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Thursday, August 5, 2021

El dios de la lluvia llora sobre Santiago de Cuba (por Rafael Duharte Jiménez)


Las sequías han sido un problema crónico en la historia de la ciudad de Santiago de Cuba. En la época colonial los santiagueros pedían ayuda a los santos católicos para que lloviera. Según Emilio Bacardi en el año de 1673 se hicieron “rogativas y procesiones por la gran seca. Se saco en procesión la “reliquia” del Santo Ecce Homo, la Virgen del Carmen y el Santísimo Sacramento”.

En julio de 1840 comenzó a funcionar el acueducto construido por Dionisio Carreño el cual represo las aguas del río Paso de la Virgen y los santiagueros dejaron de mirar al cielo durante las sequías.

A inicios del siglo XX el acueducto Carreño era entonces el viejo acueducto y no tenia ya capacidad para abastecer suficientemente la ciudad cuya población había crecido. La idea de construir un nuevo acueducto floreció en al ambiente de progreso de aquellos tiempos.

El jueves 15 de enero de 1905 se inauguraron los trabajos de un nuevo acueducto que represaría las aguas del río Purgatorio. El proyecto estaba a cargo del ingeniero Joaquín Chalons, en septiembre de 1907 el nuevo acueducto comenzó a suministrar agua a la ciudad. Un año después se descubrió el Pozo de San Juan, parecía que al fin había terminado la vieja pesadilla del agua.

No tardaron sin embargo en aparecer las insuficiencias del acueducto de Chalons, las cuales han quedado reflejadas en las quejas de los vecinos publicadas por los periódicos a lo largo de varias décadas. El periódico El Cubano Libre publicaba lo siguiente en 1907: “No hay día en que no visiten esta Redacción, amigos y vecinos para quejarse de la falta de agua. Algunos no reciben el precioso liquido desde hace mas de un mes”.

El 13 de agosto de 1908, el mismo periódico decía: “hoy hemos sentido mas fétido que nunca el liquido del Acueducto Nuevo ofreciendo ¡trágala!, al paciente vecindario de Santiago”. Al año siguiente el Departamento de obras Públicas clausuró temporalmente el acueducto calificado por la prensa como “charco indecente”.


Las críticas al acueducto de Chalons se mantuvieron a lo largo de los años e incluso fueron subiendo de tono. En 1912 los periódicos La IndependenciaEl Cubano Libre en sus diatribas contra el acueducto señalaban que: “… el incalificable liquido del llamado Acueducto Nuevo, enorme charco que ha costado al país mas de un millón de pesos y que no sirve ni para abrevadero de marranos”.

El jueves 15 de septiembre de 1925 El Cubano Libre decía que cuando los vecinos abrieron las plumas en sus casas el día anterior “recibieron verdaderos chorros de fango”. ¿Cuál era el oscuro secreto del acueducto nuevo? El ingeniero Chalons había concebido en el proyecto que el embalse tuviera en el fondo una gruesa capa de cemento, la cual no se ejecuto y el fondo estaba cubierto de una tierra vegetal putrefacta que era la que daba el tufo al agua y en ocasiones enviaba chorros de fango a la ciudad.

La escasez de agua en ocasiones paralizó la urbe. Así por ejemplo, el domingo 16 de enero de 1921 no se encendió el alumbrado eléctrico, los tranvías dejaron de circular y no hubo espectáculos públicos porque no había agua para las maquinas de la Compañía Eléctrica.

Resulta particularmente interesante que al menos en dos ocasiones la cólera de los santiagueros se desbordó, produciéndose manifestaciones para reclamar al gobierno solución al problema del agua. El periódico El Cubano Libre y Oriente Literario reseñaron como sigue una de estas manifestaciones: “A las 4 p.m. del 19 de enero de 1911 partió de la Alameda Michaelson una importante manifestación de protesta organizada por la Cámara de Comercio y el Centro de la Propiedad Urbana. Se estima que participaron mas de 6 mil personas, conscientes todos de los males que se avecinaban, si Dios y la naturaleza, o el gobierno, no resolvían pronto el apreciable problema del agua.”

En el verano de 1923 la sequía provoco una escasez de agua espantosa. El lunes 6 de agosto a las 4 p.m. salio del Parque de la Libertad una manifestación cívica organizada por la Gran Logia Oriental de Cuba; se calculó en 25 mil personas las que recorrieron las calles de la ciudad hasta el gobierno provincial, al grito unánime de ¡agua! ¡agua!.

¡Ahora los santiagueros no miraban al cielo, ni pedían la ayuda de los santos, le reclamaban al Gobernador para que buscara solución al problema del agua!

En la tarde del 15 de febrero de 1938 en el lugar llamado Charco Mono concluyó una nueva represa que estuvo cargo del ingeniero contratista Octavio Navarrete; Casero Guillen presidente del Comité de Fuerzas Vivas de Santiago de Cuba, empujo simbólicamente la ultima volqueta de concreto.

La inauguración de la represa unos días mas tarde fue reseñada por el periódico Diario de Cuba:
A mediodía del viernes 25 de febrero de 1938, el Coronel Fulgencio Batista Zaldivar bautizó la represa, lanzando desde la altura de esta una botella de Carta Blanca Bacardi. El Arzobispo Valentín Zubizarreta procedió a la bendición con el rociamiento de agua bendita. Luego hubo discursos y banquete.
A principios de noviembre del año siguiente la represa de Charco Mono comenzó a desbordarse por primera vez.

En el verano del año 1950 la seca fue terrible y llego a pronosticarse que sólo quedaba agua para diez días en los embalses, lo cual provoco una movilización sin precedentes, desencadenando una serie de obras emergentes que permitieron sobrevivir a la ciudad. El 1 de agosto se recibieron por primera vez las aguas del río Cauto gracias a unas turbinas que bombeaban desde el Tempú; se hicieron instalaciones hidráulicas en la finca Caimanes; la Compañía Ron Bacardi perforó nuevos pozos en la finca Santa María; en San Juan se abrieron nuevos pozos y se añadieron bombas y se perforaron tres pozos en la finca Santa Rosa. En septiembre un informe de la Compañía General de Construcciones Públicas dijo que se trabajaba en la represa del río Cauto en el sitio denominado Gilbert; así mismo se informaba que se laboraba para que el caudal del río Guaninicum, represado en El Cristo, vertiera en los depósitos de la ciudad.

