Thursday, March 21, 2024

Emilia Bernal, para su primer libro. (por Manuel Márquez Sterling, 1915)


La señora Emilia Bernal da al público, en este volumen, los primeros frutos de su ingenio y los primeros cantos de su lira; y reclama, por derecho propio, lugar preferente, y muy alto, entre los cultivadores de las bellas letras en nuestro país, prolongando así, como una gloriosa estela y un hermosísimo privilegio cubano, la lista de insignes damas que en esta romántica y próvida tierra han conquistado, por sus versos admirables, eternos laureles. La poesía femenina permítaseme llamarla de tal modo ha sido, en nuestra literatura, desde largo tiempo, brillante galardón y singular exponente de la psicología nativa, de las tendencias íntimas y originales de nuestra sociedad y, sobre todo, del vigor y consistencia moral de la familia cubana. Del patriarcado que lánguidamente se desenvuelve en Camagüey nace la más ilustre de las poetisas castellanas, y es, acaso, por eso mismo, la que menos huella de sus triunfos ha dejado en el suelo donde meciera su cuna; salió de aquel rincón apartado y melancólico para llenar, con su nombre, una época luminosa, y si no fué, en su vida, ni en su magnífica obra, representación de ideales cubanos, es un hecho que los destellos de su victoria universal -hoy riquísimo tesoro- enorgullecen y honran a Cuba. Sin quererlo he rozado un punto ha poco debatido y, a mi ver, no bien resuelto, ya que, según entiendo, conformáronse a un solo dictamen las distintas opiniones y encontrados pareceres respecto al patriotismo de aquella inmortal mujer que inscribió su nombre, la Avellaneda, en sitio del cual jamás ha de borrarse, ni por las tormentas y los desastres de la historia, ni por las veleidades propias del gusto literario y las escuelas poéticas. El sentimiento patriótico, en la autora de Munio Alfonso, rápidamente quedó diluído en el ambiente inmenso de sus éxitos, y no se escapa a la pluma de los biógrafos el mencionar, en mérito de la poetisa, la hostilidad y censura de sus comprovincianos contra la flor del genio que en los años juveniles de la Avellaneda pugnaba por abrirse al sol de su carrera literaria. En España encontró lo que no le ofrecía la colonia; pero de la colonia llevó a España lo que, entonces, no había en España. Y, por explicable proceso, quedó muy poco del espíritu cubano, y del amor a Cuba, en su apasionado y ambicioso corazón de artista. Por otra parte, el patriotismo de antaño no era, ni con mucho, el de ogaño, ni existía, comenzado el siglo XIX, una línea divisoria, clara y recta, entre españoles y cubanos, ni fué el medio en que se educó la Avellaneda el de la colonia oprimida, sino el de la autoridad opresora. La interesante autobiografía que conservó don Ignacio de Cepeda y Alcalde, y que don Lorenzo Cruz de Fuentes, prestando un servicio eminente a las letras, publicó en 1907, esclarece el particular en una ingenua página en que consigna la Avellaneda este recuerdo: "Algunos años hacía que mi padre proyectaba volverse a España y establecerse en Sevilla; y en los últimos meses de su vida esta idea fué en él más fija y dominante. Quejóse de no dejar sus huesos en la tierra nativa, y pronosticando a Cuba una suerte igual a la de otra isla vecina, presa de los negros, rogó a mamá se viniese a España con sus hijos. Ningún sacrificio de intereses, decía, es demasiado: nunca se comprará cara la ventaja de establecerse en España”. A tales ideas modeló su espíritu la Avellaneda; y reproduciéndolas, en amorosa correspondencia, no les opuso reparo alguno. Apenas conservaba un solo recuerdo grato del Camagüey, de su infancia, de su juventud, cuando estuvo a pique de realizar, a disgusto, un desventajoso matrimonio; su familia materna, es decir, su rama camagüeyana, la trató injustamente, y fuera del cariño de su abuelo, que murió siendo ella casi niña, los demás parientes la hicieron víctima de la codicia doméstica, mermando sus bienes de fortuna, heredados legítimamente; y en los episodios que a su mente se grabaron figuran el novio de mediana inteligencia, vano y pueril, y la compañera pérfida que le robara, con hipócrita sonrisa y artificial ternura, sus cariños. La Avellaneda comienza a experimentar verdaderas satisfacciones en España; allá, sus alegrías y también sus dolores; allá su esplendor literario; allá su gloria. Viuda, y atormentada por el amor que Cepeda le inspira, alude a Cuba en una carta confidencial, esto es, hablando sin testigos: "Te diré que a pesar de mis treinta y un años y de mi aspecto de sepulcro de ilusiones, un joven de veinticinco, que dizque es muy rico, se empeña en hacerme contraer segundas nupcias. Es habanero, lo cual es para mí un gran defecto; es más joven que yo, lo cual aun es un defecto mayor; es de un talento mediano, de esos que se encuentran sin dificultad; de una figura que no es mala, pero que me causa mala impresión, porque tiene un aspecto marchito" y más adelante añade: "La echa de joven pensador, inglesado, melancólico, excéntrico; pero a mí sólo me parece un pedante de cierto género propio del país en que nació." 

El patriotismo ha sido, por lo contrario, para las demás poetisas cubanas, fuente de melodías exquisitas. Distínguese, entre otras, doña Aurelia Castillo de González, por la fuerza y la entonación de sus ritmos guerreros, por el generoso impulso del pensamiento y, además, por el esmero de la forma. Camagüeyana, a semejanza de la Avellaneda, la señora Castillo se le parece también en la amplitud de sus facultades y en la intensidad de su cultura. Limitada al escenario de Cuba, la señora Castillo escribe en verso y en prosa por la necesidad y por el entusiasmo de su alma refinada, y diríase que perfuma la atmósfera del benéfico y abundante aroma que dan peculiar encanto a sus obras, no exentas de varonil entereza, como las de su eximia conterránea. La generación inmediata a la Avellaneda es ya más cubana, más peculiarmente cubana, y tiene más motivos y más pesares para serlo. Nuestro patriarcado camagüeyano principia a sentir el aguijón revolucionario; los señores de la caña de azúcar caminan ya rumbo al heroísmo, y amos de millares de esclavos ansían trocar la opulencia por la libertad, los goces del oro por los padecimientos del ciudadano que crea la democracia con la ofrenda conmovedora de su sangre. Joaquín de Agüero y sus leales arrojan el guante a los dominadores, y la pelea inicia la catástrofe; se levanta el patíbulo en medio de la consternación general, y vístese de luto la sociedad camagüeyana. Cuatro vistosas palmas fueron sembradas por los patriotas en misteriosa conmemoración de aquel acontecimiento; y las damas camagüeyanas, en señal de duelo, cortaron sus lindas cabelleras. Ya está perfectamente determinado y caracterizado el sentimiento cubano y su pugna al gobierno de España. El patriotismo local participa de la más alta virtud; y la devoción de los mártires consolida las prédicas del Lugareño, don Gaspar de Betancourt y Cisneros, prócer de influencia poderosa en la dirección política y filosófica de los bravos camagüeyanos. 

