lo que nos hacía imparable en el trabajo.

¿Por qué deciden romper el dúo luego de una década y relanzarte como solista? ¿qué definió esto? Porque he leído mucho al respecto, que Luis tomó la decisión y que su sueño era hacer los conciertos Maggie en vivo 1, y pasar a ser tu productor, manager y director artístico. Te puntualizo porque has dicho que él “sacrificó su carrera”, pero con los años hemos visto que lograron despegar ambos muchísimo. ¿Qué opinas?

La decisión sí fue de Luis, porque yo no quería. Pero él veía en mí un talento sin desarrollar, centrado solo en temas simples y pegajosos, como los del dúo, formato en el cual no teníamos competencia, con todos los premios de Popularidad nuestros en cada certamen. En fin, no había más techo. Entonces, él me confesó su sueño de verme sola en un escenario y pasar por diferentes géneros y diferentes idiomas, con una gran orquesta dirigida musicalmente por Rembert Egües. Y Luis luchó dos años para lograr la autorización de mi primer gran espectáculo. Mientras, Rembert hizo todos los arreglos, y Luis el diseño de luces junto al luminotécnico Noa, en el teatro Karl Marx y el diseño de escenografía estuvo a cargo de René de la Nuez Jr. Así nació Maggie en vivo I, en 1987, y después, a petición del público, en 1989 se montó Maggie en vivo II, con cosas del primero e integración de otras. Y ese fue mi último concierto de magnitud en La Habana.

Reconozco que, gracias a la autorización de la máxima autoridad del Ministerio de Cultura, de (Armando) Hart, finalmente pude presentar mi concierto por los 20 años de carrera, un 17 septiembre de 1987 en el Karl Marx. Porque pasaba el tiempo, y el guion era rechazado por los asesores con absurdos argumentos, como que incluía el Ave María, de Schubert o La candela, popularizado por Celia Cruz, pero este era de compositores cubanos, además de incluir otros tres temas en inglés.

Increíblemente, entre la presión del ministro y la total negativa de Luis a cambiar el repertorio, luego de muchas discusiones pude ofrecer ese concierto, inolvidable para nosotros y para quienes lo disfrutaron durante dos horas. Después se quiso transmitir por TV, pero censurado a una hora, acción cancelada por el entonces director del ICRT, Manelo, quien con justeza aprobó que lo trasmitieran por completo para quienes no pudieron asistir al teatro. Y los grupos acompañantes fueron, en el siguiente orden: Los Magnéticos, Lágrimas Negras, de Camagüey; Los Dada e Íreme, de Pinar del Río, jóvenes y excelentes músicos, como todos los cubanos, con calidad y respeto por lo que hacíamos juntos. Los temas principales fueron el Ave Maria, escogido por la ternura y la concentración, y Tú vas amarme, por la fuerza y demostración de voz e interpretación que exigía. Ambos me consagraron, y se lo debo a Luis y al Maestro Egües. También fue hermosa la entrega total de la Orquesta del ICRT, bajo la batuta del Maestro Urbay. Ellos amaron ese concierto, lo hicieron con alma y corazón, y se nota en el video que conservo del mismo. Incluso, pueden verlo en mi sitio web www.maggiecarles.com.

Por supuesto, funcionó muy bien el cambio de proyección artística…

Mira, Luis es un excelente cantante, muy exigente y trabajador; su superación después de la orquesta fue increíble. Allí era uno de los cuatro cantantes, y después pasó a ser solista. Sin embargo, como te dije, en pleno auge del dúo decidió no hacer más temas y pasar a dirigir. Eso sí, yo le exigí como compañera en la vida y en el arte que siempre haríamos algún número del dúo en mis conciertos y que él hiciera uno solo, pues no se podía desperdiciar ese talento. Así ha sido siempre. Luis es alguien que no se puede obviar en mi vida y carrera.

Me consagró como cantante y disfrutó desde el público mis actuaciones, de eso tengo constancia, y muchas veces sus lágrimas salían cuando veía cómo los espectadores me respondían con creces y sentía suyos esos triunfos. Sin él no hubiese existido Maggie Carles como la cantante internacional, incluso, al llegar a Miami, guió todos mis conciertos y grabaciones, hasta que llegué a la mano del gran maestro ya fallecido Bebu Silvetti, quien produjo totalmente el disco más importante de mi carrera Canto, amo, sueño.

También estrenaste una nueva imagen física por aquellos tiempos…

Esos conciertos fueron muy importantes, pues demostramos que cuando uno se prepara y ama lo que hace es capaz de conseguir cosas impensables; incluso hoy en día no se ha realizado en ese teatro algún concierto con esas características. Para mí fue un gran reto, quería complacerme, complacer a Luis y no defraudar a mi público ante la nueva Maggie. Yo había quedado muy gorda después de tener a nuestro hijo Alien, y pensé en cambiar mi imagen. Me costó trabajo convencer a Luis y comencé la dieta rigurosa, para después pasar a las cirugías necesarias para corregir mi cuerpo. Él me cuidaba mucho, me daba mucha fuerza, y su fe me hizo llegar al final con la meta y fue un impacto total esa nueva imagen.

¿Qué cambios esenciales se dieron en tu trabajo a partir de ser solista? ¿Te sentiste segura?