A mediados de siglo los problemas del agua retornaban cada año con la sequía. El periódico Prensa Universal denunciaba:
Anoche, martes 4 de mayo de 1953, captamos la escena en una de las calles del reparto Mariana de la Torre, cuando personas mayores y menores, de los dos sexos corrían a ponerse junto al carro de reparto de agua, formando “colas”, para alcanzar por lo menos, algún que otro cubito de agua (…) Escenas como esas son frecuentes en los distintos barrios extremos de la ciudad, provocadas por la escasez de agua y la fuerza de las tuberías.
En 1957 el Diario de Cuba publicaba esta dramática pregunta ¿Por cuál o cuantas razones no se le sirve agua al pueblo? La respuesta a esta interrogante pasaba por medio siglo de reiteradas sequías y esfuerzos hidráulicos vinculados a la represa de Chalons, los Pozos de San Juan, la represa de Charco Mono, la represa Balvina o Bacardí y la Gilbert.

La ciudad crecía y la población se multiplicaba, las sequías no cesaban y el problema del agua parecía no tener fin, ¡el dios de la lluvia lloraba sobre Santiago de Cuba!






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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, July 29, 2021

El santiaguero ilustrado (por Rafael Duharte Jiménez)


Cuando pensamos en los aires de modernidad que batieron sobre Santiago de Cuba en las primeras décadas del siglo XX, generalmente discurrimos sobre la avalancha de ciencia y tecnología que arribó del Norte; imaginamos los impactos de la electricidad, el automóvil, el tranvía, el cine, la radio y todas aquellas maravillas que elevaron la calidad de vida de la mayoría de los santiagueros. Sin embargo suele olvidarse la increíble pasión por la palabra escrita que se despertó en aquellos tiempos.

Si se tiene en cuenta que el primer periódico había circulado en la ciudad en el año de 1805, resulta impresionante aquel interés por la lectura un siglo más tarde. Pienso que se trata de un interesante indicador de que la cultura santiaguera estaba lista para dar un salto cualitativo desde fines del siglo XIX, el cual fue catalizado positivamente con la entrada de la isla en la órbita de los Estados Unidos.

En los albores del siglo XX, en La Revista Municipal el alcalde Emilio Bacardi informaba a los santiagueros sobre las labores de la alcaldía y allí publicó algu nos apuntes sobre la historia local que andando el tiempo se convertirían en el punto de partida de sus crónicas.



El 15 de febrero de 1904 se publicó la revista literaria La Ilustración Cubana; unos meses más tarde vio la luz el primer número de la revista semanal ilustrada de ciencias, artes y letras, Cuba Literaria, cuyo director era Max Henríquez Ureña.

Editores de El Cubano Libre
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El año de 1907, calificado por Carlos Forment como “época de oro del periodismo en Santiago”, fue increíble; ese año circulaban diariamente en la ciudad los siguientes periódicos: El Cubano Libre, La Colonia Española, El Derecho, La Independencia, El Pueblo y La Republica; también se publicaban los semanarios: El Católico, La Cotorra, El Noticiero Cubano y Oriente. ¡Realmente resulta asombrosa esta cantidad de periódicos en una ciudad que estaba en pleno tránsito de la colonia a la republica!


En materia de revistas la cantidad y calidad de las mismas también provocan admiración. Algunas de estas fueron: Revista Santiago (1907), El Pénsil (1907), Ilustración Cubana (1906- 1907), Fémina (1906-1907), Oriente Masónica (1904-1909), Azul y Rojo (semanario de literatura y deportes), Helios (revista literaria ilustrada), Oriente Literario, Arte y Bohemia y Oriente y Bohemia. ¡Estas revistas demuestran que en Santiago de Cuba había a no dudar una vida literaria y artística relativamente intensa!


En febrero de 1920 se fundó la Editorial Oriente que tenia la intención de publicar dos volúmenes mensuales de cien o más paginas de texto “por un peso al mes la suscripción, pago adelantado y con derecho a recibir los dos libros a domicilio”. Entre los meses de marzo y junio la editorial publicó los siguientes títulos: Pequeños Poemas de Armando Leyva; La Condesa de Merlín, de Emilio Bacardi, La Pampa, de Luís Vásquez; Celos, de Carlos Forment y Agonía de Pascasio Díaz del Gallego. Estos resultados que superaban ampliamente la intención inicial de la editorial, muestran que había un público lector entrenado por los periódicos y revistas, ávido de consumir las obras de los escritores santiagueros.

El 13 de febrero de 1921 se publicó el primer número de la revista Aguilera dirigida por Félix B. Caignet. El periódico La Independencia le dio la bienvenida a esta revista de la empresa del Teatro Aguilera con palabras encomiásticas: “Dicha revista es un exponente de gusto tipográfico. Su presentación es lujosísima y su impresión esmerada. Tiene un selecto material de lectura y muy bonitas fotografías. Al precio de veinte centavos se vende en la librería Renacimiento”

En septiembre de 1940 comenzó a publicarse el Boletín Acción Ciudadana, órgano oficial de la institución de igual nombre, este boletín dedicado a la propaganda cívica y al progreso moral y social, articuló con un programa radial diario titulado: “Acción Ciudadana al aire”. La labor de este magnifico boletín se extendió hasta el año de 1960 y puede considerarse como uno de los esfuerzos más importantes de la sociedad civil en beneficio de la sociedad santiaguera.

Algunos años más tarde se inició la publicación de la revista Azul, de larga vida, pues los investigadores han encontrado números fechados hasta el año de 1957. Azul, publicaba fragmentos de novelas, cuentos y poemas; artículos literarios y sobre arte; tenia secciones de consejos para la vida y el hogar; en la misma colaboraron muchos escritores de la ciudad.

En la noche del 25 de junio de 1943 se inauguró la Primera Feria del Libro, los pabellones y quioscos situados en el parque Céspedes estuvieron llenos de libros traídos por librerías de la Habana como Minerva, La Moderna Poesía, Paginas, Cultural, Cervantes, Librería Económica y Selecta; representando a Santiago de Cuba estuvieron las librerías Renacimiento y Moderna. La Feria tuvo tanto éxito de público y ventas que su clausura se prorrogó varios días. Ya no cabían dudas de que en Santiago de Cuba había un público lector cuantitativa y cualitativamente significativo.