Este nuevo estado de conciencia no alcanzó a la Avellaneda; y la tranquila villa de aristocratas agricultores, que ella abandonó en 1836, es el centro de una tragedia que decidirá, sobre el mármol de abnegados precursores, los destinos de una patria engendrada entre lágrimas al grito de los caudillos. Sin probabilidades de éxito, Joaquín de Agüero había obrado como un artista sublime de la acción patriótica; y en el ensueño de arriesgada empresa, erigiendo sus castillos de fantasía que el aire, en soplo huracanado, destruyera, fué más bien un poeta que no un político, sellada la frente con la visión de lo futuro sobre su cadáver mutilado. Porque era el baluarte de una familia de poetas, y mejor que el fusil de los conjurados, manejaban ellos, los Agüero, la lira de reformadores que clavan, en dulces arpegios, sus ideales, un día locos, una eternidad apóstoles, jamás expuestos al olvido. En el combate de San Carlos cayó, precisamente, y expiró en el húmedo follaje, improvisado sudario, Antonio María de Agüero, pariente cercano del héroe, tierno poeta, de quien se conservan felices estrofas; y le sobrevivió, en la brega de sus convicciones liberales, perseverante y noble en el creador empeño, otro familiar, don Francisco de Agüero y Estrada, de variadísima capacidad, y poeta de más vuelo, que hizo conocer, y le dió fama, en Cuba, a su seudónimo, El Solitario, usado en España también por don Serafín de Estévanez, benévolamente lisonjeado por Cánovas en profundo estudio de su tiempo. Unas veces perseguidos, expatriados otras, y siempre en difíciles trances, los Agüero, en tribulaciones continuas, padecen las angustias de la espoleada colonia, y la vena poética es maravilloso manantial que alivia el sufrimiento sin tregua y el anhelo sin esperanza. Diríase que el horizonte se ha cerrado a los ojos de la piedad, que ya la existencia no ha de ser sino un gemido, que las virtudes, un día practicadas, otro han de merecer castigo, desapareciendo, al cabo, entre los brazos hercúleos de la borrasca. Así se forma el alma sensitiva de Brígida de Agüero, hija de El Solitario, y encuentra resignación del fatal destino en la fe cristiana, 
porque eres tú, dulcísima creencia,
 vivido faro de esplendor interno,"
y así llega a escribir, otra de las herederas del prócer, versos de honda emoción y sugestivos matices, hiriendo siempre con fortuna la cuerda más potente de su numen: el patriotismo. Concepción de Agüero es, acaso, la lira más completa de aquella generación de artistas. La recuerdo, en mi adolescencia, en compañía de su esposo, artista como ella, ambos en franca lucha con la vida, camino de abrojos. Y aunque no concediera importancia a sus versos, como su ilustre marido, Emilio Bernal, no presumiese de excelso pintor, su modestísima morada era como un centro de arte, oasis en el desierto; pobres, enfermos, arrebatando al infortunio el sustento de sus pequeños hijos, la belleza era culto entre ellos, y sobrábanles el entusiasmo y la decisión para cualquier empeño de arte; y como olvidados, en lo inútil de aquel esfuerzo, dejó la esposa, al viento, unos cuantos rasgos de su musa, unas cuantas imágenes de su talento, unos cuantos latidos de su alma apasionada y melancólica. Fué larga senda, en el progreso artístico de la provincia, la de este matrimonio intelectual, unido en sagrada alianza contra la adversidad; y aun así no comprendíal Concepción de Agüero y Emilio Bernal, otra orientación, para el triunfo, que la del arte, educadores de su pueblo, predicadores de la buena doctrina, en el naufragio lento a que los condenaba el ambiente inadecuado. Muerta ella, como su hermana Brígida, devorada por la tisis, Bernal continuó sólo en la tremenda liza, y hoy ensaya la fundación de una revista literaria, que perecerá mañana, y debate, por los más nobles ideales, en el amanecer de nuestra independencia, y cae pronto a la fosa, como un héroe que jamás rindió su pabellón. Ilustre, también, su apellido, él encarnaba el mérito de una familia de preclaros varones, que honran la tierra camagüeyana. Cito a don Calixto Bernal, su cercano pariente, y me refiero a la más alta intelectualidad cubana, del mismo estilo y carácter de José Antonio Saco, paladín de libertades en el campo del pensamiento, escritor serio, intencionado, profundo, y con el lastre de una cultura difícilmente sobrepujada por nuestros más conspicuos representativos, en la ciencia y en las letras, sociólogo de ancho horizonte, jurista de insondable sabiduría, y autor, además, de un libro delicioso, Impresiones y Recuerdos, en el que recogió apuntes de viaje por Europa. 

Emilia Bernal y Agüero, con el arrastre de esas espléndidas tradiciones, viene a ser, en el mundo de las letras, el símbolo de tanta grandeza desperdiciada por el curso de la existencia colonial, y no espera tímidamente el aplauso, porque surge a la conciencia cubana ya victoriosa, ejerciendo un derecho de su propia naturaleza. De su sangre, toda ilustre, la vocación inquebrantable; de su espíritu, por maternal herencia, la melancolía suave y dulce de los ritmos; y la infinita tristeza, la mirada penetrante e indagadora que en sus ojos claros, redondos y llenos, copiaron de su padre las hadas milagrosas dispensadoras de fortuna. Su primer volumen de versos no pertenece a la clase de los que a menudo se publican, exploraciones, generalmente frustradas, de una ambición mediocre: es un libro que nunca perderá su brillo, que contiene toda la ternura, toda la romántica emoción, toda la dulce flexibilidad de la verdadera poesía, con sus estremecimientos, con sus dolores, con sus sollozos, con sus alegrías, con sus esperanzas, con sus recuerdos; himno primaveral a la gloria que asoma entre las nubes y ha de ser, al fin, esclava...


Manuel Márquez Sterling.
Habana, 28 de agosto de 1915.




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Nido es el alma que tengo 

¡Nido es el alma que tengo 
de ilusiones peregrinas, 
emigradoras constantes, 
pasajeras golondrinas!



