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Wednesday, January 20, 2021

Los amigos camagüeyanos de Hemingway (por Carlos A. Peón-Casas)


Ciertamente Hemingway y Camagüey tienen conexiones inevitables, que pasan esencialmente, por aquella bien documentada experiencia en la cayería norte, en los primeros años de la década del 40, del pasado siglo, dándole caza a los submarinos alemanes que infestaban la zona en aquellos aciagos día de la II Guerra Mundial. 

Del suceso, queda incluso, el testimonio ficcionalizado de su novela póstuma Islas en el Golfo, bien conocida por acá. Pero, si de otras cercanías y amigos se trata, todavía el Camagüey y Hemingway, tienen otras aristas casi nada divulgadas, que pretendemos desgranar a la luz de lo que Carlos Baker, a nuestro ver el biógrafo más sólido de Papa, o al menos, el único a quien autorizó a airear su vida después de su deceso, recrea en su conocida biografía Ernest Hemingway. A Life Story; e igualmente echando mano a otras muy interesantes fuentes epocales que nos ayudan a poner en blanco y negro estos todavía inéditos detalles.

La amistad reconocida entre Hemingway y su inseparable amigo Mayito Menocal Sr., pero quien no era oriundo de esta región, lo acercan a Camagüey en 1940, a los predios del Central Santa Marta, propiedad de la familia García Menocal, un hecho igualmente bien documentado por Baker, y al que ahora solo mencionamos de pasada. 

Pero si de verdaderos amigos autóctonos de esta comarca de “pastores y sombreros” se trata, tendríamos que empezar refiriendo a dos hermanos camagüeyanos, de los que hasta aquí sólo encontramos una mínima pero ilustrativa mención en Baker y muy pocos detalles que refieran a tal relación con Papa: refiero a Graziella y Thorwald Sánchez Culmell, hijos del reconocido comandante de la Guerra de Independencia y rico hacendado local, Bernabé Sánchez Batista, quien luego fungiría como Gobernador de la Provincia de Camagüey en los tiempos del famoso alzamiento liberal de la Chambelona en 1917. 

Es un hecho que la pareja de hermanos nacieron en estas tierras, sin que podamos aún precisar el lugar y la fecha exactos, aunque con toda presunción por la época antes citada, o alrededor de las dos primeras décadas del siglo veinte entre la ciudad de Camagüey, y las propiedades de la familia en los extensos predios de la zona del Central Senado, posesión del citado Bernabé, o hasta quizá presumiblemente en la ciudad de Nuevitas. 

Junto al resto de la familia se afincaron a posteriori en La Habana, donde posiblemente conocieron a Papa. La fecha de ese primer encuentro puede perfectamente coincidir con ese primer minuto de los años treinta (1932) en que Hemingway cruza a La Habana desde Key West, donde estaba su casa, para iniciar esa nunca terminada luna de miel con la corriente del Golfo y sus infinitas coordenadas piscatorias.

La relación, al menos con Thorwald, estaría signada a no dudarlo, como la que la unía con Mayito Menocal, al mundo de la caza y la pesca. De Thorwald sabemos que detentaba una muy exquisita educación al graduarse en Harvard, y ya era reconocido en Cuba “como uno de los principales deportista de la pesca” 

La alusión que hace Baker tiene inevitablemente ese último signo. Y aunque el hecho narrado discurre ya en la década de los 40’s, es clara evidencia de la amistad que ya los unía, aunque en la relación, Baker no nos aclare nada más al respecto.

La cita de marras da cuenta de un suceso marítimo que involucra al Pilar en misión de rescate del schooner, propiedad de Thorwald a la altura de Bahía Honda, en Pinar del Río en noviembre de 1943:
Los salvajes vientos del norte hicieron muy difícil la navegación durante casi todo el mes de noviembre. El día 9 el Pilar se las arregló para rescatar el schooner de Thorwald Sánchez, al que se le había roto sus moorings cuando no había nadie a bordo y estaba camino de estrellarse contra las rocas…
Se trata sin dudas de un suceso enmarcada en el minuto en que Hemingway junto a sus socios del Crook Factory, siguen rastreando los submarinos nazis a lo largo de la costa norte cubana, un poco antes que Hemingway, pusiera fin a esa fallida aventura, y se embarcara a Europa para reportar para Collier’s las “heroicas hazañas de la Fuerza Aérea Real Británica” 

Las alusiones para Graziella, corresponden a un minuto posterior en la historia personal de Hemingway, para cuando Papa retorna a la Habana via New York de los campos guerreros en tierras alemanas a los que ha llegado desde Bélgica, y donde ha seguido los desempeños de la 4ta división y el Regimiento 22 a cargo de su amigo el general Lanham. 

El detalle que da Baker, es tan mínimo como el primero ya citado, y alude a una cena en casa de la amiga el sábado14 de abril de 1945, cita que alargó hasta las dos de la madrugada en un café de la bahía. No hay más alusiones al personaje, y tenemos que barruntar que la amistad de Papa con Graziella, viene precisamente por la que iniciáticamente lo acercó a su hermano mayor, aunque no dejamos de sospechar que quizás Graziella compartiera con aquel su gran pasión por la pesca deportiva, algo no muy común entre las damas, pero acaso no imposible, en la acaudalada muchacha.

De la vida particular de Graziella y Thorwald, sabemos no mucho más, para esa época la primera estaría casada con el ciudadano norteamericano Roy Archibald, y su hermano, quien en los años 50’s era igualmente propietario de la Fábrica de Helados Guarina S.A, con Tina Sarrá. 

Hay empero, una fuente documental, que incluye muy valiosas fotografías de la familia Sánchez, y donde presumiblemente aparecen nuestros personajes. Corresponden a un viaje de veraneo a la propiedad de la familia en los predios de la Boca de Carabelas, a la salida de la bahía de Nuevitas en los años veinte o treinta. Igualmente, hemos podido rastrear fotos de una Graziella veinteañera aparecidas en la revista Social del año 19 rodeada de lo mejor y más graneado del jet set habanera de la época.

Como dato curioso, en la última edición del Directorio Social de Camagüey, correspondiente al año de 1960, hay una entrada para Thorwald, donde se anunciaba como Industrial y Propietario, y declaraba su residencia para entonces en el muy aristocrático reparto habanero de Alturas de Miramar. Su hermano mayor Bernabé también afincado en la Habana, sí detentaba todavía oficinas comerciales en Camagüey, en el número 62 de la calle General Gómez . No hay empero ninguna referencia para Graziella.

De cualquier modo, sigue siendo un detalle no esclarecido, sobre el que sería oportuno seguir abundando, si acaso Hemingway y los Sánchez coincidieron alguna vez por tierras camagüeyanas, quizás en las interminables llanuras de su extensísima finca Santa Beatriz , o en los ardientes arenales de la playa Santa Lucía en los que ciertamente Papa recaló alguna que otra vez. El hecho no sería ciertamente improbable, y añadiría otra coordenada siempre interesante a sus inevitables cercanías a nuestro entrañable terruño.

Wednesday, November 25, 2020

René y Raúl Villarreal. Una remembranza personal (por Carlos A. Peón-Casas)


In memoriam. 




En el año 2007 me tocó la enorme responsabilidad de servir de moderador o facilitador, en la sesión de apertura del Coloquio Ernest Hemingway, que aquel año sesionara en el antiguo Convento de Santa Clara en La Habana, evento que venido aglutinando con frecuencia bianual, a investigadores hemingwayanos de este mundo plural. 

La sesión prometía ser de lujo, y en verdad no podía ser para menos. Se presentaba aquella mañana de aquel junio radiante, el testimonio de valía excepcional de René Villarreal sobre Ernest Hemingway, transcripto en un libro con sus memorias, escrito a cuatro manos con su hijo Raúl, quien daría en representación de su padre, unas muy esperadas referencias para aquel expectante plenario. 

Se trataba de un minuto singular, poder escuchar las remembranzas inolvidables de aquel hombre. Posiblemente el más cercano a los intríngulis de la vida de Papa en Cuba, por su condición de mayordomo en Finca Vigía, y ser a todas luces, la persona más autorizada para ponerlos en blanco y negro. 

La sesión fue sin dudas reveladora. La presentación de los prolegómenos de aquel libro antológico intitulado: “El hijo cubano de Hemingway”, del que su presentador leería algunos fragmentos, se convirtió de pronto en una mágica sesión de revelaciones inesperadas, un suceso que ocurrió imprevisiblemente tal y como lo revelara el propio Raúl en un posterior rememoración de los hechos: 

Él no quería hablar, pues no se sentía cómodo con tantas personas y las cámaras de televisión. Él se sentó en la primera fila con su hermana Nilda, mi hermano y unas sobrinas. La sala estaba repleta y había una gran alegría y expectación.

Yo tenía un capítulo del libro traducido al español para leer y había practicado por las últimas tres semanas ya que mi español no es tan fluido como el inglés. Pues, comencé mi presentación dando las gracias al público por estar presente y también a Ada Rosa por su invitación y algo me decía por dentro “este público no es para ti”. Fue, entonces, que yo dije: “Señoras y señores yo puedo hablarles por los próximos 30 minutos de la vida de mi padre con Hemingway y les puedo leer un capítulo. Pero ustedes no están aquí por mí. Ustedes están aquí por mi padre. Así que le vamos a dar la bienvenida y que él tome su puesto”. El público empezó a aplaudir con gran entusiasmo y la sala se animó de una manera increíble y mi padre sin fallar se levantó, saludó al público y se sentó al lado mío.

