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Wednesday, August 14, 2024

Cero seis tres uno uno (06311), un pedacito de un billete de la lotería de hace 80 años (por Carlos A. Peón-Casas)



Es un bello recuerdo familiar. Lo compraron mis abuelos paternos cuando nació su primer vástago en Agosto de 1941. Era parte de una costumbre que muchos en Cuba practicaban si no con asiduidad, al menos una vez al año, que bien dice el dicho que apela a la moderación en todo, que no hace daño; o cuando alguna suceso trascendental ameritara a la suerte, esa ingrata que, en el caso de loterías, rifas y otras hierbas conexas, casi nunca corresponde.


Esta reliquia familiar que ahora les comparto, corresponde a la quincuagésima parte del billete de dicho número, comprado al precio de 14 centavos y medio, y correspondiente al Sorteo No. 1257 que libró la entonces benemérita Lotería Nacional, el 16 de Agosto de 1941.

Para el curioso lector apunto sólo de paso algunos hints sobre su accionar en nuestra Isola cubensis, instituida en 1812 como fuente de rentas para el gobierno español, que se reservaba el 25 % de la venta de los billetes. Suprimida por el gobierno de ocupación norteamericano, por considerarla inmoral, no fue permitida tampoco por el gobierno de Estrada Palma, finalmente fue restablecida, con un accionar poco limpio, bajo el gobierno de José Miguel Gómez(1).

Para la época de mi relato ya tenía un estricto Reglamento, por el cual se regía la ley de la Lotería Nacional que databa del 4 de Agosto de 1923. Un extracto de aquel se hacía imprimir con todo celo en el reverso de cada fracción de billete, dato que comparto ahora con el interesado lector de estos antiguos y poco mentados avatares

Así rezaba el susodicho extracto: 
Los billetes son documentos al portador-No se pagará el billete que carezca de Escudo de Armas de la República, esté taladrado por sobrante o contenga el sello de Pagado. Únicamente se pagarán los billetes por la lista oficial autorizada por la Dirección General. No se pagarán los premios sin la entrega del billete. El derecho de cobro de premios caduca al año, contando desde el día siguiente a la celebración del sorteo.
Paro con idéntica claridad se daba al potencial agraciado de la lid mejor atendida por el pueblo llano, con todos los detalles contables de ingresos y egresos para aquel convite semanal de los sábados y que para entonces era seguido con afán por una especial transmisión radial, y luego por las ondas televisuales cuando esta hizo su llegada a Cuba una década después.

En el mismo reverso se precisaba que:
Consta este sorteo de 28. 000 billetes a 7.25 moneda nacional el entero, dividido en quinquagésimos a 14 centavos y medio cada fracción.

28.000 billetes a $7.25………………………..$ 203.000

30 % para el Tesoro y gastos………………$ 60.900

70% para Premios……………………………..$ 142. 100
La distribución de los premios se hacía constar igualmente con toda precisión, de suerte que ocho décadas después tenemos a la vista todos los detalles de aquel esperadísimo convite, que en el argot popular 

Transcribo igualmente con todas sus letras este apartado:

1 Premio de $50.000

1 Premio de $10.000

1 Premio de $5000

10 Premios de $250.00

20 Premios de $100.00

1286 Premios de $30.00

27 Premios de $600 a los tres terminales del prime premio

27 Ídem de $200 a los del segundo

27 Ídem de $100 a los del tercero.

2 Aproximaciones de$250 anterior y posterior al primer premio

2 Ídem de$100 para el segundo

2 Ídem de $55.00 para el tercero

99 Ídem de $30 a la centena del primer premio

99 Ídem de $30 para las del segundo

99 Ídem de $30 para las del tercero.

En total se otorgaban 1703 premios. Muchos apostaban a que alguno de aquellos pudieran beneficiarles. Pero entre tantos miles de sueños, pocos eran los agraciados, y las probabilidades matemáticas con su inefable accionar, dejaban a la gran mayoría, vestidos y sin bailar…

De más está decir que mis abuelos no se sacaron nada, el billete que hoy tengo en mis manos es la prueba infalible, que me ha permitido remontar aquel suceso de sus vidas que es hoy pura anécdota.