El cambio fue total. Estaba en el escenario sola –ya me había acostumbrado al dúo, y ahora ya no estaba ahí mi apoyo, pero sabía que su amor estaba conmigo y me daba seguridad el saber que se encontraba detrás de todo, cuidándome en cada aspecto. Ya a partir de ahí fueron solo presentaciones en los grandes teatros de las provincias y algunos municipios, con el mismo vestuario y un grupo grande; no se podía con la orquesta del ICRT por problemas de traslado. Sin embargo, el acompañamiento no sufrió nada por el profesionalismo del grupo Íreme.

No hice cabaret durante toda esa etapa, sino que buscamos donde se podía presentar el concierto Maggie en vivo. Sólo se hizo un disco del gran concierto, con la EGREM en contra, pero se impuso Rembert y se logró grabar con la base del grupo de Arturo Sandoval, así como las cuerdas y coro de la orquesta del ICRT. Solamente se autorizaron 5000 unidades del disco, vendidas en un solo día en el mismo teatro. El papel de la carátula lo compramos con el dinero del premio de Sopot y lo llevamos a la imprenta en Cuba. Y agradecí que, por pura voluntad de los trabajadores de ambas empresas, dando sus horas sin retribución alguna, se hizo la impresión de la carátula y del LD.

Yo no recibí ni un centavo de esa venta; eso sí, recibí y disfruté el placer de que aquí muchas personas, entre sus cosas personales al salir de Cuba, trajeron ese disco, de los cuales pude tener uno gracias a que me lo regalaron, incluso firmado por mí el día del concierto. Eso fue hermoso. Después la EGREM ya no se motivó por grabar más a Maggie Carles, pues su director no tenía interés en eso, solo en la trova.

¿Anécdotas en ese sentido que te hayan emocionado?

Fueron muchas, muy lindas, y serían innumerables, pero las más hermosas son actuales, cuando nos encontramos con personas de más de 40 años, que nos recuerdan con gran respeto y admiración. Ejemplo de esto se dio cuando le hicieron la operación a corazón abierto a Luis y el médico anestesista, el Dr. Luis Santiago, del hospital de la universidad, nos reconoció, pues actuamos en su escuela al campo, en Isla de la Juventud, y nos abrazó con gran cariño. Aquellos jóvenes eran quienes nos daban el amor, se nos acercaban para darnos la mano y escucharnos, no para criticarnos por nuestra música.

¿Cuáles fueron los premios durante tus años de trabajo en Cuba?

Ocho veces obtuve el Premio a la Popularidad de la ya desaparecida revista Opina. También, el de Interpretación y Mejor Canción en Sopot´88, y en un Festival de la Televisión Internacional de Mesam, en Yugoslavia, un Premio de Interpretación, creado para mí pues no existía, en respuesta a las exigencias tan fuertes del público. En Dresde, RDA, un Segundo Lugar en Mejor Canción, y en un Festival Melodías Amigas, de la URSS, el Premio de la Popularidad. Así mismo, me fue arrebatado el Premio a la Popularidad y Mejor Canción en Cuba en un Concurso Adolfo Guzmán con el tema de Rembert Polvo de quimera, uno de los más bellos del maestro, por Silvio Rodríguez, presidente del evento ese año, para dárselo a Pablo Milanés por un tema que no lo merecía. Pero, eso era así. Sin embargo, para mí el mayor premio desde el primer día que pisé un escenario fue –y han sido– los aplausos del público, y que me recuerden siempre con un gran amor y respeto.

¿Cuál fue tu última presentación en Cuba y qué anécdota tienes de esa actuación?

Mi última actuación fue en noviembre de 1990, en el gran Teatro Oriente de Santiago de Cuba, con un lleno total y a puertas abiertas, pues mucho público se quedó sin entrar. Al otro día fuimos al Santuario del Cobre a cumplir una promesa mía hecha a la Virgen por la curación de mi padre, y tuve que esperar la autorización del Partido para cantar allí, pasadas las seis de la tarde, hora en que cerraba el santuario, para evitar que el público asistiera o que me vieran en una acción religiosa. Pude cantar frente a la Patrona de Cuba y el párroco en ese entonces grabó mi canto y todavía lo conserva como algo personal, aunque se ha trasmitido en varias ocasiones. Esto y muchas cosas más que prefiero no contar me llevaron a pensar en vivir fuera de Cuba, pues solo así podría dar rumbo a mi carrera internacional. De esta manera, el maestro Rembert Egües, por aquellas fechas director de un club de jazz en París, Le Trois Mailletz, le enseñó mi trabajo al manager del lugar, y se decidió que fuese de prueba por tres meses. Y de ahí salió el contrato por cinco años, que nos permitió permanecer un tiempo en Francia.

En principio fuimos en 1989, y después regresamos al siguiente año, con un contrato negociado sin nuestra participación, pues solo recibiría mi salario cubano en pesos y 10 dólares diarios para Luis y para mí, que debían cubrir desayuno, almuerzo y comida. Gracias al manager del lugar sobrevivimos, y siempre le agradeceré al señor Jacques Boni su bondad y apoyo. Yo trabajaba de jueves a domingo, a las 12 de la noche. El club de jazz abría a las nueve, con la presentación de diferentes artistas de varios países, cada uno durante una hora, y la de Cuba era a la medianoche.