En marzo de 1951 siendo alcalde de la ciudad Luís Casero Guillen se inauguró en el parque Céspedes la Segunda Feria del Libro, la comisión organizadora estaba presidida por el director de la biblioteca Elvira Cape. Según la prensa local “Durante cuatro días de duración de esta segunda Feria del Libro se observó una demanda extraordinaria del libro cubano, con preferencia a los de Jose Marti. Se pudieron adquirir costosos ejemplares de las mejores obras a precios menores y populares”.

Una mirada en los archivos y bibliotecas a aquellos periódicos, revistas y libros publicados en Santiago de Cuba en la primera mitad del siglo pasado, pudiera ser interesante para tener un perfil del santiaguero ilustrado.





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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, July 22, 2021

El año de 1947 en Santiago de Cuba (por Rafael Duharte Jiménez)



Una mirada a los periódicos que circulaban en la ciudad de Santiago de Cuba en el año de 1947, muestra sólo tres noticias que al parecer fueron de interés para los santiagueros: la visita del famoso “gran maestro de contadores” William Field a la redacción del periódico Diario de Cuba; los temblores que se sintieron el 6 de agosto los cuales provocaron “algunos derrumbes menores y leves daños a paredes y fachadas” y el acto de inauguración de la Universidad de Oriente. Obviamente el año de 1947 sólo seria recordado por la fundación de la universidad, un hecho trascendental para la cultura local.

¿Cómo era Santiago de Cuba en el año de 1947? Para responder a esa interrogante resultaría interesante acudir al testimonio del poeta y periodista Regino Pedroso que ese año visitó la ciudad y escribió en la revista Bohemia una estupenda radiografía de la urbe.

El poeta confiesa que hacia algunos años que no venia a Santiago y se ha quedado sorprendido: “Ya no es la ciudad de hace algún tiempo, un poco muerta, polvorienta, sin agua (…) Hoy tiene esplendidas avenidas, nuevos parques, hermosos paseos (…) La ciudad lleva camino de la más moderna urbanización”.

El artífice de buena parte de aquella imagen de la ciudad era Luís Casero Guillen, un político honrado y enérgico que amaba a Santiago de Cuba. Este alcalde quería convertir la ciudad en “la atracción de Cuba”, pues pensaba que la misma podía vivir de sus bellezas naturales como otras ciudades del mundo. Esta era obviamente la perspectiva de la industria turística que unos años después echaría a un lado al viejo aeropuerto de San Pedrito e impulsaría la construcción del aeropuerto Internacional Antonio Maceo, con el cual conectaría la ciudad con el mundo.

Circulaban en Santiago en el año de 1947 tres periódicos: Libertad, Oriente y Diario de Cuba y había una pleyade de periodistas encabezados por el famoso director del Diario de Cuba, Eduardo Abril Amores, uno de los hombres más influyentes de la época, pues muchos afirmaban que los santiagueros cuando se levantaban cada mañana se preguntaban ¿Qué dice el Diario? , ¿Qué dice Abril? ; y todos leían la sección de éste llamada Minuto.

En aquellos tiempos había en la ciudad de Santiago de Cuba un notable movimiento intelectual, que fue el que creó el caldo de cultivo donde surgió la Universidad de Oriente ¿quiénes eran los líderes de aquel ambiente cultural? Carlos Martínez Anaya, Felipe Martínez Arango, Leonardo Griñan Peralta, Paco López Rosa, González Palacio y Pedro Cañas Abril, entre muchos otros.

Eran hombres de diferentes profesiones, formación cultural e ideas políticas, pero tenían un denominador común, pensaban que Santiago de Cuba debía tener un futuro a la altura de su historia. La mayoría de ellos pudo hacer carrera en la Habana y hasta en las universidades norteamericanas, pero estos santiagueros amaban su patria chica, aunque no eran provincianos sino más bien cosmopolitas.

Idealizar el Santiago del año 1947 seria un ejercicio de nostalgia de escaso valor; el crecimiento de la ciudad, típico del capitalismo de la época, generaba simultáneamente riqueza y pobreza. La ciudad estaba dividida por una frontera no señalizada por ningún cartel que delimitaba el “Santiago bonito” conformado por la zona residencial del reparto Vista Alegre, Ciudamar y la Playa de Siboney y el “Santiago feo” integrado por barrios como Mejiquito, Flores, Los Hoyos, Chicharrones, Los Olmos e incluso la villa miseria de La Manzana de Gómez. ¡Cielo e infierno bajo el mismo sol santiaguero!

Santiago de Cuba en el año de 1947 era sin lugar a dudas una ciudad llena de tenciones sociales e injusticias, pero sí aquel año alguien hubiera mirado atrás sin temor a convertirse en una estatua de sal, habría podido apreciar que lo que se había avanzado desde la fundación de la villa en 1515, era sencillamente formidable, teniendo en cuenta las sequías, terremotos, epidemias y huracanes a los que se había sobrevivido; el colonialismo, la esclavitud y las intervenciones norteamericanas.

Santiago de Cuba en el año de 1947 estaba lejos de ser un Cantón Suizo como algunos hubieran deseado, no podía serlo entre otras mil razones, porque los santiagueros no eran suizos. Santiago de Cuba era ese año sólo una ciudad del oriente cubano que aspiraba a tener un futuro a la altura de su historia.




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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, July 8, 2021

Santiago de Cuba se enlaza con el mundo (por Rafael Duharte Jiménez)



En sus Crónicas de Santiago de Cuba, Carlos Forment cuenta que el día 11 de marzo de 1910 los santiagueros vieron por primera vez un avión, en un improvisado campo de aterrizaje en la zona de San Juan.

Diez años más tarde la Compañía Oriental de Aviación de Sport y Turismo Aéreo de Santiago de Cuba anunciaba que se dedicaría al transporte de pasajeros por el interior de la provincia de Oriente y a los anuncios y colgantes por medio de aeroplanos. La noticia constituía una señal del desarrollo alcanzado por la industria turística en la región.

En diciembre de 1920 un aeroplano marca Curtiss con capacidad para tres pasajeros aterrizó en el área del malecón en medio de un gran público que acudió a verlo. La prensa local informó al día siguiente que el aparato había sido trasladado para el reparto Los Olmos, donde haría vuelos para los que estuvieran interesados y luego publicó una lista de personalidades locales que habían volado en el Curtiss.