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1. En Historia de Cuba. Fernando Portuondo. Minerva. La Habana, 1953. p.587.

Wednesday, August 7, 2024

Las campanas silentes de la Soledad (por Carlos A. Peón-Casas)

Iglesia La Soledad. Año 1905.
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Iglesia La Soledad. Año 1915
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El hermoso templo dieciochesco de Nuestra Señora de la Soledad en ese proverbial y añorado entramado Puerto Príncipeño, fue dotado en un minuto del recién estrenado siglo XX por unas campanas que nunca sonaron.

La mudez fue proverbial ante el deseo ardiente de los agramontinos acostumbrados a aquella innumerable algarabía de tanto bronces sonoros desde los realzados campanarios en tan corto espacio citadino.

A las campanas aludidas regaladas a la ciudad, y a la prominente Iglesia de la Soledad, por un prohombre de señaladas proezas: William Van Horne, quien trajera a la otrora villa las paralelas del primer ferrocarril nacional, y se avecinara finalmente a la orilla del Hatibonico, les faltaron un mecanismo o aditamento para hacerlas repicar, que las hizo mudas para siempre.

La historiadora norteamericana Irene Wright nos legaría su versión de los hechos en una elocuente y deliciosa crónica con motivo de una visita suya a la otrora ciudad del Príncipe:
Sir William, según entendí, no se había negado, y muy pronto se recibió un gran embalaje cuyo destinatario era la Iglesia de La Soledad. Al desempaquetarlo, aparecieron a la vista unas espléndidas campanas, regalo de Sir William(…) Las campanas habían costado unos cuantos miles de dólares; son sin duda de última generación, maravillosas y de sonido muy dulce, pero nadie podía hacerlas sonar. La Merced alardea de su pintura exterior, la Soledad no está conforme con sus campanas silentes. Se le había pedido a Sir William que mandara quien pudiera hacerse cargo del asunto pero nadie vino finalmente a componerlas (….)(1)
Pasaron los años, y un águila sobre el mar, y el imponente campanario de la Soledad acomoda aún a las portentosas campanas en su mudez grandilocuente.

Aunque si este escribidor no puede recordarlo mejor, la razón de la mudez pudo haber sido otra, más conectada con la integridad de la torre campanario, y los efectos físicos de la inevitable resonancia que el potente tañido de las susodichas pudiera generar, amenazando la estructura que celosamente las alberga.

Tan preclara afirmación se la escucho o creyó escucharle este cronista al eminente historiador eclesial del Camagüey y cuidador celoso por década de los valiosos libros parroquiales de la Soledad, el entrañable Enrique Palacios.

Y como se dice con toda justeza en buen italiano:  se non è vero, è ben trovato.




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Wednesday, July 31, 2024

De la historia ferroviaria en Camagüey (por Carlos A. Peón-Casas)


La foto que recreamos hoy se puede ver todavía, ya muy carcomida por el tiempo, en la casa social de los antigua Hermandad Ferroviaria, en la intersección de las calles República, y la línea del ferrocarril, local que a todas luces sobrevivió, cuando la picota hizo espacio para que el ferrocarril llegara a la ciudad allá por 1902.

La foto fue tomada en el año 1956. Se trata de un grupo de niñas, de las asiladas en el recordado Amparo de la Niñez, acompañadas por dos de las monjas que regentaban el Asilo, dispuestas para una excursión ferroviaria, en uno de los flamantes coches motores norteamericanos, los recordados Bud’s, recién llegados aquellos a la ciudad principeña. El periplo era patrocinado por otra benemerita organización de ferroviarios de la época la Legión de Honor.

A seis décadas de aquella ocasión, la foto es sin dudas, uno de tantos recuerdos que guardaran aún en su retina, las que fueron testigos del hecho; quizás la más pequeña de todas, que en brazos de uno de los patrocinadores, mira con sorpresa la fotógrafo, pueda todavía reconocerse en esta instantánea, y contar a sus nietos, la singular memoria que guarda esta ya casi irreconocible foto, en el sepia que el tiempo añade sin piedad a toda remembranza.