Oh, yo te haré una barca de mis sueños


¡Oh, yo te haré una barca de mis sueños,
ligera como un haz de mimbrecillos. 
Te hará mi amor una canción de cuna 
al golpe leve que le den las olas, 
cuando a los besos del terral, la noche
traiga a mecer la barca hacia la orilla.



No tengo besos... no tengo flores

Flores del alma quiero mandarte 
para que en nombre mío te besen; 
mas... no las mando, que están heladas 
y con sus besos dañarte pueden. 

Cosas del alma quiero decirte 
para que siempre de mí te acuerdes; 
mas... no las digo, que son muy tristes 
y las tristezas callarse deben. 

¡No ha de arrancarte mi verso pobre 
ni una sonrisa, ni un gesto alegre! 
¡No tengo besos... no tengo flores... 
no tengo nada para ofrecerte!


Guardo una sola carta

Guardo una sola carta, en una caja sola, 
que leo todas las noches de mi vida infeliz. 
Ella es en su lenguaje, como una blanca estola 
o lo mismo que un blanco, talar sobrepelliz, 
que sabe cariñosa abrigar mi alma yerta, 
eternamente sola y eternamente gris, 
como si fuera el cuerpo de una novicia muerta 
arropado entre encajes y entre flores de lis. 
Y es esa carta sola, la que en las soledades 
de mis horas de insomnio me habla de castidades, 
la que todas las noches oye mi triste voz 
cuando la leen mis ojos adormecidos, cuando 
terminan su lectura mis labios, silabeando 
un muy dulce, muy lento: "Hasta mañana...! ¡Adiós...!”

Wednesday, March 20, 2024

Un "Compendio de la Historia de la Literatura Inglesa" según J. J. Russerand, traducida del francés al castellano por un camagüeyano. (reseña por Carlos A. Peón-Casas)


Confieso mi asombro ante la novedad de esta traducción publicada en la primera mitad del siglo XX, obra de un reconocido coterráneo, políglota y filólogo: Aurelio Boza Masvidal. Proveniente de una familia de principal estirpe puerto príncipense, hermano mayor del reconocido obispo Mons.  Eduardo Boza Masvidal (1915-2003).

Aurelio era por entonces catedrático de la Universidad habanera donde se había recibido años atrás como Doctor en Filosofía y Letras. La traducción del referido libro del conocido autor francés, la había acometido en sus años de estudiante, como un atinado ejercicio práctico de la hermosa lengua francesa, y de paso para la mejor comprensión de la materia en cuestión que cursaba por entonces.


La novedad de tal trabajo le mereció incluso el elogio del propio autor a quien el traductor había contactado previamente con el ánimo de buscar su aprobación para tal empeño.

Fue finalmente publicada en La Habana a mediados del siglo XX, por la editorial La Propagandista.


El ejemplar que tenemos a la vista está dedicado por el propio traductor a sus amigos Yolanda Lleonart y Andrés de Piedra Bueno, y es parte del fondo bibliográfico de la biblioteca de la Kent State University.

La obra traducida está igualmente acompañada por la carta del autor agradeciendo el gesto del traductor cubano y autorizando con gusto la susodicha versión.

De ella dejamos de cierre al lector cumplida referencia:
Señor,

Me conmovieron mucho los sentimientos en su interesante carta…

Sólo puedo sentirme halagado… Una petición similar también me la enviaron desde Cuba, hace tiempo pero el proyecto no tuvo seguimiento y obviamente fue abandonado.

Por tanto, me considero perfectamente libre de autorizarlo a traducir al español mi libro. Los notables escritos de su pluma que me ha comunicado son para mí la seguridad de que este trabajo estará bien hecho; mi estilo, como habrá notado, es muy simple y directo y seguro que se encargará de reproducirlo….

Si llegado el momento tuvieran la amabilidad de enviarme algunas pruebas se lo agradecería mucho. No sé si tiene la segunda edición de mi libro. Contiene algunas correcciones, pocas en número, pero que sería bueno tener en cuenta y quisiera enviar una copia.

Tenga mis mejores deseos para el éxito de una empresa en la que considero que estamos asociados; le pido que reciba, estimado señor, la expresión de mis más distinguidos sentimientos. (El autor agradece la amable colaboración del Sr. Lazlo Ivan Castro en la traducción desde el francés de esta misiva.)




 

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BOZA MASVIDAL, Aurelio (Camagüey, 28. 11.1900-La Habana, 28.6.1959). Se doctoró en Farmacia y en Filosofía y Letras en la Universidad de la Habana. Cursó estudios en la Reale Universita Italiana per Stranieri, de Perugia. Como miembro de la delegación de esa Universidad asistió al Congreso de Universidades. Trabajó como asistente de Fonética y más tarde como profesor de Literatura Italiana y de Teoría de la Literatura en la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de la Habana. En 1926 fundó y dirigió el Seminario de Historia de la Literatura Italiana. Colaboró en la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, Revista Bimestre Cubana, Revista de Educación y Universidad de la Habana. Era socio de número de la Sociedad Económica de Amigos del País y miembro del Ateneo de La Habana. Presidió la Sociedad Italo-Cubana de Cultura. Fue socio de mérito de la Societá Internazionali dei Studi Francescana, socio perpetuo de la Sociedad Nazional «Dante Alighieri» y miembro de la Unión Intelectualle Franco Italienne a la Sorbonne. Además de su labor en la cátedra desarrolló gran actividad como conferenciante.  (Diccionario de la literatura cubana. Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 1999)


 

Tuesday, March 19, 2024

¡La primavera es ya! (un poema de Emilia Bernal, 1915)


¡La primavera es ya!

Ven! Que ya las abejas zumbadoras,
como rayos del sol cuajados, vuelan
sobre las copas de las campanillas
llenas de miel dorada y olorosa.
¡La primavera es ya! Toca en las almas
sus cascabeles el amor. Te espero!


Emilia Bernal, 1915

¡Cuidado con el Bombardeo Amoroso¡ (por Cecilia Alegría, La Dra. Amor)

Nota del blog: Espacio semanal de Cecilia Alegría, La Dra. Amor, dedicado al amor de pareja.


¿Qué mujer no sueña con ser amada de esta manera? Eres es el centro de atención de tu pretendiente, quien te corteja de la mejor forma posible, inclusive con regalos (si él tiene dinero los obsequios serán costosos desde el principio), llamadas telefónicas diarias, mensajes de texto varias veces al día, visitas y salidas a lugares románticos con suma frecuencia, manifestaciones desbordantes de interés por ti. ¿Qué más pedir? Suena fabuloso, ¿verdad?