Con posterioridad, a partir del éxito alcanzado, se hacían presentaciones de martes a domingo para cumplir con la demanda popular. Ese segundo lapso lo comencé en febrero del 90, y abandoné el lugar en agosto de 1992, cansados de que las instancias cubanas recibieran toda la ganancia. Incluso, hicimos amistad con algunos cubanos exiliados desde hacía años en Francia, y solo por eso querían regresarnos a la isla. Y nos marchamos de Francia para entrar a Estados Unidos, adonde realmente viajamos gracias a gestiones de la hija de Luis, que había partido de Cuba a principios de los 80. Él no había tenido comunicación con ella desde entonces, pues no entregaban sus cartas, pero Dios es grande, y estando escondidos, pasando trabajos por no poder presentarnos en algún lugar, contamos con la ayuda de grandes amigos cubanos y argentinos, mientras su hija hizo todos los trámites. Y el primero de febrero pisábamos esta tierra, donde nos recibió con gran afecto la prensa, la radio y la televisión, y por supuesto nuestro público.

A pesar de las dificultades materiales, aquel tiempo en París significó una buena escuela. No era un gran teatro, sino una cueva del siglo XVI, habilitada para un club reconocido por todo el mundo en Europa. Los tres años allí fueron lindos por la aceptación del público, tanto francés como internacional. Pude aprender a trabajar para el espectador más cerca que en un teatro, pues estaban ahí sentados a dos pies míos, frente a frente, con una audiencia respetuosa y efusiva, que recibía mi trabajo con pasión y aceptación. Eso me llenaba de fuerzas para seguir adelante. Y por ahí pasaron muchos artistas, Nina Simone, Manda Jim, todos jazzistas y otros que no recuerdo, pero todos de gran calidad.

¿Qué pasó en los primeros tiempos en Estados Unidos? ¿Pudiste contar con contratos, continuar con un ritmo razonable de tu carrera? ¿Cuáles han sido los principales escenarios, tanto allí como en otros países?

Foto/ Eduardo Hernández. Eduardesign
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Al poco tiempo pude grabar mi primer disco, con la versión del tema de Dolly Parton, I will always love you. Juan Carlos González, que había sido director nuestro en Cuba, hizo la letra para la versión en español, y resultó todo un éxito internacional. Ese disco me dio a conocer en América Latina, lo cual en 20 años de carrera jamás había logrado. Aquí aprendimos lo que era un contrato de trabajo, ganando lo que nos pertenecía, y presenté mi gran concierto Maggie en vivo en libertad, en el gran Teatro Jackie Gleason de Miami Beach, de la mano del productor Ari Kaduri, en un lindo encuentro frente a más de 2500 espectadores, entre cubanos y norteamericanos, que colmaron el lugar, con mi repertorio de Cuba y muchas obras adicionales junto a 40 músicos. Eso fue inolvidable.

Yo no me quejo de todo lo que he hecho; pude haber hecho más, pero nunca me ha gustado cambiar salud por dinero. He llevado mi carrera despacio, con respeto y sin escándalos. Y desde aquí he actuado en Perú, Costa Rica, Puerto Rico, Ecuador y Argentina. También grabé junto a grandes figuras como Plácido Domingo, Celia Cruz, Armando Manzanero, Álvaro Torres, Gloria Gaynor, Sting, Arturo Sandoval, Sara Montiel, Paquito de Rivera; en fin, importantes personalidades con quienes he trabajado a la par, y recibido el respeto y el reconocimiento de poner mi nombre junto a su fama. Y tuve el privilegio de ser producida por el maestro Bebu Silvetti, productor de Luis Miguel, Simone, Plácido Domingo, Daniela Romo, Engelbert Humperdinck, Roberto Carlos y muchos más, pues produjo, dirigió y realizó todos los arreglos para mi disco Canto, amo, sueño, grabada la música en la Capitol Records, con la Sinfónica de Los Ángeles, y la voz puesta en los estudios Crescent Moon, de la familia Estefan. Así, fui artista exclusiva durante seis años del gran cabaret Tropigala, en el Fontainebleau Hilton, de Miami Beach. Y mis temas Soy una mujer y Amor, espérame fueron seleccionados para distintas telenovelas. Y, en fin, no me puedo quejar, hice 10 grandes conciertos desde 1993 hasta el 2010. Y ahora me he tomado un descanso sin fecha de regreso, para descansar y disfrutar de lo obtenido.

Además, entre otras interesantes experiencias, trabajaste en 2004 como actriz, con cinco personajes, en el monólogo La Habana en el fondo del mar, obra de Abilio Estévez, y donde te respaldó Jorge Hernández, con la producción ejecutiva. Cuéntame de ese trabajo, ¿dónde se presentó y cuántas funciones ofrecieron? ¿Cómo te lo propusieron y decidiste enfrentar una labor actoral tan retadora?

Foto/ Eduardo Hernández. Eduardesign
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Fue un reto del cual salí triunfante, a Dios gracias, pues era una obra difícil, adaptada por Max Ferrá para llevarla a lo dramático musical, donde interpreté 14 canciones, solo a piano, y del repertorio clásico cubano que apenas conocía. Trabajé sin que me dictaran los textos y logré aprender todo de memoria. Eran 20 presentaciones, pero subieron a 35, y se quitó la obra con teatro lleno y con filas para entrar en el teatro de Venevisión. El productor y culpable de que me lanzara en este reto fue Miguel Ferro, productor de Venevision, Telemundo, Mega y otros grandes eventos, quien me convenció, y agradezco la ayuda del gran amigo, intérprete y cantautor Jorge Hernández, que me enseñó muchas cosas de teatro que yo desconocía, y además tuvo la paciencia de estar junto a mí en todo momento, de aprendizaje y realización. Fueron a teatro lleno todas las funciones, sin una sola mala crítica de la prensa, y por el público pasaron grandes actores y actrices, los cuales me hicieron los mejores comentarios. Incluso, el gran actor Reynaldo Miravalles durante los ensayos me ayudó con algunos consejos y detalles. Fue un gran reto, del cual salí feliz y complacida. Me dejó la satisfacción de saber que puedo enfrentar con fuerza lo que me guste hacer, sin presiones ni imposiciones.