Ocho años más tarde en la misma zona del malecón aterrizó un aeroplano de la Pan American Airwais, el cual estudiaba la apertura de una línea regular entre La Habana y Santiago de Cuba, para el traslado postal, de periódicos y pasajeros. Al año siguiente, en enero de 1929, se inauguraba un campo de aviación en el reparto San Pedrito el cual la prensa local presentó de la siguiente manera: “Aviones de vuelos nacionales y extranjeros aterrizaron sobre la tierra de Oriente, en un recodo del camino que conduce desde esta ciudad al Cobre” Se consignaba la llegada ese día de tres aviones del ejército y dos civiles con pasajeros, uno proveniente de Puerto Rico y otro de Miami.


En 1930 La compañía de Aviación Curtiss, la mayoría de cuyos accionistas eran cubanos, inauguró un servicio de pasajeros entre Santiago de Cuba y La Habana, con lo cual ya sumaban tres compañías que ofrecían este servicio. Este año también se inició El Servicio Postal Nacional.

En 1933 el periódico Adelante publicó un anuncio titulado “Viajar por el aire es un placer” en el que se informaba de los horarios y los precios de los vuelos a La Habana, Baracoa, Guantánamo, Jamaica y Haití. El vuelo a la Habana costaba 30 pesos con 90 centavos y duraba 5 horas y media porque hacia escalas en Manzanillo, Camagüey, Morón, Santa Clara y Cienfuegos.

En febrero de 1935 aterrizó en el aeropuerto de San Pedrito el avión Marti, marca Loockheed-Electra, que integraba una moderna flota adquirida por la Compañía Nacional Cubana d Aviación. En julio de ese año se inauguró el servicio aéreo de pasajeros, correo y expreso en la ruta Habana –Santiago-Guantánamo, en el avión Maceo.


Probablemente a estos vuelos se refería el novelista Enrique Serpa en su crónica publicada en la revista Carteles en marzo de 1935, bajo el sugestivo titulo “Raid Habana-Santiago de Cuba” en la cual después de una estupenda descripción de lo que se veía desde el avión a lo largo del viaje, termina refiriéndose a la llegada del avión al aeropuerto santiaguero: “Aterrizamos. El estómago sube a la garganta, como en un ascensor que desciende con rapidez excesiva. Una leve sacudida acusa el contacto de las ruedas con la dureza del suelo. Se desliza el avión sobre un campo agotado por el bochorno del mediodía. Al cabo se detiene. Acuden hacia el aparato unos hombres apresurados. Y el steward mientras flanquea la portezuela de la cabina, anuncia ¡Santiago de Cuba!”


En octubre de 1953 comenzó a funcionar el Aeropuerto Internacional Antonio Maceo. Al año siguiente el ministro de Obras Públicas hizo la entrega oficial del nuevo edificio y demás departamentos al presidente de la Compañía Cubana de Aviación; el servicio al público se inició con un avión Viscount, el 7 de diciembre de 1956. En abril de ese mismo año un moderno Constellation Súper G trajo a Santiago a la orquesta Sinfónica de Nueva Orleáns, que es anoche ofreció un concierto en el teatro Oriente auspiciado por la Sociedad Filarmónica.


La historia de los inicios de la aviación en Santiago de Cuba abarca un periodo de poco más de cuatro décadas y está asociada con el crecimiento económico de la ciudad y en particular con el de la industria del turismo en la provincia de Oriente, la cual en la década del cincuenta era probablemente el segundo destino turístico del país y atraía gran cantidad de turismo norteamericano de ocio y hombres de negocios. También algunos orientales comenzaron a hacer turismo fundamentalmente a Miami, Nueva York y Madrid.

En 1910 los habitantes de la ciudad de Santiago vieron por vez primera un avión y en 1956 por el aeropuerto Internacional Antonio Maceo llegaban en modernos aviones los turistas norteamericanos y salían los turistas santiagueros. ¡El avión había conectado a Santiago de Cuba con el mundo!






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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, July 1, 2021

Un Congreso Mundial sobre la Muerte en Santiago de Cuba (por Rafael Duharte Jiménez)


En el año de 1993, sobrevivíamos en medio del ruido y el polvo que generaba la muerte de la Unión Soviética y el Campo Socialista; caían estatuas y muros y se desintegraban países; en medio de aquel caos que nos empujó dentro del túnel del “Periodo Especial”, a Joel James se le ocurrió la idea de que la Casa del Caribe convocara a un Congreso Mundial sobre el tema de la muerte.


A todos no pareció una locura, pero Joel tenia una gran capacidad para argumentar y convencer, primero lo hizo con nosotros y luego con funcionarios locales y del ministerio de Cultura que sin mucho entusiasmo apoyaron o toleraron aquella locura de la Casa del Caribe.

Elaboramos una convocatoria y un afiche y lo circulamos internacionalmente. El evento se desarrollaría tres días a fines del mes de junio, precediendo el Festival del Caribe que se año estaba dedicado a México.

El programa estaba pensado en términos de una presencia de ponentes santiagueros, algunos invitados nacionales y la participación internacional que respondiera a la convocatoria.

Unos días antes de la inauguración del congreso nos dimos cuenta de que lo de mundial era un fracaso, pues no había respondido nadie a la convocatoria, ni un solo extranjero.

Entonces me fui al Hotel Las Américas donde estaba instalada la delegación mexicana que había venido para participar en el Festival. Me reuní con los mexicanos y les explique lo más diplomáticamente que pude la situación. Como el tema de la muerte es muy importante en la cultura mexicana y allí habían muchos antropólogos, logramos improvisar una serie de intervenciones que insertadas en el programa salvaron el carácter internacional del evento, al punto de que creo que muy pocos se dieron cuenta de aquella suerte de mexicanizacion del mismo.

El Congreso se inauguró en el salón de los Vitrales de la Plaza y mientras Joel hacia su discurso inaugural, estalló una tormenta y se fue la corriente en el local produciendo cierto desconcierto, lo cual pareció un mal augurio; pero en realidad todo funcionó bastante bien, pues el equipo de la Casa del Caribe tenia a la sazón una experiencia notable en la organización de eventos.

El programa académico estaba pensado en términos de ofrecer una amplia variedad de miradas sobre el tema de la muerte; hubo ponencias de varios especialistas en medicina y un sacerdote católico; así como reflexiones en torno a la visión de la muerte de protestantes, santeros, paleros y espiritistas; también se abordó el tratamiento del tema en los campos del derecho y la literatura. Pienso que precisamente las dos ponencias que más impacto causaron fueron una sobre la pena de muerte en Cuba, tema polémico en la época y otra sobre el cuento de Onelio Jorge Cardoso titulado: Francisca y la Muerte, que para sorpresa de todos motivó interesantes comentarios de la hija de Onelio que se encontraba en el público.