Lo que no sabes es que tu pretendiente es un experto en Bombardeo Amoroso, ese conjunto de manifestaciones de interés romántico, que una persona expresa por otra, de carácter excesivo y obsesivo, que esconden una agenda oculta.

El Bombardeo Amoroso es mayormente usado por hombres que padecen del trastorno de personalidad narcisista. Su objetivo es que creas que eres su centro de atención para luego pedirte (y hasta exigirte) que él sea el tuyo.

El afán del narcisista es ejercer control y poder sobre esa persona a la que sorprende con sus grandes gestos.

Por ejemplo, imaginemos que quedaron en verse viernes, sábado y domingo y recién se conocieron hace una semana. Le cuentas que uno de esos días, el viernes, no vas a poder encontrarlo porque te ha surgido un contratiempo en la oficina. Entonces él aprovecha su poder manipulador para decirte algo como esto: “Entonces este viernes temprano voy a enviarte varios ramos de flores, para que los pongas en tu escritorio, te acuerdes de mí, ¡y no dejes de verme esa noche bajo ningún concepto!”... ¡O sea, te chantajea!

Al principio, crees que lo haces porque se muere por verte, pero la triste verdad es otra. Desde el principio era “Too good to be true”, demasiado bueno para ser verdad, pero preferías creer algo diferente… porque ¿a qué mujer no le gusta sentirse tan pero tan admirada?

Tanta maravilla es solo una máscara. Como él es obsesivo y manipulador, busca ser correspondido de igual manera, para lo cual te va a ir alejando, progresivamente, de tus familiares y amigos. Y comenzará a manifestar celos cuando ya te tenga más o menos “segura”. Te dirá cosas como esta: “Te quiero toda para mí solo.”

Por otra parte, con sus regalos y atenciones constantes quiere dejarte en deuda.

Te va a ser difícil decir No después de haber recibido tanto de su parte.

Si bien es cierto que los narcisistas no pueden practicar la empatía, sí suelen ser muy simpáticos, sobre todo al inicio. En las fiestas son los reyes y se meten a todo el mundo en un bolsillo.

Primero lanzan el anzuelo para pescar a su próxima presa y luego se convierten en abusivos y manipuladores hasta el punto de llegar a asfixiarte. Vas a perder tu independencia, tu individualidad.

Sus víctimas preferidas son las personas con baja autoestima que no saben decir no.

Su supuesto gran amor es como un fuego forestal que arrasa con todo. Pero la verdad sea dicha, eso no es amor. Es un bombardeo hipócrita que te dejará destruida o deshecha emocionalmente. Por eso, huye del narcisista como del demonio… y aprende a detectarlo a tiempo.


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Cecilia Alegría, La Dra. Amor (www.ladoctoraamor.com): Consejera de Parejas, Love and Life Coach, Conferencista Internacional, Periodista y Conductora de Radio y TV. Destaca en los Latinos en Miami dando consejos sobre cómo triunfar en el terreno amoroso y ayudando a miles de parejas a resolver sus problemas. Forma parte del grupo fundador de profesores del programa Universidad de la Familia.

Ha publicado doce libros entre los que se encuentran: Comunicación Afectiva=Comunicación Afectiva (Espasa Calpe, España, 2000). 120 preguntas y respuestas para ser mejores personas (Editorial Norma, Colombia, 2004), No hay amor más grande (Editorial Aragón, USA, 2012), Amando un Día a la Vez (Ediciones Varona, U.S.A. 2015), Al rescate de tu comunicación de pareja (Ediciones Varona, USA 2017), Sexo Sagrado y Lazos del Alma (Indie Publishingnbsp, 2018), Alessia (Book Master Corp. 2019), El Poder del Amor Grape: como restaurar tu matrimonio después de una infidelidad (2021). Amanecer con Dios (2021), Del Amor Tóxico al Amor Extraordinario (2022). El continuo aprendizaje de la felicidad (Editorial El Shaddai,  2023).

Spring ...

 

Monday, March 18, 2024

Elegía del mendigo (un poema de Félix Luis Viera)

Nota: Cada lunes la poesía de Félix Luis Viera. Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog, en este enlace. Traducción al italiano de Gordiano Lupi.



Elegía del mendigo



                                        Para Balbina Rey



Con ella,
él tenía la luz en todas las ventanas de su calle

En la piel de ella anidaban los atardeceres, la paz
en la densidad de sus senos

El aire cimbraba cuando ella pasaba


Con ella,
él tenía la certidumbre de que la vida existía
y que la muerte
jamás lo tomaría por sorpresa

Los ojos de ella titilaban en las mañanas de frío,
la tersura de su vientre arrullaba aquellas madrugadas

Con ella,
él tenía el pecado
y la absolución de sí mismo

Amanecida,
su voz derramaba el pétalo

Su talle parecía marcar los cuatro puntos cardinales

En sus labios, dulce era el relámpago, el sabor
de la piña
rebosaba el derredor

Con ella, él
tenía
cara y cruz,
la espada y la sangre,
la flecha y el arco,
la bala y la diana,
el anverso y el reverso,
el mapa del laberinto
y ese susurrar del centro de la tierra

Pero ya no tiene nada
Nada


Miami, 17 de febrero de 2024



Elegia del mendicante


                               Per Balbina Rey


Con lei,
lui aveva la luce in tutte le finestre della sua strada

Nella sua pelle si annidavano i tramonti, la pace
nella densità dei suoi seni

L’aria tremava quando lei passava

Con lei,
lui aveva la certezza che la vita esisteva
e che la morte
mai l’avrebbe colto di sorpresa

I suoi occhi scintillavano nelle fredde mattine,
la morbidezza del suo ventre cullava le prime luci dell’alba

Con lei,
lui aveva il peccato
e l’assoluzione di se stesso

Alla luce dell’alba,
la sua voce faceva uscire i petali

Il suo bacino sembrava indicare i quattro punti cardinali

Nelle sue labbra, dolce era il lampo, il sapore
dell’ananas
si spandeva attorno

Con lei, lui
aveva
testa e croce,
la spada e il sangue,
la freccia e l’arco,
il proiettile e il bersaglio,
il dritto e il rovescio,
la mappa del labirinto
e quel mormorio del centro della terra

Ma adesso non ha più niente
Niente


Miami, 17 febbraio 2024




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Félix Luis Viera (El Condado, Santa Clara, Cuba, 19 de agosto de 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los tres géneros.

En su país natal le fue otorgado el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Premio de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que, en 1983, le fuera concedida a su libro de cuentos En el nombre del hijo.

En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio.

Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba.

Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros.

En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que, como otros de sus libros, ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable.

Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son.

Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.