Ya comentaste sobre tu labor junto a Bebu Silvetti… ¿Más detalles al respecto? ¿Fue él quien te contactó con Plácido Domingo?

Bebu fue mi amigo, mi hermano; logró sacar de mí toda la fuerza de mi voz e interpretación, que hasta yo desconocía. Puso a mi disposición los mejores estudios de grabación, los mejores músicos, y sobre todo, su amor para mi labor. Lamentablemente se fue muy temprano, pues era un hombre que solo derramaba cariño y respeto por todos los artistas, así como un gran padre de familia. A él nunca lo podremos olvidar. Falleció mientras estábamos preparando otro disco. Siempre pido que Dios lo tenga en su gloria. Además, Bebu fue quien me llevó al lado de Plácido Domingo, mostrándole mi voz, y Plácido aceptó poner dos temas junto a mí en su disco Alma latina II, donde también me dedicó un lindo comentario. Plácido es un hombre de respeto, gran artista, que sabe lo que hace y dio sus mejores opiniones sobre mi trabajo, el cual compartimos con felicidad y cariño.

Si te dieran a escoger un solo tipo de escenario, ¿cuál sería el preferido?

Escogería un gran teatro…

¿Cómo has logrado equilibrar tu trabajo, tan intenso, con tu faceta de madre y con tu familia en general?

Tuve la dicha de tener una madre y una prima hermana, que me ayudaron en su crianza y cuidado, y cuando no estaba viajando, pasábamos el mayor tiempo junto a nuestros hijos y familia.

Según has señalado, estás retirada de los escenarios. ¿Crees que ya llegó el momento? ¿No extrañas cantar?

Creo que en la vida llega un momento para decir basta y hacerlo a tiempo, con salud, para poder disfrutar lo logrado y dedicar un tiempo a mí misma, a mis hijos y a mi familia. Vocalmente me siento mejor que nunca, pues he sabido cuidar mi voz por mi técnica y por la vida tranquila. No fumo, no bebo, soy muy aburrida tal vez, pero me gusta leer, ver televisión, no tener presión de grabación o programas de televisión, dejar que mi cara descanse de tanto maquillaje. En fin, disfrutar lo poco o lo mucho que Dios nos permita estar en la tierra. Por eso, decidimos los dos descansar un largo tiempo o retirarnos, no esperar a que ya el reloj biológico nos diga que no debemos caminar mucho, cuidarnos de no hacer locuras, pasar tensiones, etc. Es mejor ahora con salud y algo de juventud, aunque sea poca. Además, mis nietos son ángeles bellos y los disfruto mucho. En verdad, no extraño ni los aplausos. Creo que he recibido los que necesitaba y dejo los demás para los que vienen, para la juventud. Así, de trabajo nada por el momento; hay algo para telenovelas, canciones, pero no he aceptado hasta ahora, no quiero verme nuevamente entre las cuatro paredes del estudio.

Por curiosidad, ¿qué los decidió a vivir en Atlanta?

Estar tranquilos, fuera de los medios, poder salir a la calle sin presiones de maquillaje o vestuario, en fin, tener la privacidad que en lugares como Miami no la tienes. Además, hay un clima estupendo y es un lugar bello, donde todo el mundo es gentil y respetuoso.

Ya a título personal, ¿cuáles son tus aficiones? ¿eres de recibir amigos, de reuniones familiares, de viajar por el mundo?

No, yo tengo pocos amigos y muchos conocidos. Me gusta recibir a algunos amigos; las reuniones familiares son lindas. Y estuvimos mucho tiempo separados. Ahora nada nos divide, increíblemente, fuera de nuestra tierra. Viajar no me gusta, ya lo hice demasiado, y cuando lo hago es para disfrutar, no por presiones, pero prefiero estar en mi casa, y si viajo lo hago por carretera o en tren, no en avión, que me pone nerviosa. Soy tímida, me gusta la tranquilidad, estar en paz, escuchar en un ambiente silencioso música de grandes cantantes, como Ella Fitzgerald, Natalie Cole, la Streissand, solo de estos estilos. Me gusta ir a la iglesia con mi esposo y hablar con él, además de que cocina riquísimo y me cuida, pues ahora estoy en un peso perfecto para mí, 230 libras y sin diabetes, ni alta ni baja presión, haciendo algún ejercicio. Y me gusta arreglar mi casa y mi jardín.

Foto/ Eduardo Hernández. Eduardesign
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"Teatro Cubano para los Escenarios", de Pedro Monge Rafuls (por Wilfredo A. Ramos)


Acabo de leer con mucho interés la última publicación del dramaturgo e investigador teatral cubano Pedro Monge Rafuls, "Teatro Cubano para los Escenarios", un compendio de setenta y una obras, de cuarenta y cuatro autores cubanos de todos los tiempos... pero no, no estamos en presencia de una recopilación de textos dramáticos (sería un volumen gigantesco), sino de un libro de consulta, que nos entrega interesantes e importantes datos sobre cada una de las obras y autores aquí recogidos.