Él habló más de una hora y las preguntas eran una tras otra y observé que en ese momento él estaba viviendo su juventud y sus años al lado de Papa Hemingway y lo estaba haciendo en Cuba y al frente de la televisión cubana. Mi tía y mis primas estaban muy orgullosas y sumamente alegres. Yo feliz al ver a mi padre con tanta energía y contando anécdotas que mantenían el público enfocado en cada palabra, cada sílaba. Al final de los tres días se hizo un último evento en la Finca Vigía donde le dieron a mi padre un galardón y fue entrevistado y fotografiado por la prensa de muchos países europeos, asiáticos y latinoamericanos.”[1]
Como excepcional testigo de aquella novedad, no escapé junto al público congregado a la magia infinita de aquellas revelaciones. Mis humildes cercanías a las labores académicas, entre tantos investigadores de tanto lustre, habían comenzado solo pocos años antes, y para entonces no pasaban de algunas ponencias presentadas en anteriores coloquios. De cualquier modo, me sentí muy privilegiado de haber tenido la inmerecida dispensa para estar en aquella misma mesa del plenario junto a René y su hijo Raúl. 

Lastimosamente nunca fuimos presentados. Y mi timidez me jugó una mala pasada, cuando no me atreviera a hacerlo por mí mismo, rompiendo todo protocolo. 

Justo diez años después de aquella ocasión, y sin haber tenido nunca más otra cercanía con tan ilustres personas, sólo el detalle de haber sabido del deceso de René por las noticias al uso; recibí noticias por un buen amigo en Miami, de la persona de su hijo Raúl, y de un evento hemingwayano que organizaría en junio de aquel año 2017 en la Florida. 

Mi buen amigo Andrés Trujillo, por mediación de otra amiga suya a quien no conocía ni siquiera de nombre, y muy cercana a Raúl Villarreal, me procuraba, la oportunidad de poder participar en aquel convite. 

Por esas cosas del destino, había conseguido en abril de aquel año una visa para visitar Estados Unidos. La ocasión me sería igualmente propicia para presentar allí, entre mis amigos y conocidos, mi primer libro sobre con varios ensayos sobre Hemingway: El Vino Mejor, que había visto la luz aquel mismo año en edición digital e impresa en amazon.com. 


Pero el hombre pone y Dios dispone. Justo para la misma fecha en que discurrirían ambos sucesos, me fue diagnosticado un fallo renal completo que se me presentó subrepticiamente, anexo a una insuficiencia renal crónica silenciosa y de etiología desconocida. 

Sometido a hemodiálisis como ultima ratio a mi dolencia, pude empero concretar para el mes de octubre de aquel año, mi ansiado viaje a Miami, que duró exactamente tres días, el tiempo justo entre las sesiones hemodialíticas. 


Tuve la dicha entonces de poder presentar mi libro en la mismísima Ermita de la Caridad del Cobre, en el emblemático Salón Félix Varela, cedido con amabilísimo gesto para la ocasión. Y allí no fue poca mi sorpresa. 

Pude reencontrarme con aquellos amigos entrañables salidos de la Isla en la últimas tres décadas y a quienes no había visto nunca más. 

Igualmente conocí a otras personas amistadas con ellos, entre ellos a la persona que me habría facilitado mi inclusión en el evento hemingwayano de junio de aquel año: la editora y periodista Grace Piney, quien para mi desconocimiento había hecho una particular entrevista a René Villarreal justo antes de su fallecimiento, y al propio Raúl; donde se aludía al hecho de su presencia en el coloquio habanero. El mundo ciertamente intangible en su vastedad, a veces nos queda chico. 

Ese mismo año, el 8 de diciembre, fui el feliz receptor de un riñón que me donó mi hijo mayor Francisco Javier. Su gesto me devolvió a la vida nuevamente. Y de nuevo a mis habituales lides hemingwayanas. 

En junio de 2019, retomé mi presencia en la convocatoria de una nuevo Coloquio Ernest Hemingway, celebrado entre los días de junio de aquel año en el Hotel Havana Riviera. 

Para mi grata sorpresa, entre los asistentes se incluía el propio Raúl Villarreal, esta vez presentando un interesante documental. 

Nos tocó para colmo de las coincidencias posibles, y no de la casualidad, que en esa no creo, convivir aquellos días en el mismo sitio de alojamiento, y compartir cada mañana el mismo shuttle que nos llevaba a las sesiones académicas del Coloquio. 

Mi timidez empero me jugaría una mala pasada. Pospuse una y otra vez, el minuto de presentarme y comentarle de nuestra común cercanía a quien fuera su entrevistadora y amiga incondicional en Miami, la ya citada editora Grace Piney. 

Pero el azar volvió a ser concurrente y ponernos en el mismo elevador, justo el día final de aquel convite, luego de una animada farewell party en los predios de su querida Finca Vigía. 

Allí fue la ocasión, breve y fugaz si se quiere en lo que aquel adminículo nos conducía, porque, believe it or not, nuestros sitios de alojamientos habían sido contiguos el uno al otro, y de tal suerte sólo me percataba en aquel minuto. 

Bastó que me presentara como el amigo de su amiga, y en un gesto que nunca olvidaré, y dirigiéndose hacia el colega que lo acompañaba, en perfecto inglés, le espetó: - “este era la persona que habíamos invitado a nuestro evento, ¿recuerdas? 

Con un apretón de manos nos despedimos. Y sería, sin que acaso pudiera imaginármelo posible, para siempre. 

Casi un mes después sabría de su repentino deceso, por mi buena amiga y colega Gladys Rodríguez Ferrero, otra de sus amigas incondicionales en las lides hemingwayanas, y Directora por muchos años del Museo de Finca Vigía, esa otra casa, la que Raúl recordaría siempre, y a cuyos más resonados espacios seguirá volviendo de la mano de su querido padre desde toda la Eternidad. 




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[1] El hijo cubano de Hemingway, René Villarreal. Por Grace Piney. (Entrevista exclusiva y que se publica póstumamente, a la persona más cercana a Hemingway durante su vida en Cuba; quien único podía entrar a su estudio mientras escribía) 28 de enero de 2015.https://www.radiotelevisonmarti.com/a/rene-villarreal-el-hijo-cubano-hemingway/85455.html

Wednesday, September 9, 2020

Cuando Hemingway donó la Medalla del Nobel a la Virgen de la Caridad (por Carlos A. Peón-Casas)


Cuando Hemingway donó la Medalla del Nobel a la Virgen de la Caridad.
Precisiones imprescindibles.
(En El Viejo y la Marca, crónica de Guillermo Cabrera Infante para Ciclón.)

por Carlos A. Peón-Casas


Del tema se ha hablado con profusión. No así del ruidoso acto que se pensó como un homenaje al escritor afincado en Cuba, durante el cual Hemingway hizo donación de su valioso trofeo a la Madre de los Cubanos.

La rememoración del suceso, ha sido transcrita alguna que otra vez, con algunas precisiones, a veces imprecisas, contadas y recontadas por personas que ciertamente no fueron testigos directos.

Por contarlo mal, los que oyeron campanas y no supieron dónde, han dicho hasta que ocurrió en Santiago de Cuba, en los predios de la famosa fábrica Bacardi, gazapo imperdonable, pues Hemingway jamás estuvo en aquella ciudad del oriente cubano.

Pero como ya iremos explicando en su minuto, el hecho aconteció en La Habana, presumiblemente a comienzos del mes de agosto de 1956(1), casi dos años después de haber recibido la noticia de ser el agraciado de aquel año con el Premio Nobel de Literatura por boca del entonces cónsul sueco, durante una ceremonia privada, ocurrida el 21 de octubre de 1954 en los predios de su Finca Vigía(2).

En How it was, el libro de memorias de Mary Welsh, la anécdota se cuenta en sentido inverso. Posponiendo la visita del cónsul al día siguiente en que la noticia fue hecha pública (el 28 de octubre), sugiriendo que Hemingway no fue convenientemente avisado con toda antelación como realmente sí ocurrió.


Resulta sin embargo muy interesante leer allí su personal transcripción de las palabras de Hemingway a la prensa de entonces, y a la multitud de amigos, que se congregó aquel 28 de octubre en su Finca para testimoniarle su afecto, y que traducimos por su interés para el curioso lector.
Como saben hay muchas Cubas. Pero igual que la Galia, Cuba puede dividirse en tres. La de los que tienen hambre, la de los frugales, y aquella de los que comen demasiado. En este convite de hoy todos estamos en la tercera categoría, por lo menos por ahora.
No soy un hombre político. Este es un gran defecto, pero es preferible a tener arterioesclerosis. Con este defecto de ser apolítico, uno pude apreciar los problemas del Palmolivero, y los triunfos de mi amigo Alfonsito Gómez Mena. Igual fui amigo de Manolo Guas, primo de Felo Guas, y también de Manolo Castro.
Me gustan las peleas de gallos y también la Orquesta Filarmónica. Fui amigo de Emilio Lorents y esto no ha interferido con mi amistad con Mayito Menocal quien junto a Elicio Arguelles son mis mejores amigos en este país.
Dios permita que no sea pecado mortal considerar que Antonio Maceo sea mejor general que Bernard Law Montgomery, ni desear la muerte de Trujillo, y que muera en su cama de muerte natural por supuesto. El es la única persona que me gustaría ver morir antes que yo.
Discúlpenme ahora por algunos chistes y una legitima crítica que sigue y que uno ve cada mañana en el espejo. Están faltando esos tipos en los que uno puede ver lo buena que es la humanidad, y aquellos que pueden digerir sus fracasos.
Son ya demasiadas palabras. No quiero abusar de ella, y vayamos a los hechos. Deseo ofrecer esta medalla sueca a Nuestra Señora la Virgen del Cobre(3).
Como fácilmente se colige de lo dicho, la decisión de Papa, de donar la Medalla correspondiente a la Virgen de la Caridad, en su Santuario del Cobre, fue firme desde el principio. Pero un misterioso suceso, la desaparición momentánea de la Medalla en Finca Vigía, retrasó el hecho(4).

