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Wednesday, September 13, 2023

Los poemas cubanos de Hemingway (por Carlos A Peón-Casas)


El corpus poético de Ernest Hemingway, aunque no trascienda como la quintaesencia literaria del narrador de pesos pesados que fue, no es nada despreciable, no ya por su cantidad o los valores formales o de contenido; sino acaso por ese hálito de singularidad, de vida interior, que los recorre. El arquetípico escritor, dueño de un estilo que, imitado hasta la saciedad sin mucho éxito por muchos, es siempre reverenciado como el maestro de las historias cortas, los diálogos como puñetazos, y los personajes cortados de la vida sin que les falte nada; es, sin embargo, como poeta, el perfecto desconocido, que, incluso, algunos lectores avisados de su obra narrativa, no creen conocer.

Hemingway, el joven poeta en los años de Chicago y Paris(1), aunque marcado por el signo de grandes maestros (Kipling, Lardner y Sandburg), referencia inevitable en los cultores más jóvenes, era dueño ya desde tales inicios de un discurso propio, y una voz para nada despreciable, que, amén de su talento innato, se harían cada vez más personales, a medida que su propio oficio como creador enseriara aún más sus subsiguientes entregas poéticas(2)

Y aunque su producción poética decrecería a partir de los años parisinos, justo con la emergencia del narrador de altos quilates que ya no dejaría de ser, aún en ese bien ganado limbo literario, no dejaría de expresarse poéticamente, como un ser total, no ya como elemental contraparte de la ficción(3). De tal período, datan los poemas aparecidos en la revista alemana Der Querschnitt(4), a las que el propio Hemingway restaría valor en Paris era una Fiesta, cuando aludiera a que tales textos simplemente le proveían entonces unos necesarios fondos pecuniarios. Ya para tal fecha sus poemas tenían la marca del satirista, y en su mayoría, el sello personal de una poesía no apta para ser publicada(5).

Hay un período en la vida del autor, el que corresponde a los años de 1935 a 1944, en que silencia, aparentemente, la escritura poética. Reaparece el poeta otra vez, en posesión de un estilo “personal y catártico”(6) en los poemas dedicados a Mary Welsh, escritos durante las últimas etapas de la Segunda Guerra Mundial.

El siguiente período creativo, corre desde esa fecha hasta el año 1956. Tales manuscritos poéticos, marcados por el signo de lo instantáneo, sobrevivieron en muchos casos para ser retocados a posteriori por el autor, y muchos quedaron intocados y a salvo del olvido, en sus precarios soportes originales, llevados y traídos por el propio Hemingway, a lo largo de sus largos periplos y estadías más diversas: el Ritz de Paris, el Bar de Sloppy Joe en Cayo Hueso, Finca Vigía en Cuba, y su casa de Ketchum en Idaho.

Nuestro trabajo se referirá en lo sucesivo a los textos escritos en su casa de Finca Vigía: que son a saber: Defense of Luxembourg (1944); To Crazy Christian (ca. 1946); Lines to a Girl 5 Days after her 21st Birthday (1950) y If my Valentine you wont be…(1956)(7) .

Mirados como un conjunto, estos pasajes cubanos de Hemingway, agrupados con ese sólo criterio de su ubicación en el espacio-tiempo de su Finca cubana, apuntan, sin embargo a situaciones y a sujetos de diverso signo vital: léase en orden sucesivo, a los acontecimientos vividos en la línea Sigfrido en Bélgica, a la muerte de uno de sus tantos gatos, a la condesita Ivancich, y last but not least, a su última esposa, Miss Mary. Todos a su vez, son textos muy personales, escritos desde la perspectiva más intimista que generan sucesos vitales, con más o menos trivialidad, pero eso sí, con una carga de inevitable emotividad y una innegable sensibilidad siempre a flor de piel. Quizás, entre todos, el primero y el tercero de los ya mentados, por sus notorios alcances, nos merezcan ahora un aparte en esta breve relación

Defensa de Luxemburgo, el primero citado es, sin dudas, su texto más temperamental, que nos comunica esa inevitable zozobra que experimentara al autor-poeta, durante los momentos que precedieron a una de las tantas batallas de la Segunda Guerra Mundial, en la que el frío corresponsal de guerra, se explaya en un texto íntimo y cargado de sensibilidad.