Wednesday, July 24, 2024

Camagüey también tuvo su Hotel Ambos Mundos. La hotelería camagüeyana en los años 30’s del siglo XX (por Carlos A. Peón-Casas)


Con menos glamour y prestancia que el habanero, más antiguo y conocido, el Hotel Ambos Mundos de Camagüey también tenía lo suyo. Ubicado en la céntrica calle de la República, en la esquina con la calle Francisquito, el inmueble que data de 1912, luce hoy su estado más deplorable; lejanos ya los días en que fuera un digno destino para los que fueron sus huéspedes de antaño.

Poco o nada sabemos de aquellos desempeños hoteleros y de “restauración”; lo cierto es que ocupaba un lugar bien visible en las coordenadas de la ciudad de los años 20’s y 30’s del ya pasado siglo XX.

Hemingway no lo conoció en su visita a la ciudad en la década del 40, claro está, que para entonces el Gran Hotel se robaba el show, y aunque se haya especulado con que el famoso escritor pernoctara en el último aquella vez, no hay evidencias que lo respalden. Quizás le hubiera llamado la atención, si hubiera remontado la calle República, algo que tampoco parece que hiciera en aquella furtiva visita de paso, de camino al Central Santa Marta, propiedad de su amigo Mayito García Menocal, acaso por aquello de que hubiera sido el Ambos Mundos habanero el sitio escogido para sus estancias de la década del 30 antes de que comprara su famosa Finca Vigía.

Justo por su frente existía otro hotel conocido: El París, hoy devenido, como hasta hace unos años el propio Ambos Mundos, habitáculo para numerosas familias en lo que es actual su segunda planta. En los bajos conocimos de pequeños la cafetería homónima, muy popular y frecuentada donde se expendían entre otros delicatesen, el ya hoy prohibitivo Helado Coppelia de 12 porcientos de grasa, una “crema” super especial que sólo hoy es adquirible en precios dolarizados, o que en su mayoría se exporta (que dicen los que saben que hasta la Reina Isabel II gusta paladearla), ¡o tempora, o mores!

El Ambos Mundos competía en sus tiempos con el rival más cercano, pero igualmente con el resto de los otros hoteles, que se acomodaban a lo largo de la céntrica calle República a saber: El Centro Gallego, el Luz, el Saratoga y el Colón, los tres primeros ya igualmente inexistentes, aunque desconocemos cuál era su ubicación exacta, y el tercero todavía en activo y localizable en el número 163 de la susodicha calle.

De todos estos sitios de alojamiento tenemos oportuna mención en una especie de guía promocional y comercial de la ciudad bajo con el título Camagüey, la provincia heroica y legendaria, editado en el año 1931 por la Cuba Atlas Company. En la ciudad de entonces se contaban más de una veintena de hoteles, repartidos por toda la ciudad, entre aquellos los de más porte como el antiguo Camagüey, el Plaza y el Isla de Cuba.

Del Ambos Mundos, sobrevive sólo el recuerdo. El edificio habitado sólo en su planta baja, donde se apiñan hoy día “timbiriches” de cuenta- propistas, amenaza ruina. La segunda planta luce los descorchados que el tiempo le ha propinado. Nada nos habla allí de aquellos tiempos en que todavía fuera un lugar de estancia para los huéspedes foráneos que visitaban la ciudad. Como para el resto de aquellos sus “competidores de rigor”, el tiempo, y otras hierbas de la familia de la desidia, han hecho valer su signo de perpetuo desbrozador y le ha ajustado las cuentas para siempre.
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Listamos para el curioso lector los que hoy ya no existen: América, Centro Alemán, Dalmau, España, Ferroviario, La Gran Vía, Habana, Inglaterra, Internacional, New York, Sevilla y Telégrafo



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Actualmente en demolición parcial.
Abril 2023. 
Fotos/Oficina del Historiador de la Ciudad 
de Camagüey.
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Wednesday, July 17, 2024

De inundaciones y sequías en el Puerto Príncipe de antaño (por Carlos A. Peón-Casas)


Releyendo con atención a uno de nuestros primeros historiadores locales, el afamado Pio Betancourt, recogido a su vez en un verdadero incunable de la historiografía cubana(1), releemos detalles singulares, poco aireados, de nuestra memoria histórica, y que con gusto compartimos con el atento lector.