El acto, ya enunciado, fue cubierto por Guillermo Cabrera Infante, por entonces nobel periodista, para la revista Ciclón, junto otros famosos reporters de la época, como el P. José Rubinos, cronista por su parte del Diario de la Marina.

El convite había sido pactado como un almuerzo con multitud de invitados, en los jardines de la Cervecería Modelo(5), ubicada en el Cotorro, donde se fabricaba la conocida marca, de cervezas y maltas, Hatuey.

La noticia en los diarios fue escueta(6), pero Cabrera Infante recoge en su relato, los detalles acaso no más triviales, pero sí los que dan la nota más psicologista posible.

El arranque de su crónica nos ubica en contexto con mucha celeridad:
El almuerzo se sirvió a la hora de la merienda y Ernest Hemingway parecía cansado. Llegó poco después de la una y de inmediato fue asaltado por una turba entre la cual los fotógrafos elevaban sus cámaras, como hace el nadador que lleva su ropa seca en la mano. El agrupo apenas si lograba avanzar un paso, todos apretados en torno a la figura del escritor(7).
Allí distinguimos de pronto a la figura principal, la del maestro Hemingway, el centro magnífico de aquel minuto que la prensa le anunciaba “como homenaje de simpatía”, rodeado, o “asfixiado” casi por aquellos “muchachos de la prensa” y el convite unánime de sus más declarados admiradores.

 

Pero Cabrera Infante, sabía que aquel minuto era quizás aquello y algo más, su relato sigue develando aristas muy evocadoras de aquellas circunstancias no dichas explícitamente
Hemingway parecía uno de esos monumentos junto al cual todo el mundo ase retrata. Esta vez el monumento se movía. Vistiendo una guayabera blanca, encanecido, con la cara abatida por el tiempo, aparecía prematuramente envejecido y con una suerte de cansancio en la mirada. También había sorpresa en sus ojos y quizá por primera vez en su vida, estaba realmente asustado(8).
Y al cronista no le faltaba razón, aquel año de 1956 había sido de una intensidad desgastante y salvaje para el escritor, enfrascado en los detalles cinematográficos de la versión de su novela El Viejo y el Mar, que lo llevó hasta Perú, tras un marlin suficientemente digno para al filme, y alejado de sus afanes creativos por más de tres o cuatro meses. Su estado anímico no era bueno para el minuto en que cumpliera sus cincuenta y siete años, marcado por una irritabilidad que “sin dudas tenía sus orígenes en el hecho que su propia escritura no iba todo lo bien que el desearía”(9).

Aquel baño de masas no parecería el mejor paliativo para aquel Hemingway poco acostumbrado a aquellas manifestaciones de simpatías “a la cubana”, y que como el mismo cronista acotaba, ante aquellas efusiones:
Hemingway pugnaba por escaparse y no lo lograba…pero esta vez se trataba de su homenaje y un homenaje es lo más parecido que hay a un martirio. Incluso para el homenajeado(10)
La firma Bacardí era patrocinadora del acto, y a tal efecto había provisto una bien servida barra, donde los asistentes se podían proveer a libre demanda, de daiquiris, preparados con el ron homónimo y cervezas Hatuey. Para cuando Hemingway se presentará, ya la concurrencia con toda seguridad estaría bien animada con la ingestión de aquellos espirituosos bebestibles, y es de entender la euforia con que celebró su llegada.

Igualmente, en una improvisada tribuna, un trío, compuesto de dos guitarras eléctricas y un bongó, muy al uso de la época, animaba el ambiente sonoro, y justo a la llegada del homenajeado, hacía sonar los compases de un chachachá compuesto en su honor, intitulado: “Viva Hemingway”

Entre la concurrencia de aquel día no faltaron los pescadores de Cojimar, a no dudarlo unos gremios entrañables para Papa, cercanos siempre, irrumpieron según lo narra el cronista:
“Por uno de los pasillos centrales avanzó hasta la mesa principal una larga teoría de hombres jóvenes y viejos, todos curtidos por el sol, atezados por la vida al aire libre”(11),

Eran los mismos y algún otro, de aquellos que en otro hermoso y muy sincero gesto le habían entregado una medalla conmemorativa cuando Hemingway publicara su noveleta El Viejo y el Mar, que sin dudas los inmortalizaba. Una foto de aquel minuto los evoca: “el Sordo, Cachimba, Cheo López, Arsenio, Ova Carnero, Gregorio Fuentes, Tato y Quintín”(12).

El cronista sigue narrando los pormenores de aquel animado acto de homenaje, al ritmo de las improvisaciones que el trío musical prodigaba:
“En la tribuna el trío era otro, pero la música muy parecida. De entre una guaracha de moda surgió una letra conocida:
¡Hemingway!, ¡Hemingway! ¡Hemingway!
Continuo el trío:
Hemingway, Hemingway,
¡Campoamor!, ¡Campoamor!, ¡Campoamor!(13)
Era la clarísima alusión al que fuera el “padre de la idea”, el intelectual cubano Fernando G. Campoamor.

La voz animosa de una cantante muy popular de aquella hora, Amelita Frade, entonaba ya una décima homenaje a Hemingway, con la típica melodía de la Guantanamera, el cronista transcribía su emotiva inspiración:
El Premio Nobel “pescó”
Porque es un “tigre” escribiendo:
Cuando escribe estamos viendo
Los momentos que el vio
Ante su estampa tembló
La pantera de Zambeze:
Su libro decir parece
Que “el viejo” fue Hemingway:
Pero que el mar es de Hatuey.
¡porque el se la merece!
Le gusta sentir bravío
El viento sobre “El Pilar”
Y de noche conversar
Con la selva y con el río
Le gusta este suelo mío
Y nuestro mar antillano;
Le gusta estrechar la mano
De los humildes de aquí,
Y le gusta el Daiquirí:
Sano, sabroso y cubano.
Pero ya justo para final, cuando la multitud congregada casi empezaba a hacer mutis por el foro, después del opíparo almuerzo(14), faltaba lo mejor de aquel convite, el minuto tan esperado que llegaba en las palabras de Papa, quien a duras penas fue casi cargado en andas hasta la tribuna, escoltado, o mejor dicho empujado, otra vez por aquella misma multitud.

Cabrera Infante lo sigue contando en su crónica:
De alguna manera lograron subir a Hemingway a la tribuna. De alguna manera que no fuese cargado, pero allí estaba (…) Hemingway aparecía entre ellos y vacilaba con un papel en la mano. Alguien suplicó silencio (…) Hemingway habló.
-Un hombre que no sabe hablar un idioma no debe hablar ni en su casa. Se refería a su español. Su español era bastante correcto-se percibían claras las “ces” españolas- aunque su acento es fuerte. Leyó el discurso:
-Me siento muy agradecido y emocionado por este no merecido homenaje. Siempre he entendido que los escritores deben escribir y no hablar. Por lo tanto, quiero ahora donar la medalla que recibí del Premio Nobel de Literatura a Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, patrona de este país que tanto amo.
Fernando Campoamor agradeció esas frases.
-Hemingway, Cuba te quiere como una madre”(15).
Lo que siguió fue el acabose dicho en mejor cubano. Un minuto antes habían repartido a todos los presentes un folleto(16), recordatorio del acto, que entre otros detalles incluía una foto bastante inapropiada de Papa en traje de baño.

Ninguno de los presentes quería irse sin que el propio Hemingway estampara su firma. No más dicha la última frase, la multitud inundó la tribuna, que empezó a crujir peligrosamente por el peso inusitado de tantas personas.