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Gordiano Lupi, periodista, escritor y traductor, nació en Piombino, Italia, en 1960. Fundador, en 1999, junto con Maurizio y Andrea Maggioni Panerini de la editorial La Gaceta Literaria, ha traducido del español a varios autores cubanos, como Alejandro Torreguitart Ruiz, Guillermo Cabrera Infante, Félix Luis Viera y Virgilio Piñera, entre otros. Cuenta en su haber con un amplio trabajo sobre figuras del cine, entre ellas Federico Fellini, Joe D´Amato y Enzo G. Castellari. Ha publicado más de una decena de libros que abarcan diversos géneros, como Nero tropicale, Cuba magica, Orrore, ertorismo e ponorgrafia secondo Joe d´Aamto y Fidel Castro – biografia non autorizzata.

Gordiano Lupi es un luchador por la democracia para Cuba y un promotor de las artes y la cultura de la Isla.

Sunday, March 17, 2024

(Marzo 17, 2024) En Santiago de Cuba, Bayamo... protestas masivas "Corriente y comida"

 

Santiago de Cuba
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Bayamo

Ballet "Paquita" (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.

Los textos anteriores, se pueden leer en este enlace.


El ballet “Paquita” fue estrenado el 1 de abril de 1846 en la sala Le Peletier de la Ópera de París. La coreografía fue realizada por Joseph Mazilier, música creada por Édouard Delvedez, el libreto original era de Paul Foucher (con colaboración del coreógrafo). En la premiere la obra estuvo protagonizada por Carlota Grisi, en el rol de Paquita, y Lucien Petipa (hermano del coreógrafo Marius) como Lucien d'Hervilly obteniendo un gran éxito, al igual que había sucedido cuando estrenaron el ballet “Giselle”, cinco años antes.


En 1847, Marius Petipa se traslada a San Petersburgo para trabajar en el Ballet Imperial. El primer trabajo que realiza allí es una reposición de “Paquita”, estrenada el 26 de septiembre de ese mismo año, teniendo como protagonistas a Yelena Andreyanova y al propio Marius Petipa. En 1881, Petipa le encarga Ludwing Minkus (quién ya había trabajado con el coreógrafo en dos exitosos ballets: “Don Quijote” y “La bayadera”) que componga algunos fragmentos extra: el “Pas de trois” del primer acto (compuesto en colaboración con el propio Deldevez, Cesare Pugni y Adolphe Adam) y la “Mazurka des enfants” y el “Grand Pas Classique” del tercer cuadro. El estreno de esta nueva versión de Petipa fue el 27 de diciembre de 1881, con Ekaterina Vazem y Pavel Gerdt en los roles protagónicos. El estilo característico de Petipa está presente en estos fragmentos, siendo casi los únicos que se representan de la obra en la actualidad. Originalmente, el “Grand Pas Classique” estaba compuesto por una entada, un adagio, la variación de Paquita y una coda final. Hacia el inicio del siglo XX, el maestro italiano Enrico Cecchetti, que trabajaba en Rusia por aquel entonces, decide adicionar cinco variaciones femeninas para solista, las cuales fueron extraídas de varios ballets. El motivo para tal adición fue darle la oportunidad de bailar a diferentes intérpretes que, de otro modo, no se hubieran destacado.

Vale aclarar que, si bien por el año de su primer estreno, 1846, la obra pertenece historiográficamente al período romántico, junto a ballets como “Giselle” y “La silfide”, no comparte las características formales de dicho período. Su argumento, vestuario y composición coreográfica son más bien propios del período clásico ruso que comenzó hacia 1870.

En el año 2001, el coreógrafo Pierre Lacotte realizó una reconstrucción a partir de la notación de Petipa (con el método Stepanov-notation) realizada en 1904, cuando trabaja en el montaje de la obra junto Anna Pavlova como protagonista.


El ballet se organiza en dos actos y tres escenas. Se sitúa en España durante la invasión napoleónica, en la ciudad de Zaragoza. La protagonista es una joven gitana llamada Paquita.

El primer cuadro se desarrolla en los alrededores de Zaragoza. Allí una lápida de mármol se erige en memoria de Charles d’Hervilly, quien falleciera varios años antes en una masacre que sucedió en ese solar. El general francés conde Lucien d’Hervilly (hermano de Charles) le explica al gobernador español Don López de Mendoza y a su hermana Serafina (prometida de su hijo Lucien) el motivo de la misma.


Comienza la celebración y Don López de Mendoza pone de manifiesto el compromiso entre Serafina y Lucien, colocando sus manos juntas pero, en vez de alegría se vislumbra en Lucien resignación ya que dicha unión una necesidad estratégica y política. Llegan los gitanos a la fiesta, con Íñigo, su jefe, a la cabeza. Paquita llega retrasada, con unas flores que recogió en el camino. Iñigo, que está enamorado de Paquita, la reprende primero y luego le declara su amor pero ella lo rechaza. Iñigo, enojado, le quita el medallón que lleva colgado, en el cual se ve a su padre a quien nunca llegó a conocer.

Los gitanos y Paquita danzan para Lucien y sus invitados. Lucien, que había quedado maravillado con Paquita, al terminar la danza, le dice que es raro que una muchacha tan distinguida pertenezca a una familia gitana. Ella atina a mostrarle su medallón pero se da cuenta que no lo tiene. Igualmente, Lucien la invita a ir con él, pero ella lo rechaza.

Ante esta situación, Íñigo se pone celoso y el gobernador aprovecha para confabular con él y así matar a Lucien.


El segundo cuadro se desarrolla en la casa de Iñigo. Paquita, que permanece oculta ante la llegada del jefe gitano, escucha lo que planea hacer junto al gobernador, quien llegó disfrazado. Llega Lucién y Paquita intenta explicarle por medio de gestos los planes de Íñigo. El gitano le ofrece vino y Lucien, hábilmente, intercambia los vasos y es Íñigo el que toma el veneno. Antes de dormirse, intenta sacar su pañuelo para secase la frente y se le cae el medallón. Paquita lo recoge y huye junto a Lucien por la chimenea.

El segundo acto sucede en el palacio del general d’Hervilly. El salón donde se realiza la recepción está decorado por un gran retrato de Charles d’Hervilly. Junto a los invitados llegan también el gobernador y su hermana. Aparecen Lucien y Paquita que intentan explicar lo sucedido. El joven insiste en que Paquita le ha salvado la vida y señalan al Gobernador como ideólogo del plan, quien es arrestado.