Monge Raful ha querido ofrecernos un libro para estudio, con abundante material de investigación sobre cada obra escogida, como su fecha de estreno, su elenco original, su escenografía, sus personajes, su argumento, la relación de la obra con otras de diferentes autores, tema de la obra, información dada en muchos casos por sus propios autores via email, datos sobre el autor y el total de sus obras.

En este volumen, en el que se han escogido las obras, según su compilador, sobre la base de la importancia de cada una de ellas en su significado en la escena cubana, las que además han demostrado su permanencia al paso del tiempo y su posibilidad de merecer un lugar en la dramaturgia internacional, podemos encontrar tanto obras de Ignacio Sarachaga ("Mefistófeles"), de Cesar Rodríguez Expósito ("El poder del sexo"), de José Triana ("Medea en el espejo", "El Mayor General hablará de teogonía", "La noche de los asesinos"), de Ulises Rodríguez Febles ("Beisbol", "El concierto"), como de Abel González Melo ("Nevada"), de Yerandy Fleitas Pérez ("Jardín de héroes", "Los basureros"), de Nicolás Dorr ("Las Pericas", "El palacio de los cartones"), Gertrudis Gómez de Avellaneda ("Baltazar", "Errores del corazón", "La hija de las flores", "El millonario y la maleta"), de Carmen Duarte ("Al anochecer"), de Eduardo Manet ("Las monjas"), de Tomás González ("El viaje en círculo", "Chango Bongoché", "Delirios y visiones de José Jacinto Milanés")... y así hasta llegar a las cifras de obras y autores señaladas al comienzo.

Claro que habrá quien exponga según su criterio, que faltó alguna otra obra o algún otro autor, si, es posible, recordemos que quien se enfrenta a realizar una selección de cualquier tipo tiene el handicap de su "yo", de su gusto, su opinión, pero lo que es indiscutible es que para realizar tamaña selección, se requirió del doble o el triple de obras a leer, de muchas horas no solo de lectura, sino de análisis de lo leido para poder escoger o desechar según su criterio selectivo.

Textos como este, son muy necesarios para el estudio de la historia de la dramaturgia cubana desde sus inicios, para unir y no separar teatro escrito dentro de la Isla o fuera de ella, para analizar aportes, logros, vigencia de una dramaturgia que posee características muy propias, que en ocasiones fue pionera (la Avellaneda, Carlos Felipe, Virgilio, Triana... ), literatura teatral que es reflejo de cada momento en que vió la luz, que supo hablar de su época, de vencer censuras o ser censurada, en fin, de poner sobre el escenario la identidad nacional pero tratando siempre de elevarla a la categoría de teatro de todos los tiempos y lugares.

Gracias a Pedro Monje Raful, nuevamente por su gentileza en hacerme llegar este excelente volumen, el cual me reafirma en mi interés por continuar en el camino de hacer e investigar cada día más sobre el teatro cubano que sin duda alguna es un teatro para todos los escenarios.


(Septiembre 8, 2018) La Virgen de la Caridad se "apareció" en el Granma

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Nota del blog. El artículo tiene sus (pequeños) errores, como que la imagen fue "canonizada", o que Juan Pablo II visitó El Cobre, pero es un texto que además de respetuoso, resulta ser un elemento novedoso en el discurso oficial del régimen castrista, al reconocer en su medio de comunicación más "ortodoxo" que la Virgen de la Caridad "ha desbordado el ámbito religioso para instituirse en parte de la identidad cubana". 

En el año 2016, el Adelante de Camagüey, ya había publicado un extenso texto dedicado a la historia de la Virgen de la Caridad.(Ver Centenario de la Virgen de la Caridad como Patrona de Cuba)


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Ver en el blog




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Ver 
Los papas y la historia de la Virgen de la Caridad, por Rogelio Zelada, en el website de la Arquidiócesis de Miami a Caridad

Francisco: "la homilía no más de ocho minutos"


Francisco: “cuarenta minutos debe durar toda la Misa y la homilía no más de ocho minutos”. (Leer texto completo en ACI Prensa)

Saturday, September 15, 2018

La citación (por Víctor Mozo)


La citación me había llegado tres o cuatro días antes para ir a marchar un domingo. Se trataba de un papel impreso con firma y cuño en el que según la ley número tal se te indicaba que si no te presentabas en tal unidad militar sita en tal lugar, podrías buscarte problemas.

El domingo era significativo para mí ya que nunca faltaban a la misa dominical. Desde pequeño, el domingo era sagrado, así me lo habían enseñado. Ya de adolescente si la misa era importante, también lo era el momento pasado con los amigos en la sacristía o en la oficina del cura encargado de la catedral en ese tiempo que era el P. Tarcisio Villafuerte. Que las autoridades escogieran el domingo, no me extrañaba.

La citación indicaba que había que presentarse a las 6:30 am y a esa hora me presenté a regañadientes. La guagua que me llevó iba medio vacía, excepto unas dos personas, el resto de los pasajeros, si me fiaba a las caras que llevaban, diría que iban directo al patíbulo. Nada extraño, ya había visto a algunos de ellos en el comité militar. Una vez llegados a la parada donde nos bajamos, la unidad militar no quedaba lejos y no dejaba de impresionar con sus cercas, garitas con soldados armados y vehículos militares.

Pronto se confirmaría lo dicho por Cordobí. Un miliciano recogía las citaciones, anotaba nuestros nombres y nos indicaba el lugar donde nos teníamos que concentrar. Así pasamos una hora o más hasta que llegó otro miliciano gritando, cuando no ladrando, diría yo, ¡a formar! Fijándome en lo que hacían otros que al parecer tenían experiencia de citaciones anteriores, me puse en fila.