Su discurso es, ciertamente, rememorativo, escrito desde la placidez de Finca Vigía, pero todavía resonando en el background del Hemingway más duro, los desafueros de la terrible conflagración recién terminada. En este, como en muchos de los poemas anteriores, alusivos a la primera incursión guerrera de Hemingway en Italia durante la Primera Guerra Mundial, queda verdaderamente plasmada esa noción de total desamparo y extrañamiento por el inevitable bramar de las armas y el fragor de la muerte, que se enseñorea con los jóvenes cuerpos de los soldados sacrificados a una causa inútil.
Lo que leemos de aquel recuento, nos sobrecoge todavía:
Ven y únete ahora a nosotros(…)
Trae contigo sabiduría, delicadeza, fortaleza, decisiones rápidas y precisas, y la habilidad de abandonar a sabiendas y radicalmente toda esperanza que no sea la de quedarte y luchar.(…)
Trae también lo despreciable,
Lo devaluado y maldito
Ellos pueden ser llevados como estandartes,
O en los bolsillos.
Pero tráelos de inmediato a donde vamos ahora.
Son tal valiosos como el jabón (que se hace con los caballos muertos(….)
Y no hace falta traer dinero.
Nadie te lo puede cambiar.(…)(8)
Por su parte: “Líneas a una muchacha cinco día después de su cumpleaños 21”, es un texto más anecdótico, si entendemos que el sujeto (Adriana Ivancich), es la bella joven que Hemingway conociera en Italia en 1948, y a la que se suele asociar, de manera inopinada, con el personaje de Renata en “Across the River and Into the Trees”(9).

El detalle singular del poema pasa igualmente porque el suceso de su cumpleaños 21, referido por el poema, acontece durante su visita a Finca Vigía en diciembre de 1950, hecho ya harto reseñado por los biógrafos hemingwayanos más competentes, y que no nos corresponde ahora, desglosar. De este texto entresacamos algunos versos de la segunda parte del poema, donde se establece una especie de diálogo entre el poeta y la muchacha, un diálogo que no es precisamente el clásico e idílico entre dos amantes, como a muchos les gustaría suscribir, sino al intercambio sabio y mesurado entre dos artistas: uno, muy joven, y, el otro, ya mayor que la aconseja y conforta, según lo apunta el ya citado Nicholas Gerogiannis(10) en sus notas críticas, criterio que suscribimos plenamente:
Despiértate en la mañana
Venecia está todavía en su sitio(…)
Las cosas que amamos yacen en la grasosa laguna
Desanda el camino empedrado sin compañía,
Vive tu soledad y disfrútala
Por un día tan solo(…)
Hazlo en las mañanas cuando la cabeza está fría
Y en las tardes, cuando todo se ha vendido,
Y en primavera, no importa si todavía no llega
También hazlo en el invierno
Y en los días de calor
Y en el mismísimo infierno.
Cambia tu cama por un lápiz
Y tu pesar por una página
Y si no resultara
Que tengas buena suerte en tu vida.(11)
Estos textos cubanos, sumados a todo el corpus de la poesía de Ernest Hemingway como un todo indivisible, son todavía una asignatura pendiente para el lector de este país caribeño. Cualquier traducción al español que se haya verificado en cualquier otro punto de este mundo plural, es hic et nunc, verdaderamente una rareza editorial, por ende serían pocos, muy pocos, los lectores que hayan podido sacar el mejor partido de tal o tales versiones. Leerlos en el original es igualmente, un muy raro privilegio, sólo al alcance de otro escaso grupo, mayoreado principalmente por especialistas en la obra del también cuentista y novelista.
Sumemos a lo ya dicho que tal pretensión traductiva entre nosotros, chocaría de inmediato con el valladar insalvable de los derechos de autor, que para tales propósitos detentan sus herederos, y cuya validez, hasta donde sabemos, sigue en pie.

Pero, a pesar de los escollos, los lectores cubanos merecen de cualquier modo disfrutarlos en una versión traducida, por la que abogamos desde ya, y saborear en ellos, ese inevitable bouquet, que destilan en el tiempo creativo del autor, creídos siempre en esa certeza del crítico Alan Pauls, (dicho de ese otro mito contemporáneo, tristemente desaparecido, que es el chileno Roberto Bolaño), y que le endilgamos ahora al Hemingway poeta sin ninguna dificultad: “ la poesía es aquello que sostiene la escritura y seduce en los más grandes escritores”(12) . Leer al Hemingway poeta, en español, bien vale entonces el esfuerzo.