Se trata de dos hechos signados por las fuerzas de la Naturaleza: una severísima inundación de uno de nuestras corrientes pluviales: el rio Hatibonico, y una sequia de proporciones catastróficas para la que fuera la vida comarcana del legendario Puerto Príncipe en lo años de 1841 y 1843, respectivamente.

La primera, acaecía el 2 de Junio de 1841, y seria al decir del historiador:
la mas calamitosa de la que había memoria del rio Hatibonico, que causo en la ciudad graves prejuicios, principalmente en el bario de la Caridad que casi fue arrasado desde la mitad contigua al puente e su nombre, por la confluencia del arroyo Juan de Toro y repletud del río(2).
El hecho que parece repetirse en el tiempo, en la ciudad que habitamos, cada vez que la lluvia se hace presente con fuerza inusitada en la cabezada del río, fue sin dudas de una magnitud singular. Sigamos escuchando el relato del bien avisado historiador:
Las corrientes se llevaron infinidad de muebles y alhajas de multitud de pobres que vivían e las inmediaciones: pero no se puede lamentar la perdida de otra persona que la de D. Carlos de Varona, cuya filantropía y valor le estimularon a auxiliara algunas afligidas mujeres que se encontraban en riesgo en sus casas, rodeadas de agua por todas partes hasta una altura extraordinaria, y se ahogo en la misma calle(3).
El segundo suceso, esta vez de signo contrario: la escasez de lluvias en la otrora ciudad y regiones circundantes, un hecho tampoco fortuito en una u otra época, fue en palabras del cronista: “la más terrible seca de que hay memoria…pues ni aun hubo formal primavera”(4).

Un hecho de tal magnitud tendría consecuencias desastrosas para la economía de la región, afectando su normal desenvolvimiento, así nos lo sigue rememorando nuestro primer cronista:
La mortandad de animales ha sido extraordinaria, y lastimosa, pudiéndose calcular que ha muerto por lo menos, la tercera parte de los que había: se agotaron no solo las aguadas artificiales, todas las de la ciudad, sino también los manantiales, y los ríos de ella y de la jurisdicción se secaron o cortaron(5).
Sin dudas dos momentos de nefasto signo para la otrora comarca, donde las imprevisibles fuerzas desencadenadas de la naturaleza hicieron sentir sus perniciosos efectos sobre aquella comarca siempre antológica “de sombreros y pastores’’.


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  1. Los Tres Primeros Historiadores de la Isla de Cuba. Cowley y Pego (Edit) Habana, 1877. (Versión digitalizada)
  2. Ibid. Historia de Puerto Príncipe. Tomas Pio Betancourt. p.562
  3. Ibid.
  4. Ibid. p.562
  5. Ibid. p.563

Wednesday, July 10, 2024

Francisco Alejandro (Francois) Agramonte y Zayas, el primo mártir del Mayor (por Carlos A. Peón-Casas)


Las hazañas de este joven mártir son poco o casi nada conocidas entre los camagüeyanos. Ni los más añosos y bien enterados han podido darme referencias de su impronta en los anales que referencian la Guerra Grande, muchas veces ninguneados, con o sin manifiesta intención por los historiadores de este minuto.

Nacido en Santiago de Cuba, era hijo de Don Francisco Agramonte, abogado principeño afincado en aquellas tierras orientales, de quien el propio Martí sabría pronunciar frases laudatorias, con motivo de su fallecimiento, por su eminente participación en los hechos revolucionarios agenciados por la emigración cubana en Nueva York, donde fallecería, decía así el Apóstol:
Acaba de morir ya muy anciano, el abogado principeño que iba todos los días, a eso de las diez, a ver, lleno el de canas al joven que no quería generales pudridores en los negocios de su tierra. Patria recuerda agradecida a Don Francisco Agramonte(1)
Con sólo nueve años, el niño Francisco Alejandro era enviado por su padre a Francia, para proporcionarle la mejor instrucción posible. Ya con trece años, volvió a reunirse con su familia, por entonces residentes en Barcelona. Completaría luego su formación en Alemania. Justo después volvería reunirse con su familia esta vez afincada en Nueva York, que prestaba ya sus mejores esfuerzos a los preparativos de la asonada independentista de 1868.