Así nos formaron en 3 pelotones de 40 hombres, lo que hacía, según acababa de aprender, una compañía. El miliciano que gritaba se presentó como el sargento Sacker, como era medio gordo, lo habían apodado el sargento García, recordando a aquel sargento regordete y torpe que perseguía a el Zorro, personaje de múltiples aventuras en el cine y la televisión. Al tal Sacker nunca le vi los grados de sargento. Ya me tocaría conocer a muchos sargentos sin grados.

Luego vinieron lo que ahora yo llamo ladridos y que en aquellos tiempos llamaban voces de mando. ¡Compañía atenhó! gritó el sargento sin grados. Y a ponerse pues en atención, derechos como estacas. Esa voz de atención me tocaría oírla muchas veces bajo distintos tonos o ladridos: atenjao, adenjou, etc. ¡Alineación derecha! ¡Al fin algo pronunciado como Dios manda, me decía! ¡Preparen fren! ¡A tu lugar descan! Nunca entendí porqué tenían que deformar las palabras.

Y al minuto empezamos a marchar. Aran, ho, tres, cuat; aran ho, tres, cuat… que si flanco izquierdo, que si flanco derecho, que si retaguardia. El sargento sin grados se daba gusto haciéndonos marchar a pesar de que su gordura lo hacía sudar la gota gorda. Todo consistía en marchar y marchar. Solo paramos un momento para hacer guardia vieja, la que consistía en recoger y destruir cuanta colilla de cigarro descubríamos por tierra. Estábamos en tierra de fumadores y las colillas no faltaban.

Así estuvimos hasta pasado el mediodía. Nuestra compañía no era la única, por lo menos había visto unas seis, o sea, unos 720 hombres de diferentes edades marchando y prácticamente sin derecho a una gota de agua. En eso consistía el entrenamiento militar, entrenamiento que duró algunas semanas.

Para terminar, había que aguantar una arenga revolucionaria dada también por otro sargento sin grados vestido de miliciano. Nos hablaba de patria y de muerte, de revolución y de contrarrevolución, sin olvidar a los eternos enemigos imperialistas. Cansados como estábamos la arenga llegaba a oídos sordos a la vez que una lluvia de improperios a sotto voce, sobre todo contra el sargento Sacker, podía escucharse. A mí me preocupaba más el que nos daba la arenga, el personaje no me era desconocido.

No sería mi última citación, vendrían también las citas para exámenes médicos. Pronto otros encuentros me llevarían a pensar que nada bueno se preparaba. La suerte iba siendo echada poco a poco.



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Texte en français La Convocation

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Abel González Melo, prolífico y talentoso dramaturgo y escritor cubano (por Baltasar Santiago Martín)


Berlín, 2010. 
Foto: Mehdi Moradpour
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El escritor, director teatral y docente Abel González Melo nació en La Habana el 14 de enero de 1980. En 2002 obtuvo la Licenciatura en Arte Teatral, perfil Teatrología, en el Instituto Superior de Arte de Cuba; en 2011, la Maestría en Teatro y Artes Escénicas, y en 2017, el Doctorado cum laude en Estudios Literarios, ambos por la Universidad Complutense de Madrid. Asimismo, se ha formado en la Residencia Internacional del Royal Court Theatre de Londres; en el Maxim Gorki Theater de Berlín; en el Odin Teatret de Holstebro, y en la Plataforma Internacional de Dramaturgos Panorama Sur, de Buenos Aires.

Ha publicado veinte libros de dramaturgia, el más reciente de los cuales es Fugas de invierno. Trilogía de La Habana clásica, por la Editorial Letras Cubanas, con prólogo de Sergio Blanco. Además, posee volúmenes de narrativa, poesía y ensayo teatral. Ha obtenido múltiples galardones como escritor, entre los que destacan el Premio de Dramaturgia de la Embajada de España en Cuba (2005), el Premio Alejo Carpentier de Ensayo (2009), el Primer Premio Cubano-Alemán de Piezas Teatrales (2009), el Premio de Teatro José Antonio Ramos de la UNEAC (2014), el Premio Nacional de Dramaturgia Virgilio Piñera (2014); amén de haber recibido en tres ocasiones el Premio de la Crítica Literaria, así como el Premio Cultura Viva 2012 en Madrid, otorgado al conjunto de su producción literaria.

Dentro de su amplia obra dramatúrgica, traducida a una decena de lenguas y estrenada en diversos países, destacan varios textos que se han podido ver en los escenarios de Miami en años recientes, como Chamaco, Nevada, Talco, Cádiz en mi corazón, y En ningún lugar del mundo, estrenado por Teatro Avante en el pasado 33 Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami, que se repondrá a finales de enero de 2019 en el Miami Dade County Auditorium. Abel es también guionista de cine.

Junto a Baltasar Santiago  Martín 
Art Emporium. Miami 2018.
Foto: Vivian Pérez
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La Fundación APOGEO tuvo el gusto de tenerlo como invitado en nuestra tertulia del mes de agosto de 2018, celebrada en el Centro Cultural Art Emporium, donde tuvo lugar la siguiente entrevista:

¿Vives feliz en España? ¿Cómo es tu día a día en Madrid?