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Citas y Notas

  1. Para 1929 Hemingway había completado ya setenta y tres poemas, de los ochenta y ocho que se incluyen en su corpus poético. Entre aquellos, se cuentan los más tempranos aparecidos en Poetry y Three Stories and Ten Poems. Citado por Nicholas Gerogiannis en su Introducción a Ernest Hemingway. Complete Poems. Ernest Hemingway. Revised Edition. University of Nebraska Press, 1992. Todas las citas subsiguientes de este trabajo refieren a dicha edición.
  2. Otro mentor de los tiempos parisinos sería Ezra Pound de quien Hemingway no tendría reparos en afirmar a un amigo que: “me está enseñando a escribir, y yo lo estoy enseñando a boxear”. Ibíd. p.xiii
  3. Ibíd. p. xi
  4. El propio James Joyce tuvo a bien celebrar la publicación de aquellos textos. Ibíd. xvi.
  5. Un texto de tal época: “To a Tragic Poetess”, leído en una fiesta parisina en octubre de 1926, enojaría a muchos de sus amigos poetas como Ogden Stewart y Archibald McLeish, los anfitriones, quienes creyeron reconocer en el texto un ataque de Hemingway a la escritora Dorothy Parker, célebre por su desmesurado histrionismo. En Nicholas Gerogiannis, op cit. p.xviii
  6. Nicholas Gerogiannis, op cit. p.xix
  7. Complete Poems. Op.cit. pp.115-116;118; 125-126 y 127 (Las páginas corresponden a los poemas en el mismo orden en que fueron citados)
  8. Defense of Luxembourg. Complete Poems…op cit. p.115.El fragmento citado es el que sigue: Come now and join us./ Bring knowlwdge, subtetly, side-slippering, hardiness, fortitude, quick and sound decisions, and the ability to abandon knowingly and soundly all hope of every kind yet stay and fight.(…) Bring fuck-all,/Bring worthless/Bring no good/They can be carried as banners/Or in the pocket./But bring them where we go now./They are valuable as soap(soap is made from the dead horses…) and there is no need to bring money./No one can change it.
  9. Del asunto en cuestión mucho se ha especulado ya a partir de la irresponsable afirmación de Afdera Franchetti (amiga de Adriana) a la revista Europeo de que ambas inclusive fueron los modelos para Renata en la citada novela Across the River and Into the Trees. La Franchetti llegó más lejos aún y les dijo a los cronistas más amarillos del diario, que ella misma había sostenido un “ hipotético affair” con Hemingway en Paris y en Finca Vigía, que por supuesto no estaba más que en su imaginación.. Citado por Nicholas Gerogiannis en Explanatory Notes en Ernest Hemingway. Complete Poems, op cit. Nota 87, p.157
  10. Ibíd.
  11. Lines to a Girl 5 Days After Her 21st Birthday en Complete Poems, op cit, p.125 y ste. El texto original dice: “Wake up in the morning/Venice still is there(…)The things that we have loved are in the gray lagoon/All the stones we walked on/Walk on them alone/Live alone and like it/Like it for a day(…)Do in the morning when you mind is cold/Do in the evening when everything is sold/Do it in the springtime when springtime isn’t there/Do in the winter(…)Do it in every hot days/Try doing it in hell/Trade bed for a pencil/Trade sorrow for a page/No work it out your own way/Have good look at your age.
  12. Alan Pauls. Página 12 en “El Gaucho Insufrible”.Roberto Bolaño, Anagrama. Barcelona, 2003.
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ver en el blog:
Ernest Hemingway: el poeta que todavía no conocemos
 Cercanías a un Hemingway camagüeyano  
Traducir a Hemingway

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otros textos de Carlos A. Peón-Casas en el blog

Wednesday, June 6, 2018

Hemingway en Matanzas (por Carlos A. Peón-Casas)

Es un hecho fácilmente contrastable, que el peso pesado de la literatura universal, como acaso Ernest Hemingway hubiera disfrutado ser reconocido, viajó poco por la geografía cubana, en las dos décadas de permanencia en su casa habanera de Finca Vigía.

Salvando sus no pocos bojeos por las costas de nuestro archipiélago a bordo de su entrañable Pilar, tocando tierra en algún que otro cayo, o alguna bahía acogedora (Nuevitas), en la década de los años 30’s, y su presencia otra vez, en los predios camagüeyanos del Central Santa Marta, propiedad de la familia de su amigo Mario García Menocal Jr. (Mayito), y de su paso cierto por la Ciudad de los Tinajones, en el año 1940(1), con motivo de aquel periplo que realizó por carretera, no hay otras evidencias de su presencia en otras ciudades o pueblos cubanos.