En realidad aquello que inicialmente pareció una locura de Joel James, resultó un espléndido ejercicio de pensamiento interesante y original.

La clausura del congreso fue en un salón de la tercera planta del Teatro Heredia, después de la Relatoria, el actor Andrés Caldas disfrazado de la muerte hizo una intervención un tanto esotérica, tras la cual todos los participantes, visiblemente impresionados, bajaron detrás de Caldas, que creo llevaba una vela encendida en la mano, por una estrecha escalera oscura hasta la primera planta del Teatro. ¡Así con un poco de magia terminó el Congreso Mundial sobre la Muerte!

El Festival del Caribe, unos días después, borró de la memoria el Congreso Mundial Sobre la Muerte, en parte por que la cultura mexicana hizo un despliegue fastuoso en lo intelectual y artístico; quizás porque muchos querían en su subconsciente olvidar la muerte que de cierta forma el congreso había invocado.

Algunas de las ponencias presentadas en el congreso se publicaron luego en la revista Del Caribe y la editorial Oriente publicó un pequeño libro que incluía tres miradas sobre el tema de la muerte, a partir de textos de Joel James, el Padre Joan Rovira a la sazón Rector del Seminario San Basilio Magno y un médico y sacerdote habanero de un culto sincrético.


Cuando un día alguien escriba la historia de la cultura santiaguera en aquellos años, tendrá en estos textos publicados una prueba de aquel olvidado evento que forma parte de la extraordinaria obra de Joel James como promotor cultural y pensador.





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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, June 24, 2021

Un domingo en Santiago de Cuba (por Rafael Duharte Jiménez)



La crónica firmada por Juan José en la sección Santiago Social del periódico Diario de Cuba de fecha 22 de septiembre de 1919, nos permite asomarnos a un domingo de hace un siglo en la ciudad de Santiago de Cuba.

El cronista comienza pintándonos una mañana en la que destaca la religiosidad de los santiagueros los cuales asisten a los templos católicos, bautistas, episcopales, metodistas etc. En las iglesias católicas dice: “sus naves se veían llenas, pletóricas de creyentes y profanos, ávidos de rezar los primeros; deseosos de henchir de impresiones gratas, con la contemplación de las bellezas y las modas los segundos”.

Con una rápida mirada nos acerca al domingo de las familias vistalegrinas:
… a las once de la mañana, se disfrutaba de la matinée del Vista Alegre, a la que concurrió una muy selecta representación femenina. Se observaba en la amplia sala del teatro: belleza, elegancia y perfume y en el palco escénico: arte y belleza también, con la compañía de zarzuelas de Luís Manzano.
El mediodía el cronista lo califica como paradisíaco porque la ciudad siguiendo la antigua costumbre española se entrega a la siesta.

Al caer la tarde la vida social se reanima y muchos van a los parques a pasear y tomar el fresco. En particular en el Parque Céspedes la concurrencia era muy numerosa y la Banda Militar brindaba un programa de música selecta.

Los teatros y los cines merecen una especial atención del cronista pues estos desempeñaban en aquellos tiempos un papel importante en el domingo santiaguero: “Abrieron sus puertas los teatros. La función vespertina del teatro Aguilera se inició con una concurrencia en la que los niños eran mayoría. Después de dos o tres horas de películas y un breve receso, comenzó la sesión de modas denominada Domingo de Oro: Tantas mujeres bellas convirtieron el teatro en un aristocrático salón de fiestas (…) Los palcos y las lunetas eran un encanto. Los teatros Marti y Estrada Palma estaban invadidos por los fanáticos del cine”.

La crónica finaliza con una nota sobre los catalanes que ese día habían conmemorado en su cede social una fecha histórica: “En la noche el Grupo Cataluña efectuaba la velada conmmorativa de la jornada del 11 de septiembre de 1714, cuando Catalunya perdió su independencia. El Orfeón inició el acto con un himno de Maera y siguió con otras obras como, El Emigrado y Visión del Emigrado”.

¿Ha quedado fuera de la crónica el santiaguero feo? Por supuesto que si, seguramente en la tarde y particularmente en la noche hubo mucho movimiento en los bares y cantinas del área del puerto y los prostíbulos de la zona de tolerancia; a ciencia cierta acaeció una actividad intensa en los lugares donde se jugaba y hasta en las vallas de gallos; quizás las casas templos y los espiritistas aumentaban su numero de consultas el domingo.

Pero les recuerdo que Juan José era un cronista social y no un antropólogo. Lo real es que este pequeño retrato del domingo santiaguero con el paso del tiempo ha adquirido cierto valor, tanto por lo que describe como por lo que omite.

El domingo 21 de septiembre del año 1919 pudo pasar totalmente inadvertido porque ese día no ocurrió nada significativo, pero el cronista congeló ese instante como en una fotografía, salvándolo para la posteridad.




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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, June 17, 2021

Y se hizo la luz en Santiago de Cuba (por Rafael Duharte Jiménez)


La historia del alumbrado público en la ciudad de Santiago de Cuba está llena literalmente de sombras. En la primera mitad del siglo XIX se utilizaba aceite de coco para el alumbrado, más tarde se instalaron 612 farolas que utilizaban hidrógeno y finalmente en 1862 se pusieron en algunas calles 800 farolas que consumían petróleo.

La noche fue siempre peligrosa en la ciudad por la oscuridad y la vida nocturna pobre y limitada a las tertulias hogareñas. Por eso la llegada del alumbrado público eléctrico en los albores del siglo XX, debió ser un momento sencillamente maravilloso para los santiagueros.

La Compañía Eléctrica y de Alumbrado y Tracción de Santiago de Cuba, presidida por José Marimon, una empresa cubana y con capital cubano, invirtió millón y medio de pesos en las instalaciones de la planta eléctrica y el servicio de tranvías. Las primeras pruebas del alumbrado eléctrico se efectuaron los días 6 y 18 de enero de 1908 y la última el martes 21 de enero de ese año.