Llevo ya más de una década viviendo en Madrid, y cada día me siento mejor allí. Es una ciudad que me acogió desde el principio. Me gusta su gente, su clima, su historia, su amplia oferta cultural, su sistema de transporte, su agua… Adoro caminarla, perderme en sus calles… En Madrid he crecido, no solo profesionalmente, sino también como persona. Tengo en esa tierra muchos amigos cubanos y españoles que me han abrazado y que ya son parte inseparable de mí. Vivo en un apartamento en la zona de Cuatro Caminos. Afortunadamente, trabajo en la Universidad Carlos III desde hace ocho años, y ello implica desplazarme con frecuencia hacia sus campus en Leganés y Getafe durante la semana. Voy con frecuencia al teatro y a la filmoteca, o a los cines de versión original. Disfruto escribir en un café o en el Parque del Retiro, montar bicicleta, nadar en la piscina y subir a la sierra con amigos los fines de semana.

¿Todavía mantienes tu casa en La Habana? ¿Cada qué tiempo vas?

Por supuesto que la mantengo. Es una casona construida por mis bisabuelos maternos en el año 1926 y guarda todos mis afectos. En Cuba vive la mayor parte de mi familia, e intento volver cada año al menos en una ocasión.

Hablando de esa Habana tan presente en tus obras, ¿en cuál de sus barrios naciste y creciste? ¿Fuiste un niño “abelardito” o “mataperro”?

En La Víbora, cerca del Parque Córdoba. Ese barrio fue el paraíso de mi infancia y aún sigue siendo un sitio muy entrañable para mí. Sus lomas ofrecen las mejores vistas de La Habana, y también fueron los rincones ideales para las escapadas de adolescencia… Creo que fui un poco de todo, siempre me gustó socializar y la escuela me despertaba tanta curiosidad como la calle.

Háblame de tu familia, de tu árbol genealógico sanguíneo.

Junto a su madre y su hermana
La Habana, 2014
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En la línea materna están mi madre y mi abuela, mis dos Mercedes, ambas filólogas hispánicas: crecí entre los libros y el amor por la literatura, el arte y el español. Junto a mi abuelo, ellas han sido decisivas en mi formación y en mi libertad para escoger en la vida. Mi madre, también escritora, es un ser al que me siento profundamente unido: todo lo que me enseña, lo que compartimos, lo que disfrutamos juntos… Está mi hermana Pilar, que es una gran diseñadora gráfica: aunque le llevo siete años, nuestro amor es infinito y tenemos la suerte de trabajar juntos en proyectos profesionales. Desde hace dos años y tres meses, mi sobrino Ramsés ha llegado para dar luz al mundo. Por otra parte se encuentran mi tío Ninín (Osvaldo de Melo), que es Premio Nacional de Física en Cuba, y mi prima Claudia, también física. De manera que mi línea materna superpone dos áreas que se cruzan en mi teatro: las ciencias y las humanidades.

En la línea paterna, mi padre Osvaldo fue químico, nació en Pinar del Río y murió en México en 2004. A raíz de su muerte escribí Chamaco ese mismo año. Yo lo recuerdo mucho, lo siento siempre conmigo, su alegría, su nobleza, su voluntad… En Villahermosa, Tabasco, vive su otro hijo, mi hermano Osvaldito.

La infancia y la adolescencia te tocó vivirlas en pleno “período especial”. ¿Qué fue lo que más te marcó de esa época, que luego lo incluirías en algunas de tus obras?

Mi estancia como becado en la Lenin durante el bachillerato, entre 1994 y 1997. La separación de casa. Allí descubrí la maravilla y el horror. Es una época dura la adolescencia, pero también hermosa. Te enfrentas a todo: a la libertad y a la sordidez. De esa experiencia nació mi primer libro a mis dieciséis años, que luego obtuvo el Premio Calendario y se publicó en La Habana: Memorias de cera.

En la reseña que escribí sobre tu obra En ningún lugar del mundo, afirmé atrevidamente que “el autor ha incluido algo de teatro del absurdo, como homenaje implícito a Virgilio Piñera y a Tomás Gutiérrez Alea, sus mentores por linaje ascendente (el hielo para que la abuela “aguante” me recordó La muerte de un burócrata, de Titón, y lo del ataúd, Guantanamera, además de ser, por absurdo, muy “piñeriano”). ¿Acerté o me equivoqué?


Adrienne Arsht Center
Miami, 2018. Foto: Raúl Durán
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El absurdo está en el hipotálamo de la idiosincrasia cubana: todo es absurdo en nuestra isla y sus irradiaciones, no hay forma de entender lo que somos si no es desde ahí. Piñera y Titón bordaron esa condición en sus creaciones, pero si te fijas, desde el siglo XIX, en El becerro de oro, Luaces introduce esa urgencia, esa especie de visión desde un caleidoscopio. Sin duda En ningún lugar del mundo tiene mucho de eso. Mario Ernesto Sánchez me permitió trabajar con gran libertad en este proyecto especialmente concebido para Teatro Avante, y el resultado es un texto que bebe de una tradición donde, como decía Piñera, los cubanos entendemos el sentido de lo trágico, pero a la vez, rechazamos cualquier imposición de solemnidad. De esa fricción, que él llamó “la sistemática ruptura de la seriedad entre comillas”, nace nuestro peculiar absurdo diario, nuestro humor.

Entonces, en tu árbol genealógico “teatral” cubano, ¿a quién más incluirías, como influencias y referentes?