El cronista dejaba entonces constancia de una no muy simpática anécdota de aquella masiva pesca de autógrafos:
solo un momento pareció disgustado Ernest Hemingway mientras firmaba los folletos y fue cuando le presentaron la fotografía para que estampara su firma sobre ella. Apartó ese folleto y dijo grave:
-No firmo ahí. No me gusta esa fotografía. Parece que estoy desnudo, no firmo. El solicitante dobló la hoja y tendió a Hemingway otra página. Con una sonrisa que quería parecer una sonrisa éste firmó”(17).
Para casi el final, Hemingway se mostró algo impaciente. En su peculiar español hizo saber
“Quiero marchar. No me gusta divertirme aquí, mientras entierran a mi amigo Agustín Cruz”(18).
El homenaje había terminado, y el cronista así lo dejaba saber, confirmando con su última frase, la del cierre de su crónica, algo que ya había intuido desde el comienzo:
“Como se ve, los periódicos no lo dijeron todo”(19)

Diario de la Marina
Octubre 29, 1954


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  1. La crónica en cuestión apareció publicada en septiembre de 1956, pero Hemingway, no estaba en La Habana para entonces, había viajado a Nueva York a finales del mes de agosto, por lo que colegimos que el acto debió ser a comienzos de aquel mes, o quizás a finales de julio.
  2. Los hechos sucedieron así, según lo precisara Mary Welsh en 1965: “El embajador telefoneó desde la Habana e hizo una cita para ver a Hemingway. Se preparó una ceremonia privada para aquel día. Hubo un pequeño intercambio de discursos, con la presencia del embajador sueco y su esposa y muy pocos amigos, todos de pie en nuestra biblioteca, y después siguió un almuerzo muy animado de unas cuatro horas con unas diez o doce personas a la mesa”. Hemingway no viajó a Estocolmo, como bien se sabe, por razones de salud, y el discurso de aceptación del galardón, in absentia, lo leyó en su lugar, George M. Abbot, Encargado de negocios de la embajada de Estados Unidos en Suecia, durante acto de ocasión, acaecido el 8 de noviembre de aquel mismo año. En Ernest Hemingway. A Life Story.Carlos Baker. Charles Scribner’s Sons. NY, 1969. p.661
  3. How it Was. Mary Welsh Hemingway. Futura Publications. London, 1978. p.411
  4. Hemingway en Cuba. Norberto Fuentes. La Habana, 1984. p.130
  5. Filial de Ron Barcardí S.A. Todos sus accionistas lo eran de la casa matriz. Su presidente era José M. Bosch. En Las Empresa de Cuba en 1958. Guillermo Jiménez. Ciencias Sociales. La Habana, 2004. p. 193
  6. “En horas del mediodía de ayer tuvo lugar en los jardines de la cervecería Modelo, en el Cotorro, el homenaje de simpatía que las instituciones culturales cubanas rindieran a Ernest Hemingway, el gran escritor norteamericano autor de El Viejo y el Mar quien desde hace años reside entre nosotros” en El Viejo y la Marca. Guillermo Cabrera Infante. En Ciclón.Vol.2 No. 5. Septiembre 1956. p.51
  7. Ibíd
  8. Ibíd.
  9. Ernest Hemingway. A Life Story. Op. cit. p.534
  10. El Viejo y la Marca. Op. Cit.
  11. Ibíd. p. 52
  12. Ibíd. p.174
  13. El viejo y la marca. Op cit. p.53
  14. El menú incluyó “Arroz congrí, yuca salcochada, lechón asado, tamal y cerveza Hatuey” Ibíd.
  15. Ibíd.
  16. “El folleto estaba impreso en un rústico pero agradable pedazo de papel de estraza y en la portada llevaba una viñeta coloreada a mano. Dentro tenía un pedazo de El viejo y el mar en que se mencionaba la Hatuey beer, una reproducción sobre papel rojo de la décima cantada, una foto a toda página de Ernest Hemingway en trusa reclinado sobre una tumbona, un pedazo de los primeros capítulos de Tener y no tener que decía algo sobre Hatuey beer y un recordatorio.” Ibíd.
  17. Ibíd.
  18. Ibíd.
  19. Ibíd.


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Ver en el blog 

Tuesday, July 21, 2020

Carlos A. Peón-Casas publica libro sobre la obra poética de Ernest Hemingway

Carlos A. Peón-Casas publica nuevo libro, Hemingway: Poeta enamorado y otros ensayos, de la mano de la editorial DMcpherson. 

En el año 2017, presentó el volumen El Vino Mejor. Ensayos sobre Ernest Hemingway. (Ver información en este enlace)

Comparto información sobre el libro, para ofrecer una mirada a su contenido. Además, el link en Amazon donde se puede adquirir. 

Se puede adquirir en Amazon
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Palabras al lector

por José Emilio Hernández Sánchez


La editorial DMcpherson pone a su disposición un nuevo título: Hemingway: Poeta enamorado y otros ensayos, de Carlos Peón Casas.

Sobre Ernest Miller Hemingway (Oak Park, Illinois, 21 de julio de 1899-Ketchum, Idaho, 2 de julio de 1961) se ha escrito bastante. Pero fíjese estimado lector que en la mayoría de las reseñas sobre su obra se señala que:

• Fue escritor y periodista.

• Uno de los principales novelistas y cuentistas del siglo xx.

• Su estilo sobrio y minimalista tuvo una gran influencia sobre la ficción del siglo xx.

• Su vida de aventuras y su imagen pública dejó huellas en las generaciones posteriores.

• Ganó el Premio Pulitzer en 1953 por El viejo y el mar y al año siguiente el Premio Nobel de Literatura.

• Publicó siete novelas, seis recopilaciones de cuentos y dos ensayos.

• Póstumamente se publicaron tres novelas, cuatro libros de cuentos y tres ensayos.

Muchos de estos son considerados clásicos de la literatura en Estados Unidos.

Muy poco se ha hablado sobre su obra poética quizás eclipsada por su monumental creación narrativa. Esta es la primera gran virtud de este libro, el presentarnos una profunda pesquisa sobre la lírica del insigne escritor la cual recorre poemas de juventud en su natal Oak Park, pasando por poemas-testimonios de sus distintos amores en otros sitios, así como aquellos textos que refieren su es-tancia y experiencias sociales en París como reportero del Toronto Star hasta llegar a su vida en la casa habanera de Finca Vigía, que habitara desde 1939. Para ello Carlos Peón hace un riguroso cotejo biográfico y bibliográfico de cada texto y nos presenta cada poema en su versión original en inglés y en su traducción al español, lo cual es otro acierto de su trabajo.

Nos adentra así en una zona poco explorada de la escritura de Hemingway, asumiendo como estrategia un recorrido lo más anecdótico posible sobre la génesis de cada poema sin excluir la valoración interpretativa. Peón destaca el carácter confidencial de la poesía de Hemingway, por lo que unido al texto nos va develando el contexto en íntima conexión, fiel a aquella máxima que reza que todo texto fuera de contexto se convierte en un pretexto y puede ser fácilmente manipulado, por lo tanto no deja brecha alguna.

Con Hemingway: Poeta enamorado y otros ensayos Carlos Peón Casas nos presenta ejes imprescindibles de la biografía del escritor, así como sucesos vivencialmente relevantes de su andadura personal y con ello estamos incorporando indudablemente nuevas dimensiones a nuestro conocimiento sobre uno de los escritores más sobresalientes de la literatura universal.

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Índice


Querido lector / 3

Sobre la poesía hemingwayana. Coordenadas para una traducción. / 5

Juvenilia. La obertura palatal de la poesía hemingwayana. / 13

Hemingway, poeta enamorado. / 25

Mitrailliatrice: Un poema hemingwayano singular. Los golpes en stacatto… de una máquina de escribir marca Corona. / 31

Captives/Cautivos y Champs d’ Honneur/Campos de Honor. Dos poemas sobre la guerra. / 37

They All Made Pace-What is Peace? Los entresijos de la sátira y el humor en un poema hemingwayano. / 43

Y todo lo que sabe el autor: un ejercicio poético de Hemingway en París. / 55

Critical Intelligence/Inteligencia Crítica. Un nocturno y perturbador poema hemingwayano. / 61

Valentine. Hemingway dice adiós a su aprendizaje poético. / 69

Un poema hemingwayano para Scott Fitzgerald / 75

Second Poem to Mary, las noches y los bosques del alma, en la Hürtgenwald. / 81

El poeta se despide. Poemas crepusculares a caballo entre París y Finca Vigía. / 105


Wednesday, June 24, 2020

Hemingway, Gutiérrez y Russell pescadores en la Corriente. A propósito de "Pursuit as Happiness", otro inédito hemingwayano ambientado en la La Habana. (por Carlos A. Peón-Casas)


La Habana, y sus inevitables coordenadas hemingwayanas desde comienzos de la década del treinta, en razón inevitable de la pesca de agujas, es nuevamente el setting predilecto para la hasta hoy desconocida producción literaria del mismo Hemingway, esta vez narrador y alter ego de una acción piscatoria que preludia en su contenido, a su magistral noveleta El Viejo y el Mar.

El relato, un manuscrito, descubierto recientemente por su nieto Sean Hemingway(1), en la todavía inabarcable papelería que se atesora en la Biblioteca y Museo John F. Kennedy de Bostón, depositaria de su legado literario, fue publicada en el New Yorker(2), bajo el título de Pursuit as Happiness (Persecución como Felicidad), que repite el de una sección del libro Las Verdes Colinas de Africa(3).

La historia, totalmente autobiográfica, tiene unas inevitables coordenadas temporales y espaciales con su conocida Tener y no Tener, “la novela nerviosa y dura(…)”(4)  al decir de Norberto Fuentes y que discurre a caballo entre La Habana y Cayo Hueso, y en la que Hemingway trabajaba para entonces.