Lucien manifiesta a sus padres su intención de casarse con Paquita, pero ella, sabiendo de la diferencia de clase que los separa, decide irse. En ese momento se percata que el rostro del cuadro que engalana la sala es el mismo que está en su medallón. Allí descubren que Paquita fue la única sobreviviente de la masacre y que es la hija de Charles, que había sido apropiada por los gitanos y criada como tal. Así, al reconocer su noble estirpe puede formalizar su amor y casarse con Lucien.



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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". Email: florenciagu@gmail.com

Camagüey colonial (por Emilia Bernal)


La casa solariega

El siglo XIX y el XX han mezclado en Camagüey lo encantadoramente típico a lo moderno, confortable y oportuno; mas no por eso de mayor validez que sus peculiares tesoros pueblerinos. Todo lo nuevo resulta, en la armonía envejecida del conjunto, postizo, falso, de pega. Así, pues, uniéndose al prestigio de lo clásico, lo cursi de lo nuevo, la ciudad ha perdido la unidad estética. 

La casa típica camagüeyana es característica de todas las poblaciones antiguas de Cuba, fundadas por Diego Velázquez de Cuéllar, el primer colonizador español que urbanizó nuestra isla, allá por el año de 1512. Tal Bayamo, Sancti Spíritu, Trinidad... 

Si algo revela con luz meridiana el genio, el carácter, la psicología toda de una raza, es, sin duda, el albergue que se fabrica para habitar. Tal como las cualidades físicas de un individuo, por lo general, dan la medida exacta, o cuando menos aproximada, de su modo de ser interno, así, la casa del hombre, que es como si dijéramos la otra vivienda de su espíritu; pero más amplia, más adjetiva que el propio cuerpo, revela cuáles son los gustos suyos, sus costumbres, y a cuáles necesidades de todo género debe corresponder la construcción. 

No habiendo codicia de la tierra, y contando los colonizadores españoles con toda la isla de Cuba para holgar en sus viviendas, la primer condición de la casa cubana de esa época es la amplitud. Cada edificio cuenta con una gran parcela de terreno para su emplazamiento. Por eso lo espacioso de sus habitaciones: gran sala, múltiples aposentos, ancho comedor, espléndido patio, al que se suma, casi siempre, otro de área aún más extensa, llamado traspatio. 


Las cualidades de esta vivienda dicen de la confianza en el goce de la vida, la serenidad del espíritu equilibrado en el sosiego y disfrutador en el reposo, de lo plenamente poseído: altas de puntal; aunque sin pretensiones orgullosas de escalar el cielo, los edificios parecen a primera vista de poca elevación, menguada su altura por sus dimensiones extensivas. La armónica sobriedad del conjunto da la sensación de la sencillez hidalga de sus moradores. 

La techumbre de tejas de barro, propias del uso de los primeros colonizadores, que copiaban en la urbanización criolla la de la España Meridional y Levantina, cuyo dominio acababan de completar los Reyes Católicos en esta época con la toma de Granada. Allí los árabes habían puesto su nota genial arquitectónica, en la que se contaba como elemento único, para el techado, la mencionada teja. Su uso exclusivo entre nosotros da a la urbanización criolla un sello morisco. 

Las paredes hechas con ladrillos, o de calicanto, son de una consistencia de baluarte romano. Macizas, inexpugnables. Y en sus pulidas superficies, de una blancura deslumbrante, por la lechada cuidadosa que las viste. Contrastando con esa blancura, en el interior, el suelo, de color de almagre encendido, hecho de hormigón o con ladrillos en forma de paralelogramos. 


Y en lo exterior, anchas, hospitalarias puertas del cedro o la caoba que dan los bosques, puertas que jamás encontraba cerradas el pasajero, en cuyos umbrales el huésped siempre halló un amigo... Altas ventanas de palo, construídas con balaustros gruesos, cubiertas todo el día con espeso coletón de rusia y descubiertas desde la tarde para que lucieran sus bellezas las muchachas hogarinas; el guardapolvo, todo entelarañado, protegiendo la parte superior de la puerta del chapotear del aguacero, decorado por los colgantes curujeyes, y del cual pendía el gancho rústico, suspendiendo el farol de lámpara de aceite que iluminaba leve la cercanía; después, los quicios, todos disparejos, por donde, de casa en casa, había de ir subiendo y bajando el transeúnte si deseaba caminar frontero a los edificios... 

El Patio


Pero el mejor trofeo del pintoresco recinto era el patio, murallado de altos tapiales cubiertos de frondosas enredaderas de madreselva amarilla y olorosa; quiscalias bermellón que trascienden a fragancia de fruta; blancas estefanotas; azules campanillas; menudas hipomeas y rosado coralillo. 

Del patio en el centro, el pozo, de brocal de piedra carcomido y alto, donde a la hora de la siesta da su clarinada al viento el gallo enamorado; donde cacarea entusiasmada la gallina anunciando a la dueña de la casa que la acaba de obsequiar con un huevo; dentro, la piedra erizada de picos en las paredes laterales del pozo, y en sus huecos la fértil yerba colgante, la verdolaga de terciopelo verde intenso, el llantén medicinal... Y en el fondo, el agua clara y fresca, a veces borboteante, surgiendo de abajo o de los flancos, a veces tersa, inmóvil, a cuya superficie se asoma a mirarse la muchacha coqueta, antes de turbar su quietud lanzando el balde, que después sube lleno, acompasando el mover de los brazos a la música de la garrucha. 

En otro lugar del patio el aljibe, con su solado de ladrillos escarlata y su brocal hermético, donde el agua, recogida del techo por las canales, se hace añeja, y abastece durante el largo estío y el corto invierno. 

Y alrededor del aljibe el milagro de las flores en rústicos canteros hechos con fondos de canecas invertidos. Canteros siempre llenos de rosas, de azucenas, de claveles y de jazmines. ¡Maravilla en los amaneceres cuando las flores despiertan salpicadas de rocío! 

Y semiocultos entre las enredaderas que trepan los tapiales, los tinajones, vasijas ventrudas llenas de agua llovediza. Sus paredes internas llenas de musgo y desbordando el copioso culantrillo. En sus contornos, al frescor del agua que filtran sus poros, el hacinamiento de las espontáneas matas de mariposas, que embalsaman el ambiente cálido en las noches de junio, cuando el cielo negro se tachona de estrellas o la luz de la luna palidece el infinito. 

En el traspatio cada familia guarda su alborotado gallinero; acaso en estrecho corral alimenta, con palmiche, un cerdo para sacrificar en el festín de Nochebuena, o suelta, entre las aves, da de pastar a una chiva, con cuya leche cría al recién nacido de la casa; o en el establo aposenta al caballo que hace los viajes cotidianos a la finca... Todo, animales y gente , viviendo dentro de la más cordial armonía. 