La de Matanzas, en el año 1957, es otra rara excepción, y sobre todo se sabe con exactitud, que no fue planeada, sino aconteció como una escala accidental en uno de sus tantos viajes de regreso de Europa por vía marítima, que normalmente terminaban en la ciudad de Nueva York, pero que el aquella ocasión lo acercó, como se verá, hasta la urbe matancera.

Leímos recientemente en la prensa cubana un reportaje(2), sobre el encuentro acaecido entre el Dios de Bronce de la Literatura norteamericana, al tomar tierra desde el lujoso trasatlántico Ile de France, en el puerto matancero, y una entonces muy joven poetisa local (Carilda Oliver Labra), comisionada por las autoridades para, entregarle a Hemingway una distinción local, y declararlo “Huésped de Honor de la Atenas de Cuba”(3), allí igualmente se nos dice equívocamente, por parte de uno de los testimoniantes del autor que:
(…) el Ile de France (…) se vio forzado a hacer escala en la espaciosa rada yumurina tras el intento sin éxito de entrar en la bahía habanera(4)
En realidad, lo que es rigurosa e históricamente cierto, según nos lo cuenta su esposa Mary Welsh(5), es que la llegada a Matanzas de Hemingway en febrero de aquel año 1957, obedecía a que a su regreso a Nueva York, a bordo del ya citado trasatlántico, procedente de Francia, luego de un largo periplo por España, había seguido viaje en aquel, que continuaba como un crucero por las islas del Caribe Occidental, y que a su vuelta habría de tocar, en último termino, el puerto de Matanzas, antes de regresar a Nueva York.

Con lo que es fácilmente deducible, que el puerto de La Habana, no estaba incluido en el recorrido, y Hemingway tenía que, por obligación, tomar tierra en la ciudad de Matanzas para de allí dirigirse hasta su residencia habanera. Mary no lo acompañaba pues, había desembarcado en Nueva York, y se había dirigido a Minnesota a visitar a su anciana madre.

La salud de Hemingway se resentía en ese minuto, y durante toda la travesía desde Paris, fue atendido a bordo por el doctor Jean Monnier, quien trató su creciente hipertensión y colesterinemia(6).

En aquel periplo por el Caribe, antes de desembarcar en Cuba, se hizo acompañar por su amigo George Brown, quien subió a bordo en Nueva York, y de quien la bien enterada biógrafa Mary V, Dearborn nos apunta que:
Presumiblemente la idea fuera que Brown le daría masajes a Hemingway, y lo pondría en forma en su viaje de regreso a casa. El empeño de Hemingway era conservarse saludable (…)(7)
Al desembarcar, Hemingway tuvo por acompañantes a Brown, junto al Dr. Monnier, quienes fueron sus huéspedes en Finca Vigía.


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  1. Cfr. Cercanías a un Hemingway camagüeyano. Carlos A. Peón Casas. En el blog Gaspar, El Lugareño.
  2. Cfr. El Encuentro entre Hemingway y Carilda. Ventura de Jesús. Granma. Miércoles 16, 2018. p. 11
  3. Ibíd.
  4. Ibíd.
  5. “Desde Nueva York el Ile de France haría un crucero por las islas del Caribe Occidental- Martinica, Trinidad, Granada, terminando en Matanzas, Cuba-y Ernest decidió continuar a bordo…” En How it Was. Mary Welsh Hemingway. Futura Publications.London, 1978.p.443.
  6. Cfr. Ernest Hemingway. A Biography. Mary V. Dearborn. Alfred A Knopf. NY, 2017.
  7. Ibíd. p.580

Saturday, February 9, 2008

Estampas camagüeyanas, para "creerlas"


Plaza del Carmen. Foto de thomasfournier. Flickr

A partir de este sábado comienzo a publicar estas estampas camagüeyanas enviadas por el amigo Carlos A. Peón-Casas, de quien ya habíamos incluido en este blog sus Cercanías a un Hemingway camagüeyano.

Carlos caracteriza sus notas como “especie de crónicas citadinas, mitad ficción, mitad realidad”.

A vuestra consideración dejo cuanto de realidad y cuanto de ficción pueda haber en estas Estampas, que de veraces el 100% poseen.

Gaspar, El Lugareño.