Ernest Hemingway, Carlos Gutierrez, Joe Russell, and Joe Lowe
 aboard the "Anita"
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Son los tiempos a partir del año 1932, cuando Hemingway aparece en los escenarios habaneros a bordo del Anita, el barco de su entrañable y pintoresco amigo Joe Rusell, compinche de muchas incursiones pesqueras y dueño del afamado Sloppy's Joe en Cayo Hueso, cuyos contenidos etílicos habría de mantener gracias a un activo contrabando desde Cuba, en los años duros de la Ley Seca.

En el puerto habanero, el dúo de pescadores sumaba a la tripulación a un reconocido lobo de mar de la época, y hombre muy entendido en la pesca de la aguja: Carlos Gutiérrez, quien para cuando Hemingway comprara su yate Pilar sería su primer patrón.

Desde abril y hasta a veces ya entrado el mes de noviembre, antes de la llegada de los primeros nortes, el inseparable trio se harían a la mar cada día, en busca de los preciados pejes de pico, cuya corrida era habitual en tal periodo “desde Punta Gobernadora, en el extremo occidental, hasta Cayo Cruz del Padre, en el noroeste de la península de Hicacos”(5).

El opening del relato nos da la clave del leit motiv, y de a dónde se mueve la acción, y que a nuestro ver, complementa con fruición todo el discurso que alude a los pormenores de aquellas interminables jornadas piscatorias habaneras:
Aquel año habíamos planeado la pesca del marlín aguas de Cuba por un mes. El mes dio inicio el 10 de Abril, y para el 10 de Mayo ya habíamos cogido 25, y el arrendamiento se acababa. Lo que habría que hacer era entonces comprar algunos regalos para llevar a Cayo Hueso, y llenar el tanque del Anita con el un poco más caro combustible, suficiente para cruzar el Estrecho y llegar a casa. Pero el gran pez todavía no había empezado a correr(6)
La ficción, que no nos parece tanta, entendiendo muy bien que los personajes sólo se nos trasmutan en apariencia, enseguida se hace sentir, y lo hace en el relato con una entrada del ya citado Joe (Josie) Rusell, propietario del bote, que interpela al Hemingway alter ego y narrador, con el apelativo de Capitán:
Capitán, ¿quieres alquilarla un mes más? El era el propietario del Anita y la rentaba por diez dólares diarios. El precio estándar de entonces eran treinta y cinco. Si tu quieres puedo rebajártelo a 9.”(…) Acepto, le dije, y pescamos por otro mes. Ya teníamos cuarenta y dos marlines, pero para entonces los grandes no habían llegado todavía(7)
El relato está centrado como el lector puede ya barruntar en la demanda siempre insatisfecha de un verdadero trofeo, de entre los más grandes y escurridizos marlines, siempre difíciles de conseguir, y que muchas veces, tal y como sucede en este relato terminaban en rotundos fracasos.

Hay una evidencia de una de tales empresas fallidas muy bien ilustrada por Carlos Baker en su autorizada biografía que data del año 1933.

Mas allá del Morro, el 6 de julio Ernest engancho un marlín de 750 libras. La lucha duro una hora y media y cubrió un área de unas ocho millas, en apretado y lento movimiento circular al nivel de las veinte brazas, ganando una yarda o dos de línea en cada giro. Ya había cogido un segundo aire cuando la vara se partió y perdió el pez…Ernest se encolerizo por mas de media hora. Pero su orgullo pronto volvió a su nivel. Había estado con el pez mas de lo que ninguno con menos habilidad habría durado antes de darse por vencido(8).
La anécdota, puede muy bien coincidir con la escogida por Hemingway para ilustrar este relato postergado que ahora ve la luz. Hay coincidencias en algunos detalles específicos de aquella dura jornada, en el relato también están en el mes de Julio, y los sucesos se encadenan de igual manera, aunque la ficción fije sus inevitables coordenadas:
Entonces un día soleado, con una corriente pesada y oscura(…) nos topamos con nuestro primer peje grande justo pasado el Morro(…) Carlos me sostenía por la cintura y frente a nosotros el pez estaba saltando. Lucía tan enorme como un barril de vino cuando saltaba. Era de color plateado y yo veía las franjas moradas de sus costados. Cada vez que saltaba hacía salpicaduras como un caballo saltando de una colina(…)-Es grande, dijo Carlos.-Es el marlin más grande que yo haya visto. El pez hizo su primera carrera más allá del Morro y en dirección contraria al Hotel Nacional(9).
Los detalles de tan singular batalla con aquel monstruoso espécimen que en algún minuto se nos dirá en boca del propio personaje Carlos Gutiérrez que llegaría a las novecientas libras, está cuajada de tintes muy dramáticos, que el Hemingway narrador va matizando como hábil artista, justo hasta el minute fatal en que la victoria sobre el pez se les muestra esquiva:
La próxima vez que lo vimos fue una hora y media después, más allá de Cojimar(…) El pez se movía en pequeños círculos.(…) Justo entonces el gran pez empezó a hundirse cada vez más(…) Yo sostenía al pez todo lo que podía con la vara inservible. El pez avanzó sostenidamente en su movimiento circular, y Mr. Josie recogía la línea pie a pie y se la pasaba a Carlos quien la iba anudando a la línea blanca.-Ya lo tiene atado, dijo Mr. Josie.-Córtala cuando ya estés listo, le dije a Carlos(…) Yo miraba la línea verde y al gran pez cuando Carlos cortó. Entonces escuche un agudo grito, como nunca lo oí antes. Era como si destilara todo el pesar y lo volviera un sonido. Entonces vi como la línea verde se escapaba lentamente por los dedos de Josie, y la vi hundirse cada vez más, y perderse de vista. Carlos había cortado el nudo equivocado. El pez se nos perdió de vista.-Capitán, dijo Mr Josie. El no luce muy bien. Entonces miro a su reloj-Cuatro horas y veintidós minutos, dijo(10)
El relato, más allá de esa coordenada, tiene otros momentos singulares que nos transparentan aquellos ambientes de la ciudad habanera del machadato, recorrida por las singularidades sociales que no escapaban al ojo avisor del narrador-personaje:
Éramos muy populares a lo largo del paseo marítimo, porque troceábamos nuestra captura y la regalábamos, y no más pasábamos el Morro y enfilábamos por el canal hacia el muelle de San Francisco, enarbolando nuestra presa, podíamos ver a la multitud que echaba a correr hacia el desembarcadero. La libra del pez podía venderse entre ocho y doce centavos, y en el mercado valía el doble. El día que llegamos con cinco pejes como banderas, la policía cargó contra la multitud usando sus bastones. Eso fue feo y malo. Pero era más feo y más malo aquel año en la orilla(11).
La anécdota del relato hemingwayano que sigue, sobre la repartición de toda la captura de jornada de pesca lo pone todo en contexto:
La maldita policía ahuyenta a nuestros clientes y se lleva todo el pescado-dijo Mr. Josie.-Al Diablo contigo- le dijo a un policía quien se estaba apropiando de un pedazo como de diez libras de nuestro marlin.-Yo nunca he visto antes tu fea cara- ¿Cómo te llamas? El policía le dijo su nombre.-Capitán, ¿ está anotado en el libro de compromiso-No. Aquel era donde listábamos los nombres de la gente a quienes le habíamos prometido el pescado. -Apúntalo para la semana que viene, Capitán.-Ahora, policía, vete al Diablo de aquí y apalea a cualquiera que no sea amigo nuestro. Ya he visto demasiados policías en mi vida. Vete con tu porra y tu pistola a otro sitio, aunque trabajes aquí. Finalmente el pez fue porcionado y entregado de acuerdo a nuestro libro, y el libro estaba lleno de promesas para la siguiente semana(12)
La alusión no es para nada gratuita. Hemingway conocía todos los entresijos y vaivenes del momento político. De su estancia en aquella temporada de 1933 se suman otros elementos interesantes como su cercanía al reconocido fotógrafo norteamericano Walker Evans y la anécdota de cómo Papa llevó consigo a bordo del Anita, unas fotos muy comprometedoras que el fotógrafo había hecho en la convulsa ciudad(13)

Justo para Agosto, y de nuevo en La Habana, para embarcarse a Europa, con rumbo a su primer viaje africano, fue testigo de los últimos pataleos del ya decadente régimen machadista, que caería unos días después. En Baker encontramos la oportuna alusión al hecho:
Cuando los Hemingway llegaron a La Habana el 4 de Agosto, la revolución izquierdista en contra del dictador Gerardo Machado, estaba por alcanzar rápidamente su climax (…) Los Hemingway estaban seguros en el Ambos Mundos, aunque Pauline y Jinny experimentaron un tiroteo cuando se aventuraron a salir a la calle. Las simpatías de Hemingway estaban con el pueblo cubano. El había dicho en privado que esperaba en Cristo que ellos se pudieran librar del vil tirano Machado(14)
En el decursar de la historia, volvemos a conocer de primera mano, los detalles ya explícitos de la vida del Hemingway que desde la primera vez en La Habana, pone su casa en el Ambos Mundos, cercano al muelle donde atraca, y en donde se alquila, por una bagatela.