La prensa local comentó con gran entusiasmo el trascendental acontecimiento. Un periodista de La Independencia escribió: “cuando todos los focos de la ciudad dieron luz, un grito de alegría vibro por todas partes”. Dos días después La Independencia volvió sobre el tema con este comentario: “Al fin después de tantas campanadas, la ciudad de Santiago cuenta desde anoche, con el alumbrado público eléctrico”. El periódico La República por su parte afirmó rotundamente: “Santiago progresa. Desde la noche de hoy, las mortecinas candilejas que desde tiempo inmemorial y con desdoro de nuestra cultura y progreso, constituían nuestro alumbrado, serán sustituidas por la luz eléctrica”
 

Unos días mas tarde comenzaron a circular por las calles de la ciudad los tranvías eléctricos con los escudos de la República y de Santiago de Cuba; los ciudadanos se agolpaban en las esquinas para aplaudir al verlos pasar, ¡Se vivían días de un optimismo sin precedentes!

Carlos Forment siempre atento al pulso de la ciudad, anotó en sus crónicas: “¡Por fin! esta noche se inaugura el servicio de alumbrado público eléctrico. Aunque adoleciendo de muchas deficiencias, la ciudad luce iluminada, provocando que muchas familias salieran a la calle a pasear, especialmente por la de Enramadas que era la mas alumbrada, así como la Alameda Michaelsen que por esta época era un paseo muy concurrido, donde de noche acudían las familias…”

La llegada de la luz eléctrica a Santiago de Cuba además de enriquecer la vida de los santiagueros, tuvo un efecto simbólico, pues fue vista como el momento de salida del largo y oscuro túnel de la época colonial y la entrada con el nuevo siglo, en un mundo moderno.





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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, June 3, 2021

Hombres de Negocios en Santiago de Cuba (por Rafael Duharte Jiménez)



Cuando se estudia la primera mitad del siglo XX en Santiago de Cuba, generalmente se destacan las figuras de políticos, artistas e intelectuales cuya impronta ha quedado muy firme en la ciudad; pero se tiende a olvidar a los que tenían instinto para los negocios y también dejaron sus huellas.

Una mirada a los periódicos santiagueros de la época puede mostrarnos el rostro de algunos hombres cuya intuición para los negocios contribuyó a la construcción de una ciudad prospera y moderna.

La familia Bacardi desempeñó un papel protagónico en la vida de la ciudad, la industria del ron y la cerveza Hatuey llegaron a ser elementos emblemáticos de la cultura santiaguera; el dinero de los Bacardi está en las fábricas de ron y cerveza, pero también en el museo, la biblioteca y el carnaval.


En 1922 la prensa informaba que: “…la compañía de Bacardi construyó los edificios de un nuevo y magnifico alambique o destilería que inauguró el domingo 5 de febrero. Izó la bandera del murciélago y ofreció una fiesta que desbordó de bebidas y música.”


José Marimon fue otra de las figuras relevantes de aquellos tiempos, su nombre aparece asociado con algunas compañías de la época como la de electricidad y tracción que desarrollaron la planta eléctrica y el tranvía, así como el reparto Vista Alegre; también en empresas de carácter financiero como la presidencia del Banco Español de Cuba. En la toponimia urbana dejo su nombre en Villa Marimon y el Reparto Marimon.

La prensa presentó a Marimon así, en ocasión del inicio de las obras para la planta eléctrica: “José Marimon vicepresidente de la Compañía Eléctrica y sus invitados, se dirigieron en varios coches al edificio de la planta eléctrica situado en Punta Blanca (…) La simbólica ceremonia fue sencilla y breve. El Gobernador Pérez Carbo y el Sr. Marimon, al frente de un cuadrilla de 10 peones, hundieron cada uno un pico en la tierra humedecida por las recientes lluvias…” Algunas personas que conocieron personalmente a Marimon afirmaban que tenía un origen humilde y una cultura pobre, pero que poseía una fantástica intuición para los negocios.

Otro importante hombre de negocios santiaguero fue Eduardo Chibas Guerra quien negoció en los Estados Unidos la creación de la planta eléctrica de Santiago de Cuba y en 1905 era ingeniero director de las obras de dicha empresa. El cronista Carlos Forment anotó lo siguiente en ocasión del natalicio de su hijo, quien seria un famoso político en la republica: “Nace en la casa que entonces existía en la esquina de San Félix y Marina, hoy Aguilera no. 310, el niño Eduardo René Chibas Rivas, hijo del notable ingeniero y rico hombre de negocios Eduardo Chibas Guerra y la bella dama camagüeyana, Gloria Rivas Agramonte, muy estimados en esta sociedad.”

En mayo de 1926 abrió sus puertas en la esquina de Enramadas y Paraíso, La Iris, propiedad de Valentín Ramos y Jose Regidor, los periódicos elogiaron lo que llamaron “café moderno La Iris”. Diez años más tarde se inauguró el Salón La Iris, contiguo al café. El lunes 1 de febrero de 1937 dice la prensa que Valentín Ramos ofreció un ponche de honor a la artista mejicana y cantante Esperanza Iris, inspiradora del nombre del establecimiento.


En 1926 el Dr. Jose Ortiz fundador, dueño y Director General inauguró la Clínica de Los Ángeles, calificada por la prensa local como una “clínica modelo (…) una obra maestra en su género, prestigio de Cuba, orgullo de Oriente”.

En 1930 el Sr. Jaime Vidal inauguró oficialmente, en los límites de las calles Enramadas, Barnada y Bayamo, el Mercado Modelo Vidal que contaba con 750 puestos de venta en los que se podía comprar prácticamente de todo. A la semana siguiente la prensa comentaba que a las tres de la mañana llegaban diariamente las arrías del campo “con todos los productos frescos, hermosos y tiernos de la tierra cubana.”

Desde el domingo 5 de septiembre de 1954 Santiago de Cuba contaba con la vaquería Quety propiedad de Jose Simón Fortín, una moderna pasteurizadora situada en la carretera de El Caney.

Una relación de las principales familias de la burguesía santiaguera, publicada en 1983, incluía las siguientes: Bacardi Rosell, Bosch Lamarque, Schueg Chassin, Navarrete Parreño, García Vidal, Mestre, Espinosa, Duany, Mercade, Abascal, Chávez Milanes, Echevarria de la Pezuela, Fernández Casas, Castelvi Vinent, y Rousseau Sánchez.

Estos ciudadanos santiagueros se identificaban con distintas tendencias políticas e ideológicas, en su mayoría eran admiradores del modo de vida norteamericano, al punto de enviar a sus hijos a estudiar en colegios y universidades estadounidenses; iban regularmente como turistas al Norte, pero no eran anexionistas.