¡Antaño! ¡Antaño!


¿Adónde se ha ido todo esto? La casa noble y señorial se ha convertido en la moderna mansión de superpuestos pisos donde se vive como en sepulcros, en habitaciones exiguas, llenas de largas y estrechas ventanas, y de puertas que apenas dejan pasar. Los patios arrebatados a la urbe por necesidad de la tierra, para las fábricas nuevas. Los árboles arrasados por disposición sanitaria para extinguir los mosquitos. Y por eso mismo suprimidos el pozo, el aljibe, el tinajón, la tinaja y el tinajero. 

La tinaja que filtrando el agua gota a gota en su gran piedra caliza, durante el silencio de la noche familiar era música afinada, a la que se podían acompasar todos los sueños gratos que cantan en el alma cuando se duerme tranquilo...

¿Qué se ha hecho la luz de esas pálidas lámparas que iluminaban suavemente los salones y alcobas... aquellas lucecitas de vela de cera virgen que el cuidado de la guardabrisa de cristal mantenía en llama erecta, a cuyo amor cantaba la madre adormeciendo al niño, la abuela decía a la parvada de los nietezuelos los legendarios cuentos y la ternura de los enamorados encontraba velo con que cubrirse...? 

Sin embargo, aún queda en tu forma lo indeleble de tu pasado, ciudad querida. Nadie podrá enderezar tus calles y tus callejones que se retueren. Tus calles por donde corrió la vida de tus héroes, tus calles que suenan a gloria... 


¿Quién podrá silenciar la voz de tus campanas que salmodian la elegía del pasado, y quién podrá desteñir tu cielo de azul único que oye el lamento en la hora del crepúsculo, cuando todo parece que en la memoria resucita...?


Escrito en Nueva York en el otoño de 1919.

Saturday, March 16, 2024

El alma de mi pueblo, el Camagüey. (por Emilia Bernal)


Diez y ocho leguas por el Norte, y otras tantas por el Sur, está el Camagüey lejos del mar, y ese pueblo metido en el corazón de la tierra, un solo corazón tenía. Sus latidos, recios, serenos, no se daban mas que para la grandeza y el honor. 

La patria fué su más puro y ferviente ideal, y de allí son los primeros mártires que le ofrecieron sus vidas. En los inicios del siglo XVIII, por amor a la libertad, Andrés Sánchez y Francisco Agüero, camagüeyanos de cepa, fueron ahorcados por los españoles en las proximidades de este pueblo. 

De Camagüey fué el mártir Joaquín de Agüero, que por manumitir a sus esclavos y declararse en rebeldía armada después, los españoles fusilaron en el año de 1851, junto con sus tres compañeros de revuelta. 

Y Agramonte, el paladín de leyenda, el más poético de nuestra epopeya del sesenta y ocho, aquel que cayó muerto en Jimaguayú, combatiendo por la independencia, cuyo cadáver apresó el enemigo y extendiéndolo sobre un lecho de leña y paja quemó, aventando al cielo sus cenizas, camagüeyano era. 

Del hogar amoroso y honorable salieron aquellos tipos que sintetizan el genio cubano. La familia que fué allí ejemplar de perfección, era paradisíaca. El patriarca, su mujer y una docena de hijos, alrededor de las amplias mesas, en la hora de las comidas, ofrecían un cuadro eglógico. La tierra les daba todo lo necesario para el sustento, y el hogar era modesto y abundosamente abastecido. Pueblo agricultor y pecuario, en sus fértiles campos y potreros anchurosos encontró siempre los elementos de la subsistencia. Cumplían honrados con las leyes de la naturaleza. El más grande orgullo de un hombre y una mujer era tener muchos hijos. 

De aquel viril apostolado había de nacer la generación briosa, fecunda en todo. El talento ha brillado frecuentemente en los hombres de aquella estirpe. De allí han salido los cubanos. más preclaros. Desde el año XIV del pasado siglo el genio consolidó en el espíritu de una mujer en aquella tierra. Se llamaba Gertrudis Gómez de Avellaneda. Era poetisa, novelista y dramaturga insigne. De alma ardiente y visionaria, un genio trágico la iluminaba, y así escribió obras inmortales: Saul, Baltasar y Munio Alfonso, consideradas como obras maestras en la literatura del Romanticismo.

Tal es, a grandes rasgos, descrita, la fuerza psicológica del pueblo a cuya filiación pertenezco y en cuyo seno se desarrolló mi primera existencia. 



Escrito en Nueva York en el otoño de 1919.

Wednesday, March 13, 2024

Por bares y cantinas en la ciudad principeña del ayer (Por Carlos A. Peón-Casas)


 Bar Hotel Plaza
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El pie forzado para esta crónica con rememoraciones y efluvios alcohólicos de la mejor graduación, dese ello por seguro, me lo ha puesto un buen amigo, de esos que cada mediodía calcinado se suman a una tertulias infinitas, pero de gratísimo sabor, en este sitio de libros y memorias, este espacio que, parafraseando a Papa Hemingway, es remedo de aquel paraíso de los madriles que el degustó: “A clean, and well lighted place”, y que yo remedo por aca, como “un lugar calmo y con aire acondicionado”, para mejor estar…

Se trata de una rememoración de mi amigo, teatrista y autor radial de altos quilates: Don Nikitín, para sus no pocos amigos y conocidos, José Rodríguez Lastre, para sus infinitas oyentes de las bien puestas novelas radiales con que gana el sustento. 

Niki, una de estas tardes encendidas de sol y aupadas con no muy reconfortantes presagios sobre inminentes precariedades, más de las mismas que ya eso es bastante, me ha llevado de la mano por los entresijos de aquella ciudad principeña de los 50’s, en un rememorativo periplo por bares de ocasión, que junto a sus tíos, aficionados inveterados al Bacardí Añejo, hubiera de cumplimentar más de una vez.

Su recorrido imaginario hoy, arrancaba cerca de su hogar, en la calle San Clemente, y después de las diez de aquellas mañanas de asueto, en un sitio, que como todos los que siguen en su gran mayoría ya no existen: La Segunda Mía, para degustar el primer shot, léase la famosa línea, del consabido Ron Añejo Bacardí, que se tomaba de pie, pero sin premura, paladeando la textura infinita de aquel elixir de los dioses báquicos, y que hoy con buena suerte, sólo es bebible en algún exquisito bar de cuentapropistas de último minuto, de muchas campanillas, y precios de cielo…

De aquella primera estación, seguían otras a lo largo de la ya citada San Clemente: la Bodega de Puso, en la esquina de Bembeta; le seguía El Bar de Raúl, en la de la calle Hospital con la ya citada, luego el Emma, a la altura de Santa Catalina, y pasando igualmente en ruta al Parque Agramonte, por la Casa Rovirosa y la de Viñas, con sus respectivos traganíqueles, donde la degustación podía enlongarse al ritmo de los bolerones de Panchito Risset o la Guillot. 