Aquella especial habitación a la que volverá una y otra vez hasta tener su propia casa en la ciudad, y que le sirve de irreductible espacio para sus labores escriturales, las que no abandona nunca, y en las que ejercita sus horas mañaneras antes de partir a las faenas de la pesca:

Caminé por la calle adoquinada que servía de atajo al Ambos Mundos(…) Mi habitación estaba en la esquina nordeste y el viento entraba por las ventanas y la mantenía fresca. Miré desde allí los tejados de la parte antigua de la ciudad y más allá a la bahía(…)(15)
La noche es propicia para otras andanzas citadinas, y el relato las sigue explorando de boca de nuestro singular narrador y partícipe, retomando los tradicionales recorridos de aquel marinero en tierra:
Estábamos caminando por la estrecha acera de la calle Obispo, y Mr. Josie miraba las vidrieras iluminadas de las tiendas(…) Pasamos las dos últimas, (…) y empujamos la batiente puerta del antiguo Floridita. -Mejor te sientas Capitán, dijo Mr Josie.-No, prefiero estar de pie frente al bar.-Cerveza, dijo Mr. Josie.-Cerveza alemana. ¿Qué vas a tomar , Capitán?-Daiquirí helado sin azucar. Constante preparó el daiquirí y dejo suficiente en la batidora para un par extra(…)(16)
Otras alusiones a la vida nocturna habanera nos llegan en la voz del personaje de Josie, quien frecuenta otros ambientes muy hemingwayanos como la cercana Plaza de San Francisco, el Café La Perla, o el bar Donovan, todos ubicados en aquel setting que es el oportuno ambiente de la ya citada novela Tener o no Tener.
Me senté y escuché esa orquesta de mujeres en la plaza y me tome algunas cervezas, y de allí me fui al Donovan(18)
El cierre de la historia, vuelve otra vez a tener el paisaje de la ciudad, esta vez en lontananza, los impenitentes pescadores vuelven a la Corriente:
Mire a la orilla y estábamos muy distantes de un horno cercano a la playa donde el agua era muy profunda y donde la Corriente del Golfo casi llega a la orilla. Salía humo del horno y pude observar la polvareda que dejaba un camión que se movía sobre el camino de piedra. Algunos pájaros se disputaban un pedazo de carnada. Entonces escuché gritar a Carlos: ¡Marlin, Marlin(18)


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  1. Unknown Hemingway short story Pursuit As Happiness published. Alison Flood. Wed 3 Jun 2020 13.58 BST.wwwtheguardian.com/books/2020/jun/unknown-hemingway-short-story- pursuit as happiness-published.
  2. https: www.newyorker.com magazine /2020/ pursuit as happiness?fbclid/lwAR3enxju9yVj48W74DwDUEklqJgaZyfR8WB65IJKf4xEuxdqo-3r9oReqDA
  3. Citado en Ernest Hemingway o la multiplicación de los peces. www.centroonelio.cult.cunoticiaernesthemingway-o-la-multiplicaci%C3%B3n-de-los-peces
  4. Hemingway en Cuba. Norberto Fuentes. Letras Cubanas, La Habana, 1984. p.152.
  5. Ibíd. p.151
  6. Pursuit as Happiness by Ernest Hemingway. En https: www.newyorker.com magazine…Op. Cit.
  7. Ibid. Las traducciones de éste y los subsiguientes fragmentos del relato son de mi autoría.
  8. Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Scribner, NY. 1969 p.244
  9. Pursuit as Happiness by Ernest Hemingway. Op. cit.
  10. Ibíd.
  11. Ibíd.
  12. Ibíd.
  13. Véase mi trabajo sobre el particular: Hemingway y Walker Evans, amigos por una vez, en las tórridas noches habaneras de 1933
  14. En Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Scribner, NY. 1969. p.245
  15. Ibíd.
  16. Ibíd.
  17. Ibíd.
  18. Ibíd.

Wednesday, January 15, 2020

De Finca Vigía al Floridita (por Carlos A. Peón-Casas)


De Finca Vigía al Floridita:
Un viaje de Papa Hemingway por La Habana en la piel de Thomas Hudson(1)


por Carlos A. Peón-Casas


Las muchas veces de este recorrido en veinte años de su estancia habanera, no lo harían nunca trivial, y Papa Hemingway lo acabaría inmortalizando en su novela póstuma Islas en el Golfo, acaso entre sus producciones con signo tan cubano, y por sus alusiones impostergables a la ciudad habanera, que la recorren de continuo.

Y es que a no dudarlo, el personaje de Hudson, irremediable alter ego del Hemingway escritor, y que lo pone a vivir bajo su misma piel, incluso en los escenarios más personales e íntimos del narrador, habitó con largueza esos espacios, los que Hemingway acabó reproduciendo con la magnificencia de los detalles más prolijos, en la ya aludida historia del Hudson personaje, artista y hombre de acción, quien enmascara los avatares existenciales de un Hemingway, aireados a través de la novela, diez años después de su muerte.

Aquella Habana de la primera década de los cuarenta del pasado siglo XX, emerge con suspicacias, y sin retoques ni amaneramientos discursivos. Hemingway la pinta como es, en la descarnada lobreguez de sus contrastes, y la devela como en un lienzo de líneas bien trazadas con el realismo más discursivo de su prosa lapidaria.

El viaje se narra inequívocamente casi en el mismo tiempo en que la realidad del recorrido se hace evidente a bordo del automóvil que conduce al narrador y a su personaje, desde el interior de la Finca y hasta los predios habanensis del Floridita y sitios conexos.
En el automóvil Thomas Hudson y el chofer descendieron por el camino, y el chofer bajó un momento y quitó la cadena del portón(…) Avanzaron a través de la miseria de una calle lateral del pueblo y doblaron para coger la Carretera Central(2).
A partir de tal punto discurre el periplo, que le ocupará al lector el tiempo en que se leen doce páginas del texto, salpicado una y otra vez con observaciones y consideraciones que marcan ese espacio físico que, en un mapa, y medido en línea recta, ocuparía una distancia de unos diez kilómetros, un poco más en la realidad.

En un punto la carretera, luego de dejar atrás el poblado de San Francisco de Paula y “el último bar y el inmenso árbol de laurel español”(3), se tornaba cuesta abajo, y así lo sigue retratando el narrador:
La carretera corría loma abajo durante casi cinco kilómetros, bordeada por grandes árboles viejos. Había criaderos, granjas pequeñas y grandes, con decrépitas casas coloniales españolas (…) pastos ondulados, cortados por calles que terminaban en barrancos, cubiertos de hierba seca y carmelitosa por la sequía(4).
La próxima mención del recorrido ocurre a la altura de Luyanó, sin que antes se haga ninguna otra, a su paso por el proverbial parque de La Virgen del Camino.
Ahora habían pasado el puente y subían por la colina rumbo a Luyanó, donde había una vista del Cerro, hacia la izquierda, que a Thomas Hudson siempre le recordaba a Toledo(…) Luego la colina se terminó y Cuba volvió a rodearlos por ambos lados(5).
Un poco más adelante, ante un obligado paso a nivel ferroviario el auto se detiene, y Hemingway en el discurrir del fluir de la conciencia de su personaje, nos vuelve a retratar el paisaje circundante, ya a la altura del castillo de Atarés:
Más allá de las hileras de automóviles y camiones detenidos, estaba la colina con el castillo de Atarés(…) A lo lejos el humo atravesaba todo el cielo, desde las altas chimeneas de la Compañía de Electricidad de La Habana, y la carretera corría por el viejo empedrado bajo el viaducto, paralela al extremo superior del puerto, donde el agua era tan negra y grasienta como la que se bombea del fondo del tanque de un buque petrolero(6).
El paisaje que continúa en su narración es precisamente el del puerto habanero ya citado, que para entonces mostraba a esa altura su cara no más feliz:
(…) los barcos de casco de madera de la lamentable y grotesca marina mercante de tiempo de guerra, yacían contra los pilotes cubiertos de creosota de los muelles de madera; la escoria del puerto se adhería a sus costados, más negra que la creosota de los pilotes y maloliente como una cloaca sucia(…)(7)
Su aguda mirada sobre el ya lamentable y avanzado grado de contaminación de la rada habanera, le merece otra interesante perspectiva a su narración:
Este puerto, que ha sido contaminado durante trescientos o cuatrocientos años no es el mar, de todos modos. Y este puerto no está mal, cerca de la entrada. NI tampoco al lado de Casablanca(8).
El recorrido continúa, esta vez bordeando la bahía, y hasta alcanzar la calle San Isidro. La descripción de ese minuto del viaje, es sugerente por las descripciones de aquella zona de la capital, donde se aluden circunstancias muy peculiares de aquellos años cuarenta.
Había doblado por la calle San Isidro, detrás de la estación principal del ferrocarril y frente a ala entrada de los viejos muelles donde fondeaban los barcos que venían de Miami y Cayo Hueso y donde estaba la terminal de la línea aérea de la Pan American cuando aún usaban los viejos clippers(9).
De aquella barriada, pródiga en sus buenos tiempos en burdeles regentados por franceses, y poblados por muchachas de aquel país que ejercían en esos predios el “oficio más antiguo del mundo”, deja Hemingway su particular evocación, en la voz de Hudson, al transitarla aquella fría mañana:
En esa época conocía cada bar y tugurio de esa parte de la ciudad, y San Isidro había sido la gran calle de los burdeles y los muelles. Estaba muerta ahora, sin una casa que funcionara en ella, y había estado muerta desde que la cerraron y embarcaron a todas las prostitutas de regreso a Europa(…)Pero mucha gente quedó muy triste después que se fue el barco y la calle San Isidro nunca volvió a ser lo que había sido(10)
La próxima referencia del recorrido lo es otro sitio simbólico de la ciudad, el embarcadero de la emblemática “lanchita de Regla”, frente al cual desemboca el automóvil después de dejar atrás San Isidro. Sobre aquella comarca marinera el autor/personaje deja otras reflexiones que compartimos ahora con el lector:
Ahora el automóvil había salido a la calle que daba frente al mar, donde atracaba la lanchita que iba hasta Regla y los barcos costeros. El agua del puerto estaba oscura y picada, pero en el mar no se veían crestas blancas. El agua estaba demasiado turbia.(…)Mirando a través de ella vio que la bahía estaba en calma en la parte que quedaba al reparo de las colinas que coronaban Casablanca(…) donde sabía que estaba fondeado su propio barco, aunque no alcanzaba a verlo desde aquí(…)(12)
Referimos ahora, y transcribimos con toda exactitud, en animo de oportuno cierre a esta crónica rememorativa, la parte final del recorrido hasta el afamado Floridita, el sitio preferido por Papa y también por su personaje el pintor Hudson;