Historias para creerlas.[1]


“La paciencia tiene más poder que la fuerza”

Plutarco

“Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar miraréis, pero no veréis”

Isaías 6 (9-10)

Este es el pueblo del all right

Donde todo se encuentra muy mal.

Este es el pueblo del very well

Donde nadie está bien.

Nicolás Guillén. West Indies LTD.

Proemio.

En 1998 salí de Cuba. Al parecer era para un buen rato. En realidad sólo estuve fuera tres meses. Las cosas que conté de mi realidad cubana en aquella mi estancia chilena, parecían inverosímiles para los que me escuchaban. No pocas veces fui víctima de chanzas y desafortunadas malas interpretaciones. Mis relatos lucían sobredimensionados a mis oyentes, poco familiarizados con la realidad desbordante que yo refería de primera mano. Los que habían estado en Cuba, eran incapaces de reconocer en aquellas historias la realidad de la Isla del ron, las mulatas y los hoteles de cuatro y cinco estrellas, la única que les fue posible vislumbrar desde sus refrigeradas guaguas de turismo. Los que nunca estuvieron en Cuba tenían que hacer un ejercicio muy violento de imaginación para poder entender realidades tan opuestas a sus vivencias vitales en el país austral. Lo que referí entonces, perfectamente coincide con lo que ahora relato, si es que algunas de mis crónicas actuales no superan en acritud a sus predecesoras. Por eso son historias “para creerlas”, no como necesario acto de fe, que a veces ayuda, sino como inevitable constatación de que así son las cosas en nuestro Hic et Nunc cubano. Ojalá dentro de unos años, no sean más que estampas de un pasado superado. Hago votos muy sinceros para que así sea.

I

El amor lo pintan de cualquier manera, pero en este aquí y ahora el amor tiene sus muy particulares coordenadas. La muchacha de cerca de la casa tiene novio en el extranjero. Definamos mejor el área geográfica y digámoslo en argot popular: en el Yuma, que fácilmente especifica a Estados Unidos (pero también Suecia, Islandia o hasta Alaska, donde quiera que un cubano haya puesto un pie); precisemos más y digamos que el susodicho vive en Miami, o en Kentucky o hasta en Indianápolis. No importa. El viene con sus regalitos bordeando la isla para evadir las restricciones. Sus ideas son tenerla feliz y regresar algún día para poner casa junto a ella. Una mujer en Estados Unidos no es fácil de conseguir, él ya ronda los cincuenta. Volverá algún día, cuando esté más viejo y haya sacado su platica. Mientras tanto va y viene, hace su dinerito y vuelve con los regalitos. Y ella feliz. Y el satisfecho con su novia, cubana como él, unos cuantos años más joven. Cosas del amor en este aquí y ahora.

Carlos A. Peón-Casas



[1] Con perdón del maestro Cabrera Infante que en gloria esté, por sus geniales “Historias para leerlas”, de las que ahora hago atrevida perífrasis.

Thursday, January 31, 2008

Cercanías a un Hemingway camagüeyano

Muchas gracias a Carlos por el envío de este texto suyo, para compartir con los lectores de Gaspar, El Lugareño.


Foto Hemingway Autograph, (My mojito in La Bodeguita. My daiquiri in El Floridita)
by worldwidewandering. Flickr