Aquellos santiagueros amaban el dinero y sabían hacerlo; su papel fue muy importante en el crecimiento económico y la modernización de la ciudad; su función no puede minimizarse, ni ignorarse, so pena de dejar fuera del análisis un segmento clave de la sociedad de la época.


Los hombres de negocios, como dijera el filosofo uruguayo Pepe Mujica son una suerte de gallina de los huevos de oro, si se hace una sopa con esa gallina, no habrá más huevos, así de simple; ellos no aspiraban a figurar en el claustro de la universidad de Oriente, tribunas o salones, su don era saber hacer dinero. Cuentan que un empleado de Federico Fernández Casas le dijo una vez a éste que en un documento había puesto harina sin h, y Fico le dijo, ponle la h y fírmala tu a ver si te dan la harina…

Los hombres de negocios, como los inventores y los artistas son necesarios en una sociedad moderna, su secreto es que piensan que enriquecerse es glorioso.







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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, May 27, 2021

Del pecado en Santiago de Cuba (por Rafael Duharte Jiménez)


En los albores del siglo XX, el alcalde Emilio Bacardi proscribió en la ciudad de Santiago de Cuba el oficio más viejo del mundo, el cual se ejercía desde hacia muchos años en el callejón de Escudero, esto provocó que las prostitutas emigraran a otros barrios, con la consecuente queja de los vecinos; por lo que finalmente el alcalde decidió crear una zona de tolerancia en los alrededores del puerto, la cual con el paso del tiempo tendría la mayor concentración de burdeles en las calles de Factoría, Barracones, San Francisco baja, Heredia baja y Padre Pico.

La ZONA como popularmente se le llamaba era prácticamente invisible para los habitantes de la parte alta de la ciudad, las personas decentes no solían bajar allí y era un tema tabú en las conversaciones lo que allí ocurría. Para la sociedad civil santiaguera, orgullosa de su progreso y modernidad, la zona, era una suerte de fea cicatriz que debía ocultarse.

La zona de tolerancia contribuyó significativamente a que los santiagueros se voltearan de espaldas al mar, desapareciendo definitivamente la vieja costumbre de pasear por la Alameda para disfrutar de la brisa marina.

En el año de 1908 el alcalde Ambrosio Grillo destacó algunas de las ordenanzas municipales concebidas como “medidas tendentes a evitar la corrupción de las costumbres”, una de las cuales incluía la prohibición de que las meretrices viajaran en coches llevando el fuelle bajo.

En algunos periódicos de aquella época se reflejaba el enfrentamiento de la ley y el orden contra la prostitución. Así por ejemplo según la prensa, un vigilante de la Primera Estación denunció a Dalia Maria vecina de Trocha Sur por infringir la Orden No. 213, que prohíbe el ejercicio del amor libre…; en otra ocasión se denunciaba que habían comenzado a celebrarse bailes públicos, a los que asisten mujeres de vida alegre, en una casa de prolongación de la calle Corona.

Sin embargo fue el cronista Carlos Forment quien dejaría para la posteridad un inestimable testimonio sobre uno de los secretos mejor guardados de la ciudad, la tóxica presencia de la marinería yanqui, procedente de la base naval de Guantánamo, en la zona de tolerancia.

Con fecha 12 de febrero de 1907 escribe Forment en sus crónicas: “Cinco destroyers y un trasporte de guerra estadounidenses llegan a nuestro puerto para descansar bajando a tierra la tripulación, donde ha gastado gruesa cantidad de dinero.”

El día 30 del mismo mes, anota Forment: “Esta madrugada se produjo en la parte comercial próxima a los muelles, en la llamada “zona de tolerancia” una gran alarma y alteración del orden, al chocar marineros del buque norteamericano de guerra Tacoma, que se hallaban beodos, con la policía municipal cubana…”

Podría pensarse que la presencia de marinos norteamericanos en el puerto se circunscribió a los años de la segunda intervención; sin embargo en enero de 1957 el periódico Prensa Universal al referirse a los movimientos de buques en el puerto comentaba que: “ Según datos del Distrito Naval de Oriente, durante el año de 1956 hicieron su entrada en este puerto 113 unidades de la marina de guerra de Los Estados Unidos, que conducían 1 277 oficiales y 18 612 alistados, que francos de servicio, vinieron a disfrutar un fin de semana de asueto y descanso, después de los entrenamientos en la Base Naval de Guantánamo”. Estas cifras, según la misma fuente, no incluían los 4 000 marineros que arribaron ese año por vía aérea.

¡Evidentemente Caimanera estaba desbordada y era necesario traer los marinos francos de servicio a Santiago de Cuba!

¿Algunos marineros visitarían en Daiquirí la playa donde se produjo el desembarco, el fuerte de El Viso en el Caney, la loma de San Juan o los pecios hundidos durante la batalla naval de 1898? Es posible, pero sin dudas la mayoría eran los “turistas” con los que hacían su “zafra” los centenares de bares, cantinas y prostíbulos de la zona de tolerancia.

La frontera entre la zona y el centro histórico de la ciudad, estaba a la altura de la Plaza del Mercado; según testimonios de la época, muchas prostitutas y chulos por la madrugada solían subir la loma de la calle de la Marina (Aguilera) hasta una fonda que estaba frente a La Plaza, a la que popularmente le llamaba “el eructo”.

Esta frontera imaginaria, todos la respetaban y sólo existía un discreto control policial. En el maravilloso anecdotario de Roberto García Ibáñez, recogido por su hijo Roberto García Serrano, se incluye esta estupenda anécdota, según la cual en una ocasión un joven de una conocida familia de Vista Alegre, pasado de tragos, violó la frontera y subió con una mujer de la zona, hasta el Club 300, a unos metros del parque Céspedes. El portero que lo conocía bien, le dijo respetuosamente y con su mejor sonrisa: señor ud. puede pasar, pero la señora no, porque es de dudosa moralidad. A lo que el joven le respondió con desparpajo, señalando al interior del Club: mira chico, de dudosa moralidad son toda esas mujeres que están allá adentro, a esta la traigo de la casa de Lola Brangaña.

En la zona se iniciaron sexualmente varias generaciones de adolescentes y jóvenes santiagueros y allí tocando en los bares y cantinas, dieron sus primeros pasos algunos músicos que como Eliades Ochoa luego han sido muy famosos.