Lo hacemos en atención a esa amalgama de intangibles que recorre el relato, matizado de olores y colores locales que tanto impresionaban al narrador, desde la primera vez que descubrió los avatares inenarrables de aquella Habana, que lo enamoró para siempre.
Se dirigieron directamente hacia la ciudad(12) y, pasando entre almacenes y tiendas, se encontraron fuera del viento. Thomas Hudson sintió el olor de la harina, el olor de las cajas de embalaje recién abiertas, el olor del café tostado, que era una sensación más fuerte que la de un trago por la mañana, y el delicioso olor a tabaco, que se sintió más fuerte justamente antes de que el automóvil doblara a la derecha hacia el Floridita.




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  1. Un grupo de amigos, presididos por el Sr. Gaspar Muñoz López, todos amantes del cicloturismo, que desandan la capital en tan saludables andares, me piden desempolvar este interesante recorrido de Papa Hemingway, para incluirlo entre sus andanzas, por la ya cinco veces centenaria ciudad habanera. A ellos va dedicada esta crónica.
  2. Islas en el Golfo. Ernest Hemingway. Editorial Arte y Literatura. Ciudad de La Habana, 1981.p.55
  3. Ibíd.
  4. Ibíd.
  5. Ibíd. p.58
  6. Ibíd. p.59
  7. Ibíd.
  8. Ibíd. p.60
  9. Ibíd. p.64
  10. Ibíd.
  11. Ibíd. p.65
  12. Colegimos que lo hicieron por alguna calle de las que corren de este a oeste, y comunican la zona del puerto con la calle Egido, donde se ubica el famoso bar y restaurant.


Wednesday, January 8, 2020

Hemingway y la noche (por Carlos A. Peón-Casas)



Es innegable que en el Hemingway narrador hay una cierta fascinación con el signo de la noche de cariz no muy positivo, diría más bien una fobia mal curada por lo que entendemos fueron desencuentros primarios: su oscuridad y su misterio.

Una mirada muy sucinta a su obra narrativa, en particular a algunas de sus narraciones cortas, aunque igual a su obra de más peso de signo novelístico, nos descubre ese inevitable affaire, donde lo que en buena psicología se define como “terror nocturno”, emerge una y otra vez en los afanes creativos del escritor.

Tan temprano como en su narración Campamento Indio que data del año 1924, uno de los textos alusivos al personaje de Nick Adams, su clarísimo alter ego, Hemingway vuelve a recrear la anécdota que pudo ser de su niñez cuando acompañara a su padre médico en excursiones nocturnas de caza y pesca, y de paso aquel, atendía a llamadas de urgencias en medio de la noche.

El relato de marras, ilustra una de aquellas emergencias en un cercano campamento al lago Walloon, donde el doctor Adams (ahora el personaje ficcionalizado del Dr. Hemingway), debía practicar una cesárea a una joven madre india, y que termina con el subrepticio suicidio del marido de aquella, y futuro padre, que no soporta los gritos de ella durante la intervención.

Pero la historia, según nos lo relata Baker, tenía otro comienzo, un pasaje preliminar, que Hemingway decidió sesgar del que conocemos, donde un Nick todavía niño, temeroso de la oscuridad, dispara su rifle para atraer la atención de sus mayores, afanados en la pesca en el cercano lago. Al regreso de los adultos el muchacho inventa un relato fantástico de un extraño animal, una mezcla de lobo y zorro que lo acosaba desde el exterior de su tienda.
El motivo para la omisión del pasaje sigue siendo un enigma. Las explicaciones que se manejan hablan a favor del acortamiento del cuento para publicarlo en transatlantic, la revista de Ford. O podría tratarse de su nueva teoría de que algo que se omite, puede aun seguir influyendo sobre el lector como si estuviese. Podría haber decidido que los aspectos cómicos del relato del pequeño niño, suavizaba los embates de violencia en el climax doble de la historia sobre el nacimiento y la muerte. Finalmente, su decisión para la omisión se debería a que claramente era indicativo de un sentimiento de cobardía en Nick Adams, a quien planeaba desarrollar como un héroe de pelo en pecho(1)
Otro relato con unas coordenadas muy similares es “Now I Lay Me”, perteneciente a su colección Men Without Women, también con Nick Adams como protagonista, y rememorando las propias experiencias del autor en sus días en el frente italiano, y con flash backs a su infancia y sus padres en Oak Park.

El relato es la recreación de un Nick Adams insomne, la clara consecuencia de lo que hoy llamaríamos un síndrome de stress post traumático, luego de ser alcanzado, como Hemingway por el fuego de los morteros, en una trinchera italiana, en Fossalta. El hecho nunca fue olvidado por Hemingway:
Me sentí muerto entonces. Sentí mi alma o algo semejante como si saliera de mi cuerpo, como si sacara un pañuelo de seda de un bolsillo, tomándolo por una de las puntas. Se movía a mi alrededor y luego regresaba penetrando nuevamente en mí, y ya no estaba muerto…(2)
El personaje de Nick, igual que Hemingway no puede dormir de noche. Teme que al hacerlo el alma escape de su cuerpo.
Aquella noche yacía en el suelo de la habitación y oía a los gusanos de seda mientras comían…Yo no quería dormir pues había vivido con el temor de que, si cerraba mis ojos en la oscuridad y me dejaba ir, mi alma se saldría de mi cuerpo. Había sentido aquello desde que fui herido en la noche, y sentí algo salía de mí y luego regresaba(…)(3)
Para evitarlo, el insomne Nick, pasa sus noches en vela, recreando en su imaginación, interminables sesiones de pesca en los más variopintos torrentes de truchas que hubo de frecuentar desde su niñez.
Algunas veces puedo pescar en cuatro o cinco sitios diferentes durante toda la noche; comenzando tan cerca como pueda de su fuente original, y siguiendo su corriente. Cuando lo he hecho muy rápido, y no pasa el tiempo, vuelvo a comenzar desde el principio, justo donde desagua en el lago y subiendo contracorriente(4)
Otras veces, cuando “la pesca no le es posible”, reza:
una y otra vez y trato de rezar por todas las personas que he conocido en mi vida. Eso me toma un gran espacio de tiempo, pues si uno trata de recordar a toda la gente conocida (…) puedes recordar a una gran cantidad de gente. Y si rezas por todos ellos, dedicándoles un Ave María y un Padrenuestro a cada uno, esto te ocupa mucho tiempo, y finalmente puede que ya amanezca, y entonces te puedes dormir, si estuvieras en un sitio donde pudieras dormir de día(5)
Una derivación poco aireada de este relato, A Way You’ll Never Be, terminada en La Habana, en 1932, tiene otra vez a Nick por personaje. Para Baker resulta como:
una secuela-pesadilla del mismo. Hemingway luego explicó que el enigmático título aludía al calor de la Habana, que le recordaba aquel verano de Piave en 1918(6)
El joven soldado busca curarse en salud, regresando al sitio donde fuera herido, Hemingway ya lo habría hecho en 1922. En ese minuto el escenario guerrero estaba completamente difuminado. Hemingway concluiría afirmando que:
No había más que decir (…) Perseguir el ayer, es inútil, y si tienes que probarlo, regresa a tu antiguo frente(7)
La historia hurga otra vez en las derivaciones oníricas de Nick, esta vez en un claustrofóbico refugio en las mismas proximidades del sitio donde fuera herido:
(…) Algunas veces su novia estaba allí, y otras estaba con otro, y no lo podía entender., pero esas fueron las noches en que el río corría con mucha más calma y volumen del que debiera, y afuera de Fossalta había una casa baja de color amarillo (…) Esa casa significaba más que todo, y cada noche estaba allí, rodeada de sauces y un establo bajo, y había un canal, había estado allí mil veces, pero no lo había visto. Pero allí estaba tan plano como la colina, sólo esto lo atemorizaba (…) Ahora había regresado al río, había atravesado el mismo pueblo, y no estaba la casa. Tampoco estaba el río de ese modo. Entonces a dónde iba cada noche, y cuál era el peligro, y por qué despertaba empapado en sudor, y más atemorizado que cuando estuvo en un bombardeo, ¿debido a una casa, a un establo y a un canal? (…)(8)
El saldo de aquella experiencia, inevitablemente va a gravitar en otros minutos creativos hemingwayanos. Tal es el caso de su narración “Un Lugar Limpio y Bien Iluminado” que ve la luz en Scribner’s Magazine en 1933.