Alejado de su amada patria desde los nueve años, conseguiría su más caro anhelo de regresar a Cuba enrolándose en cinco expediciones, cuatro de ellas fallidas. A las tierras cubanas logró llegar finalmente con el Mayor General Eduardo Álvarez de quien fungiera como ayudante.

Luego del desembarco, cayó prisionero de los españoles en el combate de Jarico, junto al antiguo catedrático del Instituto de Camagüey, Don Eladio Fernández, y al teniente Agüero. Juzgado sumariamente fue condenado a muerte, aunque según acota Agramonte en su artículo ya citado:
las cualidades excepcionales que adornaban al prisionero de veinte años de edad, su esmerada educación en centros europeos, lo infrangible de su amor patrio y su ejecutoria de soldado abnegado e irreductible, llamaron poderosamente la atención de la Oficialidad española y ofrecieron conservarle la vida solo a cambio de dar su palabra de honor de de no empuñar de nuevo las armas contra España. Tal promesa de fidelidad la rehusó con incomparable altivez…(2)
Tal y como lo recogieron su tres últimas cartas de despedida a sus padre, su máxima aspiración hubiera sido haber combatido al lado de su primo el Bayardo. Su muerte, por fusilamiento, acaecida coincidentemente en el Fuerte de Jimaguayú, ocurría el 25 de diciembre de 1870.



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1. En Francois, Mártir de Jimaguayú por Roberto Agramonte. Bohemia. Año 42. No. 21. La Habana. Mayo 21 de 1950. p.74
2. Ibíd. p. 207

Monday, July 8, 2024

A los colegas...


Ruego a los hacedores de páginas web que reproducen textos publicados en "Gaspar, El Lugareño", que no lo hagan. Si la falta de contenido, la suplen de esta manera, al menos den el crédito y aclaren "Texto tomado del blog Gaspar, El Lugareño". Si utilizan fragmentos, recuerden que deben citar la fuente. (JEM)

Wednesday, July 3, 2024

Otra vez Severo Sarduy: "Poema a la enredadera". "El Camagüeyano", 1954. (por Carlos A. Peón-Casas)

Severo Sarduy, año 1955.
Foto cortesía de Oneyda González(1).
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Se trata de uno de esos poemas de juventud del bardo del Camagüey que devino una celebridad mundial en el intenso y frecuentado espectro de la ficción, cuando puso mar por medio, y se exilio en Francia a principios del penúltimo proceso revolucionario cubano.

Este poema data posiblemente de sus años de estudiante en el entonces Bachillerato de la ciudad donde eran sus compañeros de aula otros nombres que con el tiempo también habitaron el recinto intocable de la literatura de Cuba y de más allá.

Resalto este texto precisamente por provenir de una etapa de juventud donde por necesidad el emulo de escritor es por inevitable necesidad un poeta.

Intimo y nostálgico, el poema se “enreda” en el alma del rimador y promete ser ese renuevo imposible, ajeno a verdores de otros sueños y espacios, reticencia y olvido; premoniciones de un acaso que está apostando por su inevitable nulidad.

Dos cuartetos y dos tercetos con el mejor metro octosílabo son suficientes. El rimador deja la fluidez del verso hacer el resto. El lector se apropiará del guiño del poeta y lo hará suyo. Para bien, siempre para mejor…

Siete décadas después de creado este texto recobra sentido. Al menos lo tiene para este también humilde poeta que lo saborea ahora en su lejana condición de exiliado, con la nostalgia de una ciudad perdida en los marasmos y las blasfemias…



Poema a la enredadera

¡Qué triste, seca y enferma
se encuentra la enredadera!
Sus hojas desclazas ruedan
llorando por las paredes.

Papá quiere darle vuelta 
a todo el patio con ella
y a mí me gusta la idea.

Aunque en mi interior yo sepa
que ya en el mundo no queda
quien pueda reverdecerla...!


Severo Sarduy
El Camagüeyano. Enero 7, 1954.

El poema ha sido tomado de:
Severo Sarduy en Cuba, 1953-1961. Compilación, prólogo y notas. CiraRomero. Editorial Oriente, Santigo de Cuba, 2007.