La sociedad santiaguera que por aquella época se escandalizaba con las mulatas que bailaban semidesnudas en las carrozas del carnaval, miraba para otra parte cuando se trataba de la zona. Por lo menos no hay constancia en la prensa de denuncias o campañas moralizadoras contra la prostitucion, por parte de instituciones cívicas, religiosas o fraternales ¡Nadie parece haber dicho una sola palabra en voz alta contra aquel pecado de la ciudad!





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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, May 20, 2021

Una pelea santiaguera en el mundo de la moda (por Rafael Duharte Jiménez)


Durante más de trescientos años los santiagueros siguieron las modas que venían en los barcos que de vez en cuando llegaban de España; gracias a la maravillosa imaginación de Emilio Bacardi contamos con la descripción de una mujer elegante, en los albores el siglo XVI santiaguero. Refiriéndose a la andaluza Doña Guiomar de Guzmán escribió este en su novela histórica, de la cual la misma es protagonista: “Sus carnes, por la escasez de ropas, fuese ello por el excesivo calor o por libre coquetería, se moldeaban perfectamente bajo la saya de zaraza de pintados florones y pajarracos que malamente cubrían sus correctas líneas…”

A fines del siglo XVIII, con los emigrados que arribaron por la bahía en varias oleadas procedentes de Saint Domingue, llegaron las modas de Paris; las cuales costureras y modistas pronto difundieron en el barrio francés y no tardaron en exhibirse en el café concert Tivoli, la calle Gallo y los salones de la Filarmónica.

El pintor ingles Walter Goodman, quien vivió en la ciudad a mediados del siglo XIX, ofrece una estupenda estampa sobre las modas en aquellos tiempos. En el capitulo de su libro titulado: Por la Noche en la Retreta, escribió: “El conjunto de personas que pasean, formado principalmente de señoras y señoritas ataviadas con lindos vestidos de todos los tipos de muselina. Los caballeros vestidos de dril blanco, sombrero de jipijapa y zapatos de la mejor piel española; o bien llevan levitas negras y altas bombas”.

Resulta obvio que el santiago elegante seguía básicamente las modas de Madrid y Paris, sin adaptarlas al clima local, por lo que durante el verano, debió ser un verdadero sacrificio estar a la moda. No obstante existen testimonios sobre un camisero en la ciudad que vendía chamarretas abiertas, a la criolla.

A comienzos del siglo XX, en medio del ritmo frenético que caracterizó la entrada de la isla en la órbita cultural norteamericana, se echaron a un lado los gruesos paños y los colores pálidos propios de los climas europeos en los que los cambios de estación están bien delimitados y el invierno es largo y severo; esta vez no se trataba sólo de nuevas modas, sino de un cambio esencial, la búsqueda de la armonía del vestuario con clima local; en aquel minuto de cambio, la ropa del santiaguero se tropicalizó por primera vez y para siempre.

¿Quiénes fueron los agentes del cambio? Forment los identificó de forma rotunda: …los comerciantes norteamericanos, naturalmente, maestros en el arte de simplificar la vida”.

El primer episodio de aquella transformación que reconcilió el vestido y el clima, la protagonizó un calzoncillo, cuya etiqueta en blanco y rojo decía Made for the BVD- Best retail Trade, a cual los santiagueros pronto apodaron Vibidi; cuentan que los calzoncillos fueron recibidos con verdadero arrebato por los jóvenes, ante la mirada severa de los viejos a quienes los mismos no les parecían muy masculinos…

Revista Bohemia. 1912
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Forment anotó en sus crónicas, con fecha 31 de diciembre de 1908: Por esta época se introduce una novedad en la indumentaria masculina: las camisetas y los calzoncillos cortos, o sea estos últimos a la rodilla, en sustitución de los largos, que llegaban hasta el tobillo.

En los años veinte, en la ciudad de Santiago se anunciaban una serie de establecimientos que nos permiten imaginar algunos escenarios donde se produjeron los cambios en la moda: La California, Tejidos y Confecciones; Gran Peletería SAMSO; Las Columnas Peletería-Tejidos; Vidal Hermano y Cia. Sucursales: Peletería Vidal, Peletería La Ideal, Peletería La Lucha; Wal Over (peletería) Precios Fijos; La Nueva California. Camisas y Pantalones marca TERIN; Peletería La Principal.

La falda-pantalón parece haber sido el elemento más explosivo en aquellos tiempos de cambio. El cronista Forment afirma que el 21 de abril de 1910, La actriz Pepita Carbonell acompañada de dos amigas, recorrió las calles Saco (Enramadas) y Estrada Palma y luego entraron a merendar al Café La Cubana, y que como vestía una falda-pantalón, la seguía “tal cantidad de personas unas la aplaudían y otras la criticaban, que la policía tuvo que dispersar a los curiosos.”

Con fecha 26 de marzo de 1911 Forment anotó este otro escándalo de la terrible falda-pantalón: “En el paseo de esta noche en el reparto Vista Alegre, una señorita extranjera lució por primera vez en Santiago la falda-pantalón. Fue tal el gentío que la seguía, que tuvo que abandonar el parque…”.

Dos días después el periódico El Cubano Libre, preguntaba provocativamente: ¿A ver quien es la más resuelta, la más heroica de las señoritas elegantes de Santiago, para lanzarse a la calle, antes que ninguna con la revolucionaria falda-pantalón?

Al mes siguiente en la revista Oriente Literario escribía el periodista Eduardo Jiménez este comentario: “La falda-pantalón que lucha contra la critica furibunda de los anatematizadores de todo lo nuevo (…) la falda-pantalón se mantiene tenaz, firme. Avanza muy lentamente, pero esta avanzando”.

A lo largo del siglo pasado, los santiagueros lucharon contra el calor con calzoncillos, camisetas, la falda-pantalón, las mamboletas y los bikinis; poco a poco abandonaron las modas de Madrid y Paris y asumieron las que llegaban del Norte, para terminar creando las suyas propias a partir del ingenio de modistas y costureras cubanas.

La moda no es un tema frívolo, como algunos piensan, el estudio de la misma es interesante para conocer algunos aspectos de la sociedad, pues sus movimientos en ocasiones reflejan transformaciones que como en este caso, tienen que ver con los profundos cambios políticos, económicos y de mentalidad que vivieron los santiagueros en las primeras décadas del siglo pasado.





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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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