Pero esta vez, el hálito autobiográfico, al decir de Baker, subyace en esas alusiones “al lado no visible del mundo espiritual de Hemingway, esa pesadilla de la nada que lo acosa ocasionalmente.(9)

Esa misma nada que atenaza el alma, y que preside el discurso del personaje mas singular del relato, un camarero viejo, que busca retrasar la hora de cierre, marcado otra vez, como el ya aludido Nick Adams, por esa necesidad inevitable de “más luz” en un lugar ya suficientemente iluminado.

Hemingway pone en su boca un soliloquio altamente revelador de esa circunstancia que preside su realidad existencial, dice el viejo:
¿Es la luz, por supuesto, pero es necesario que el lugar sea limpio y agradable (…) Qué temía? No era miedo ni temor. Era una nada que el conocía muy bien. Era todo una nada y el hombre era nada también. Era sólo eso y la luz era todo lo que necesitaba y una cierta limpieza y orden.
Y esa claridad es, a no dudarlo, un leit motiv cuya recurrencia resuelve el dilema de la oscuridad, como marca del vacío y el no ser que agota y desnaturaliza, que extingue las esencias y las certezas de la existencia en sí y para sí.

Esa luz que se vuelve reparo esperanzador, y que hace la diferencia para el personaje a la hora de volver sobre sí mismo, a la soledad permanente de su cubil de insomne impenitencia, a esperar que amanezca:
Yacería en su cama, y finalmente, con las primeras luces del día, se dormiría. Después de todo, se dijo a sí mismo, es probable que sea solo insomnio. Muchos lo deben padecer(11).




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  1. Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Charles Scribner’s Sons. NY, 1969. p.127
  2. En Hemingway: Mi Casa de Cuba. Emma Pérez. Bohemia. 10 de abril de 1960.p.35
  3. Now I Lay Me. The Complete Short Stories of Ernest Hemingway. Scribner Paperback Edition. NY, 1998 p.277
  4. Ibíd.
  5. Ibíd.
  6. Ernest Hemingway. A Life Story, Op.cit, p.228
  7. Ernest Hemingway. A Life Story, Op.cit, p.94
  8. Now I Lay Me. The Complete Short Stories of Ernest Hemingway Op Cit. pp.310-11
  9. Ernest Hemingway. A Life Story, Op.cit, p.238
  10. A Clean, Well-Lighted Place. The Complete Short Stories of Ernest Hemingway. Op. Cit. p.291
  11. Ibíd.

Wednesday, September 11, 2019

Hemingway y Gary Cooper, amigos entrañables (por Carlos A. Peón-Casas)


La amistad de estos dos grandes, el primero desde sus marcas de escritor inmortal, el segundo signado por los grandes protagónicos que Hollywood produjo a perpetuidad, los vincula ciertamente por esas mismas coordenadas, la del cine y la literatura, o al menos, dicho con más precisión, por un par de versiones al cine de dos de las novelas más populares de Papa: Adiós a las Armas y Por quién doblan las campanas, donde Cooper fue muy celebrado protagonista.

La primera fue versionada prontamente en 1932, luego de ver la luz editorial en 1929, pero para tal época todavía el escritor y el actor, no se conocían personalmente.

Del hecho da fe una biografía muy reciente de Papa, firmada por Mary V. Dearborn(1), quien asegura que en lo particular a Hemingway le había disgustado la versión fílmica donde Cooper había protagonizado al joven Frederic Henry.

Baker por su parte nos recuerda que:
Hemingway tuvo a bien, ante su inconformidad por la versión fílmica de su novela Adiós a las Armas, que consideraba una verdadera abominación, enviar una declaración pública a su agente literario Max Perkins donde puntualizaba entre otras cosas su disgusto por el final feliz dado al filme que contradecía el original, e incluso por los intentos esgrimidos por los agentes publicitarios, de ensalzar su heroísmo guerrero y sus habilidades como boxeador(2).
El texto en cuestión apuntaba lo que sigue:
Mr. Hemingway (escribía él mismo), quien es un escritor de ficción, declara que estuvo en Italia durante una pequeña parte de la última guerra, esto fue así debido a que un hombre estaba menos expuesto a morir allí que en Francia. Condujo, o intentó conducir una ambulancia y se ocupó de otros asuntos menores, y nunca se vio envuelto en ninguna acción heroica. Cualquier persona cuerda sabe que un escritor no pude noquear a un peso pesado a no ser que se llame Gene Tunney. Aunque Mr. Hemingway agradece el intento publicitario de convertirlo en un personaje glamoroso como Floy Gibbons o Tony el caballo de Tom Mix, lo desaprueba, y le agradece a la gente del cine que dejen su vida privada en paz(3)
No obstante, Hemingway y Cooper, terminarían conociéndose y fundando una duradera amistad en Sun Valley, donde ambos solían concurrir a las lides de caza de la que ambos eran grandes aficionados.

Cooper había hecho ya la experiencia de un safari en Africa dos años antes que Hemingway, y de la ocasión exhibía el trofeo de sesenta animales a su favor incluyendo dos leones. Hemingway por su parte tenía a su cuenta treinta y una piezas y tres leones.

Tenían en común otras cosa, como el hecho de ser ambos conversos al catolicismo, en particular por la influencia de sus esposas(4).

En aquella primera vez en Sun Valley, Hemingway todavía estaba inmerso en la escritura de su novela Por quién doblan las campanas, pero ya las grandes casas productoras de Hollywood veían un filón en la posible adaptación de la novela al cine, y corrían ya rumores de que incluso la Paramount, visualizaba al propio Hemingway encarnando el rol de Hudson, pretendiendo que el escritor se sometiera a una prueba de pantalla(5).

Pero Hemingway desde el mismo principio, apostaba por Cooper para el papel. El actor ya había sido galardonado con un Oscar en 1941por su actuación en Sergeant York(6).

La historia fílmica vio la luz en 1943, con Cooper como protagonista en el rol de Robert Jordan, y la actriz Ingrid Bergman, caracterizando a María.

La cercanía de estos dos grandes siguió un curso regular con más de una alternancia en los predios de caza norteamericanos, cambiando el setting de Wyoming al de Idaho, en especial el de Sun Valley, donde Hemingway hubo de tener su “ultima residencia en la tierra”, antes del pistoletazo fatal.

En 1951 Gary Cooper se dio un salto hasta los predios de Finca Vigía, coincidió allí con otra multitud de invitados, Mary recuerda la ocasión, en que el actor “vino por una noche y estuvimos hablando de sus dilemas privados hasta el amanecer, y continuamos la conversación el día siguiente”(7).

Al parecer el actor confrontaba serios problemas matrimoniales, y se dice que Hemingway lo aconsejó, desde su experiencia de tres divorcios y cuatro enlaces matrimoniales, que perseverara en aquellos afectos, y apostara por la reconciliación, como así mismo sucedió.

La vida, les jugó otra coincidencia final. Ambos amigos murieron en el mismo año, con sólo una pequeña diferencia de dos meses. Cooper, de un cáncer avasallador, y Papa, como bien se sabe, por el marasmo de circunstancias físicas y mentales que lo precipitaron a aquel pistoletazo fatal.

Una anécdota recreada por Mary Dearborn, su biógrafa ya citada, alude a la ultima vez que aquellos dos amigos se saludaron vía telefónica, y que constituyó singularmente la despedida entre ambos.

El hecho sucedía en abril de 1961.
Los Hemingway y sus viejos amigos los Arnolds coincidieron para ver la edición de los Oscars de aquel año. A Gary Cooper, ya moribundo por su cáncer de próstata, se le otorgaban un premio honorario(…) Cuando el show terminó, Mary decidió llamar a los Cooper, establecida la comunicación Mary conversó con Cooper y su esposa Rocky por unos diez minutos(…) Pero Ernest sólo pudo hacerlo por unos treinta segundos, con el que fuera su entrañable compañero de cacerías, la leyenda subsiguiente dice que Cooper, a modo de despedida dijo a Hemingway: ¨Te apuesto que yo salto la cerca antes que tú¨(8)
Se sellaba allí, a no dudarlo la proximidad de aquellos dos gigantes, signada por una vida de vitalidades y sugerencias: uno en el glamoroso, pero demandante mundo del cine y la actuación, el otro desde el duro y solitario oficio del escritor, en ambos: iconos incuestionables, unidos a perpetuidad, por pasiones y sueños, y por el signo perdurable de la amistad sincera.



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  1. Ernest Hemingway. A Biography. Mary V. Dearborn. NY, 2017, p.414
  2. Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Charles Scribner’s Sons. NY, 1969. p.235
  3. Ibíd.
  4. Conversos buscadores de Dios. 12 historias de los siglos XX y XXI. Pablo J. Ginés. Madrid, 2019. p.23
  5. La Paramount compró los derechos del libro por 100.000, un record para la época. Ernest Hemingway. A Biography, op cit, p.414
  6. Ibíd. p.416
  7. How It Was. Mary Welsh Hemingway. Futura Publications. London, 1978. p.295
  8. Ernest Hemingway. A Biography. op.cit. pp. 623-624
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