Ya a la altura del Parque Agramonte solían detenerse igualmente en el Bar homónimo, al lado de la Tienda de Eusebio Cal, o cruzar el diagonal hasta alcanzar el famoso Cambio Bar. 

Después, retomando Independencia, la próxima pausa sería en el Bar de Pepe, justo en la intersección con la calle del General Gómez, un bar que igualmente tuvo el apelativo un poco discordante y yo diría hasta irreverente, de nuestra Patrona: Virgen de la Caridad, que si no e vero e bien trovatto…. y que hoy en el imaginario citadino no deja de ser conocido por el muy sugerente de La Babita, cuando devino ya en otro minuto más cercano, un expendio de café aguado y otras hierbas, en tazas no muy pulcras.. 

Pasando entonces a la calle Maceo, el periplo continuaba por otros establecimientos como El Jerezano, a la altura de las conocidas Sombrillitas, de allí al Bar Dalmau, ya en la Plaza de la Soledad, y luego enrumbando por la calle República, en el regentado por los chinos frente al inexistente Cine Apolo. 

Para entonces, con un espíritu más bien alegre por los sucesivos cañángazos, se seguía hasta el muy famoso Baturro, en la esquina de San José, que hoy expende el ron más aguado que se pueda ud. imaginar, y del sólo le queda el nombre, pero que entonces era famoso por sus sándwiches y tragos.

Si a esa altura del “juego”, los tíos de Niki todavía soportaban algún bebedizo más, el periplo se extendía hasta el famoso Bar Plaza, ubicado en el hotel homónimo, el primero además en climatizarse en la ciudad. 

La vuelta, ya a la altura del mediodía, se verificaba por toda Avellaneda, para entroncarse con el callejón de Castellanos. En aquel pasadizo a la altura de República, se ubicaba el muy famoso bar La Cotorrita, donde nuestros ya inevitablemente achispados personajes, pero aún dueños de sí, gracias a la ingestión entre copa y copa de la infaltable tapa: el coctel de ostiones, camarones o langostas, las bien provistas lonjas de jamón, queso y aceitunas, y vaya ud. a saber que más….hacían su penúltima libación, el consabido trago “del estribo”.

Tuesday, March 12, 2024

Tu tipo de apego puede determinar lo bien o mal que te vaya en tu relación (por Cecilia Alegría, La Doctora Amor)

Nota del blog: Espacio semanal de Cecilia Alegría, La Dra. Amor, dedicado al amor de pareja.


Todos hemos escuchado hablar del apego entre las personas, o tal vez mas aun del desapego, porque es una de las manifestaciones del amor incondicional que mas se destacan. Pero pocos han oído alguna teoría científica sobre los tipos de apego y cómo ellos determinan, o por lo menos condicionan, los posibles resultados favorables o desfavorables de una relación amorosa.

Los postulados básicos de la teoría del apego fueron descritos por el psiquiatra británico John Bowlby y la psicóloga americana Mary Ainsworth, en los años cincuenta, definiéndola como la calidad de la relación emocional con la persona que nos educó en la niñez, que determina nuestra respuesta más común a la intimidad con otra persona en la adultez.

El primer tipo de apego es el SEGURO, en el cual ambos individuos practican la apertura emocional, se comunican honesta y afectivamente, establecen limites en la relación, pero a la vez mantienen sus espacios propios, manifestando confianza y estabilidad en la manera en la que se comportan e interactúan.

El segundo tipo de apego es el ANSIOSO, en el cual uno de los dos (o los dos) manifiestan un alto nivel de nerviosismo e inseguridad en la relación, falta de confianza, falta de compromiso, con dificultades en la comunicación y reacciones infantiles ante las situaciones difíciles.

El tercer tipo de apego es el EVITATIVO DESDEÑOSO. En apariencia demuestra desinterés por la relación y por la otra persona. Finge que le da lo mismo lo que la otra haga o diga, pero en realidad desea ejercer el control sobre la relación, desconfía del otro y “evita” tener conversaciones sobre la relación, para atraer y dominar, ejerciendo el chantaje y asumiendo al rol de víctima.

El cuarto tipo es el más conocido o fácil de reconocer. Es el apego DEPENDIENTE-MIEDOSO, cargado de temor, que genera un alto nivel de dependencia en la pareja. Uno de los dos presiente que el otro podría terminar la relación o enamorarse de otra persona y, por ende, vive celándolo y limitando su libertad con exageradas exigencias.

Esta persona evade la confrontación porque tiene una baja autoestima y suele decir cosas como esta: “Si te vas me muero… No puedo contemplar la vida sin ti…” O puede llegar a amenazar con el suicidio.

El reconocer cual de estos tipos de apego es el que practicamos inconscientemente en nuestra relación amorosa, será el primer gran paso en el camino de mejorarla e inclusive rescatarla de su posible autodestrucción.





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La Dra. Amor es una prolífica escritora. Ya está disponible su décimo quinto libro El continuo aprendizaje de la felicidad. 20 consejos para ser feliz con o sin pareja, en su website:




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Cecilia Alegría, La Dra. Amor (www.ladoctoraamor.com): Consejera de Parejas, Love and Life Coach, Conferencista Internacional, Periodista y Conductora de Radio y TV. Destaca en los Latinos en Miami dando consejos sobre cómo triunfar en el terreno amoroso y ayudando a miles de parejas a resolver sus problemas. Forma parte del grupo fundador de profesores del programa Universidad de la Familia.

Ha publicado doce libros entre los que se encuentran: Comunicación Afectiva=Comunicación Afectiva (Espasa Calpe, España, 2000). 120 preguntas y respuestas para ser mejores personas (Editorial Norma, Colombia, 2004), No hay amor más grande (Editorial Aragón, USA, 2012), Amando un Día a la Vez (Ediciones Varona, U.S.A. 2015), Al rescate de tu comunicación de pareja (Ediciones Varona, USA 2017), Sexo Sagrado y Lazos del Alma (Indie Publishingnbsp, 2018), Alessia (Book Master Corp. 2019), El Poder del Amor Grape: como restaurar tu matrimonio después de una infidelidad (2021). Amanecer con Dios (2021), Del Amor Tóxico al Amor Extraordinario (2022). El continuo aprendizaje de la felicidad (Editorial El Shaddai,  2023).
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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