José Martí y Joaquín Lorenzo Luaces representan, a mi modo de ver, los dos estilos extremos que nos han conformado: la épica y el costumbrismo. Abdala y El becerro de oro resultan los casos modélicos de esta polarización, que la dramaturgia cubana siempre ha perseguido integrar. Nuestro teatro es una pretensión de altura clásica que el calor del Trópico rebaja de inmediato al nivel de la chancleta: es el ejercicio que pretendo hacer en mi obra Epopeya, por ejemplo. Los autores que más me interesan, dentro de nuestra tradición, son los que han investigado y experimentado con esos cruces de lenguaje: Ignacio Sarachaga, Carlos Felipe, Virgilio Piñera, Abelardo Estorino, Antón Arrufat, Eugenio Hernández, Abilio Estévez, Raquel Carrió, Carlos Celdrán…

Si la poesía es mucho más inspiración que oficio, y la prosa mucho más oficio que inspiración, ¿qué dirías sobre escribir obras de teatro?

La dramaturgia es poesía y narración, lo ha sido siempre. Lleva consigo la inquietud, la síntesis y el enigma de lo poético, junto a la necesidad de fábula, personajes y estructura del relato. Requiere, a partes iguales, esencia y mundo, persistencia e imaginación. Pero a la vez está urgida por tensar el arco del diálogo con ese otro que es el espectador, por mirarle a los ojos, por perturbarlo.

¿Qué tanto de ti hay en tus obras?

Estoy por completo dentro de ellas, hecho fragmentos. Sensaciones, experiencias, desafíos. Uno solo puede escribir desde sí mismo, ¿no?

Chamaco, una tragedia urbana nocturna y postmoderna”, catalogué así esa obra tuya. ¿Es la noche una protagonista más, o solo el marco, el escenario de la tragedia?

La noche siempre me ha incitado y es el marco que envuelve una zona importante de mi escritura. En el caso de Chamaco, no solo la nocturnidad y sus personajes fueron decisivos mientras merodeaba por los alrededores del Parque Central, con poco más de veinte años, sino que la escribí también a lo largo de tres noches, entre un 23 y un 26 de diciembre. En ese sentido, es ámbito protagonista de todo lo que deja ver y también de lo que oculta.

¿Estás de acuerdo conmigo en que tu obra Talco es “teatro de la crueldad”? ¿Por qué te atrajo esa corriente teatral?

Nunca me lo planteé así, como nunca me planteo entrar en una corriente cuando escribo una obra. Sencillamente la historia va surgiendo y dictando sus claves.

De las cuatro obras tuyas que he visto, solo Talco no me agradó, por lo demasiado sórdida, pero elogié mucho Chamaco, Nevada, y ahora En ningún lugar del mundo. ¿Cómo tomaste esa crítica, y en general los comentarios adversos a tus obras, si los hubiera?

Suelo evitar todo lo que sea adverso al fluir creativo. La comunión del teatro es algo muy delicado, requiere un entrenamiento muy específico del equipo y una entrega altamente afinada por parte del elenco para que lo que ocurra en el escenario sea real. Lo que disfruto del teatro es esa artesanía: componer mundos durante el trabajo de mesa, contrastar en los ensayos, habitar el estreno y la temporada, conectar con el público. Los críticos pertenecen a otra galaxia, son harina de otro costal: de pronto aterrizan en la sala y los cables se les empiezan a cruzar. Lo digo con el mayor respeto, y claro que me gusta una crítica que penetre en nuestro discurso y, sobre todo, que invite a ver el espectáculo, que deje en la prensa una huella del trabajo. Pero hablo con bastante conocimiento de causa: estudié una carrera cuyo centro es la crítica teatral y fui, poco a poco, abandonando el oficio al descubrir que no tenía nada que ver con la dinámica interna del teatro.

De todas tus piezas, ¿cuál es la que más amas y por qué?

Amo la que estoy trabajando ahora mismo. Me suele ocurrir con cada nuevo proyecto: me sumerjo demasiado en él. Pero pienso que la que más amo es Chamaco, no solo porque su proceso de escritura fue agónico e imparable (nunca más ha vuelto a ocurrirme algo así), o porque resulta la más traducida y representada a lo largo de estos años, la que más satisfacciones me ha traído. No es la que más amo porque siento, nítidamente y cada vez más, que esa obra es mi padre que me acompaña adondequiera que voy.

¿Qué tema tienes en mente para tu próximo texto?

La censura. La he trabajado muy poco en mis ficciones y la tengo demasiado presente en mi vida.

Sobre tus preferencias:

Libro: La cartuja de Parma, de Stendhal, y La Biblia.

Obra de arte: La vuelta del trabajo, de Leopoldo Romañach.

Película: Dogville, de Lars Von Trier.

Hobby: La playa.

Bebida: Jugo de mango.

Mascota: Yeny, mi perrita.




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Friday, September 14, 2018

A solas (un poema de Thelma Delgado)

Nota: Cada viernes un poema de Thelma Delgado. Puedes leer sus textos en el blog, en este enlace.


A solas, estoy a solas en este cuarto que todavía huele a ti
Mis sábanas aún vibran con tu energía.
Regados por el cuarto han quedado abrazos, besos,
palabras que nos dijimos en esos momentos de pasión.
Tus Caricias y tu olor siguen revoloteando en mi piel
compartimos tantas horas, entre risas, miradas y caricias mientras la ciudad dormía.
Los suspiros rendidos de cansancio
Se han dormido en mi almohada

La luz del alba alumbra mi desnudez

Te fuiste pero no estoy sola
Me acompañan tu recuerdo, mi cigarro y mi tequila



___________
Ver
Página de Thelma Delgado en el website del Cultural Council of Palm Beach County

Ara Malikian y Angel Corella



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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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