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1. Foto de Severo Sarduy publicada en el libro de graduados del Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey en el año 1955. Pertenece a los fondos del Archivo personal del abogado Reynaldo Payarés Suárez (epd).

Esta foto fue la que se utilizó para hacer el dibujo de la cubierta del libro Severo Sarduy: escrito sobre un rostro. Camagüey, Editorial Acana (2003).

Agradezco a Oneyda González el envío de esta foto para publicarla en el blog Gaspar, El Lugareño. Ver Severo adolescente.




Thursday, June 27, 2024

Graduación de la Escuela Profesional de Comercio "Cándido Gónzalez" de Camagüey, en el "Teatro Alcázar". Año 1959.

 

Agradezco al amigo José Caymares por compartir con los lectores del blog, esta foto de la graduación de la Escuela de Comercio de Camagüey, en la que aparece su mamá Gloria Marrero Febres. Foto publicada en el periódico Adelante, el 27 de noviembre de 1959. (JEM)

Wednesday, June 26, 2024

Un violinista desconocido del Camagüey (por Carlos A. Peón-Casas)


José Mercedes y Betancourt era su nombre, que quizás no diría nada a quienes no hayan tenido la suerte de hurgar en los pasajes poco recorridos de la respetable cultura del Puerto del Príncipe del diecinueve.

Pero, ya para cuando Francisco Calcagno, escribió su muy bien poblado Diccionario Biográfico Cubano, en 1878, aparecía registrado entre las figuras más descollantes de la cultura nacional y local.

Era mulato, pero su humilde origen no impidió que según lo sigue relatando Calcagno llegara a ser: “profesor de música y director muchos años de la orquesta de aquella ciudad, que se titulaba Santa Isabel".

Su vida fue corta, pero no fue esto óbice para que se le conociera, no solo en la Habana de su tiempo, sino acaso en otros sitios de la geografía cubana de entonces, a las que concurrió en calidad de ejecutante y director.

Para 1861, luego de ser el centro de la atención en los salones del Liceo Artístico y Literario de la Habana, publicó una importante colección de sus producciones musicales que incluían las por entonces sus muy populares danzas cubanas, pero igualmente otros géneros musicales, en los que había incursionado con igual éxito.

Bajo el título de Ecos del Tínima, aparecerían aquellas, que dedicó en su minuto a la Condesa de San Antonio, esposa del entonces Gobernador General de la Isla de Cuba, el general Serrano.

Su deceso ocurrió un poco después, en su Puerto Príncipe natal, el 22 de febrero de 1866. Calgagno que no señala su fecha de nacimiento, si aclara que murió joven, y cita a su vez, la nota necrológica, que nos sirve de cierre y, que aparecida en El Fanal de Puerto Príncipe, daba cuenta del infausto suceso:
El carácter humilde y amable de José Mercedes le había granjeado muchas simpatías ene esta ciudad, y su muerte ha sido generalmente sentida.

Wednesday, June 12, 2024

Del bar de mi abuelo en la antigua Plaza de la Caridad. Una estampa de diciembre de 1959 (por Carlos A. Peón-Casas)


Se llamaba San Antonio, y fue su última propiedad en Camaguey. Antes lo había sido del Hotel Europa, junto a Riestra, amigo y socio, durante la década de los cuarenta y principios de los cincuenta, y que entonces compartía edificio con el afamado Plaza, justo frente a la terminal de trenes de la ciudad agramontina. Hoy día, parte la cafeteria del segundo citado.

El San Antonio era un sitio verdaderamente cosmopolita, ubicado a la mano derecha de la entrada principal de la antigua Plaza, justo por la Carretera Central, donde hoy ubicamos el Mercado de la Caridad, y que hasta pocos años atrás, albergara una conocida industria procesadora de pescados.

El abuelo fungía allí no solo como propietario, sino como atento bar tender, ayudado por mi padre, y también cocinero de altísimos quilates, preparando platos tan enjundiosos, y dignos entonces de un restaurant gourmet con un menú bien especiado

Dígase por ejemplo: un arroz con jicotea, o las sabrosisimas ancas de rana empanadas, inencontrables en otro sitio, y plato mayor de la casa, y hasta un platillo bien especial y raro: un majá de Santa María en un fricasé esplendido, aderezado “con todos los hierros”, y que solo cocinó una vez, para satisfacer a unos comensales muy particulares, que le trajeron el raro especimen desde el aserradero Agramonte,, luego de ser trucidado dentro de un monumental palo del monte.