Cercanías a un Hemingway camagüeyano.
por Carlos A. Peón-Casas
No hay dudas que la proximidad de un autor o creador famoso a cualquier comarca de este mundo plural puede ser absolutamente un signo muy favorable para la futura notoriedad del sitio en cuestión. Camagüey, la ciudad cubana que se distingue mejor por sus tinajones, sus iglesias monumentales, y por ese aire de mediterránea complacencia, que caracteriza a sus habitantes en cualquier rincón del planeta, tiene quizás más de uno de aquellos notorios creadores de las buenas letras a los que arrimarse. Dos ejemplos serían virtualmente claros de esa imprescindible contigüidad; díganse por ejemplo Thomas Merton, el prolífico escritor místico estadounidense, que discurrió por la ciudad allá por los años cuarenta del pasado siglo , y de los que pocos, muy pocos tienen especiales referencias, y Ernest Hemingway, el campeón de los pesos pesados de la literatura norteamericana, quien puso en Cuba su casa habanera de Finca Vigía, y a quien la ciudad camagueyanensis también tuvo el gusto de conocer , a comienzos de la cuarta década del ya precitado siglo XX, aunque sean quizás muchos menos los que sepan del suceso. Precisamente de esta última cercanía, la de Hemingway creador indiscutido de cuentos y novelas de talla singular, se hace esta breve crónica.
La visita aludida de Hemingway a la ciudad de los tinajones acaeció en 1940. El motivo primordial no lo fue la ciudad agramontina en sí misma, sino lo que era entonces una conocida colonia cañera: Santa Marta, muy próxima al poblado de Santa Cruz del Sur. El acontecimiento tuvo el doble indicativo de la literatura y la amistad. En Santa Marta se hallaba una bellísima casa solariega propiedad de la familia García Menocal, a la que Hemingway frecuentaba por intermedio de Mario García Menocal, mejor conocido por Mayito, y quien fuera su amigo entrañable en su andadura cubana y más allá. Junto a aquel, Hemingway realizó aquel periplo del año cuarenta[1], y del suceso en particular queda, como veremos más adelante, una evidencia literaria por testigo incontestable. Y es Carlos Baker, el biógrafo más serio del dios de bronce de la literatura americana quien lo testimonia en su invaluable biografía Ernest Hemingway. A Life Storie, aludiendo a que fue precisamente en aquel recogido sitio campestre[2], cercano al mar tan caro al Maestro, donde Hemingway escribiera el prólogo de “The Great Crusade”, empeño que otro amigo entrañable, Gustav Regler, autor de esa obra, le confiara.
Baker atestigua que el hecho debió suceder en los primeros días del mes de abril de aquel año, pues Hemingway comunicó sobre el particular en carta a su amigo Jay Allen.[3] firmada precisamente el día ocho de abril .El propio Mayito Menocal dejaría constancia de aquella visita, en comunicación al propio Baker refrendada por el primero a posteriori del deceso de Hemingway. En esa carta, García Menocal describía lo que fuera la extensa propiedad de su familia “de 16.000 acres de extensión, con sembrados de caña y arroz, y una cómoda vivienda donde Hemingway trabajó.”[4]
La antigua casona solariega de los Menocal en Santa Marta, está hoy en ruinas, poco o nada se ha hecho para salvarla para la posteridad. Pocos además en el poblado del sur camagüeyano son sabedores del hecho que la hace notoria, y para los que en casi gran mayoría lo ignoran, el sitio no es hoy otra cosa que una destartalada “cuartería” donde conviven varias familias. A su paso por la ciudad de los tinajones, a la ida o a la vuelta de aquel viaje de 1940 que presumiblemente Hemingway hizo por carretera, se dice que aquel y sus acompañantes, acaso pernoctaran en uno u otro de los hoteles más notorios del Camagüey de la época: el Gran Hotel ó el Colón, sin que del hecho en sí quede ninguna evidencia. Los records hoteleros de la época no existen, y del suceso sólo pervive una vaga evidencia aportada oralmente por un antiguo empleado de uno u otro de tales sitios. De aquella visita en suma no subsiste más que la nebulosa pátina del tiempo inmemorioso, como una mala foto que va amarillando los rostros y desdibujando los contornos, y que borra para mal cualquier traza del pasado. Pocos, muy pocos en Camagüey la seguimos recordando, y por su intermedio al que fuera uno de los más grandes entre los escritores de su tiempo Mr. Ernest Miller Hemingway.



[1] El escritor Enrique Cirules en su libro Hemingway en la Cayería de Romano. Editorial José Martí. La Habana, 1999, hace alusiones también a la visita de Ernest Hemingway a Santa Marta aquel propio año, acompañado de su amigo Menocal, y refiere a otras anteriores en el tiempo, a comienzos de la década de los años 30, que incluyeron a la ciudad de los tinajones, la propia comarca del sur camagüeyano, Nuevitas en el norte, y la zona aledaña de los cayos Sabinal y Guajaba, así como los extensos arenales de Santa Lucía.
[2] Ibíd. El propio Enrique Cirules en su libro ya acotado más arriba, plantea que la redacción del prólogo que Hemingway escribiera para Regler, se verificó también, y al mismo tiempo, en otros sitios de la geografía camagüeyana a saber: el Gran Hotel de la ciudad agramontina y el restaurante y hospedaje El Gato Tuerto, localizado en el embarcadero del Guincho en Nuevitas. (Ver Enrique Cirules. Hemingway en la Cayería de Romano, p.39)
[3] Carlos Baker. Ernest Hemingway. A Life Storie .Notes: Section 49 (pp 346-351) p.629
[4] Ibid. La carta tiene fecha del 17 de octubre de 1964.
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