Pero la estampa que hoy recreo fue un hecho delictivo que aireo la prensa local, y que tuvo por scenario el bar de abuelo. El susodicho reporte lo encontré por esos azares de la vida, en un añoso periódico Adelante, con fecha 24 de Diciembre de 1959, justo en la página de sucesos de signo policial, tan popular en cualquier diario de la época.

El titular no podía ser más original: Usando Lazo Hurtó Botella de Licor de un Bar, y el desarrollo de la noticia, no podía lucir más rocambolesco, y hasta con un aire de festinada tragicomedia epocal.

Así decía la nota:
Al menor René González Jiménez de 15 años de edad, vecino de Lugareño 3, fue detenido y acusado de robar una botella de licor en el bar San Antonio, en el Mercado de Abasto de La Caridad y propiedad de Nicolás Peón.
González había colocado un lazo en un palo de escoba y de ese modo sustrajo la botella, que fue ocupada en una cafeteria donde la dejó a guardar.(1)

El tan elaborado robo, del que el abuelo no hizo jamás ninguna mención, ni queda recuerdo alguno en la familia, tuvo que haber acaecido cuando el bar estaba cerrado, si se entiende que quedaba protegido en tal minuto por un enrejado exterior, a través del cual aquel muchachón, intentó alegrar con muy malas mañas, su fiesta navideña, con aquella botella, a saber si de Bacardí, o Ron Castillo, o hasta del muy gustado brandy Tres Medallas, cualquiera de aquellos espíritus que el abuelo expendía a los no pocos parroquianos de su establecimiento a un precio por entonces irrisorio.



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  1. Adelante. Camagüey, jueves 24 de diciembre de 1959- Año de la Liberación. p.8, columna 4, final

Wednesday, June 5, 2024

El puente de hierro sobre el Tínima (por Carlos A Peón-Casas)


La foto puede resultar novedosa para muchos camagüeyanos, quienes sin embrago han circulado alguna vez por el sitio en algún tren presuroso por ganar la otrora ciudad principeña, o en sentido contrario camino al occidente del país. 

Se trata de un puente de duro hierro, de muy corta luz, tendido sobre el río Tínima, que discurre hacia al suroeste con menguada corriente en tiempos de seca, y un poco más animado por las aguas primaverales. 

Su construcción se hizo imprescindible para que el camino de hierro llegara a la ciudad agramontina allá por 1902. La instantánea recoge algún minuto de aquel suceso cuando la estructura ya estaba consolidada sobre sus sólidos cimientos y dejaba expedita la vía para los primeros convoyes que hicieron el recorrido provenientes de Santa Clara, con pasada por Camagüey y de camino a Santiago.

Allí está todavía el precitado viaducto. Tiene ya la edad provecta, pero la estructura resiste todavía el paso de uno que otro tren de carga, y de los muy pocos que hacen el servicio de pasajeros, que van y vienen de oriente a occidente y viceversa un día sí y otro tampoco….

La añeja estructura recuerda mejores tiempos cuando el flujo de mercaderías y pasajeros que provenientes de la ciudad le pasaban raudos por encima, sumaban más de cuarenta al día, sin contar los que venían en sentido contrario.

Alguna que otra vez he caminado con mis pequeños retoños hasta el sitio de marras, para que los pequeñines se entretengan tirando, desde los bordes del centenario pasadero alguna que otra china pelona a la menguada corriente. Muchos son los actuales citadinos que lo cruzan en una y otra dirección, para ganar los arrabales de la ciudad donde proliferan más de un barrio marginal a las orillas de la vía férrea, o para llegar un poco más lejos. 

Allí sigue impertérrito el añoso puente de hierro. Los trenes siguen dando un pitido prolongado cuando lo cruzan, remedando el añejo aviso de su pronta entrada a la cercana estación camagüeyana.

Wednesday, May 15, 2024

Noticias de Puerto Príncipe en el "Diario de la Marina" del 5 de Septiembre de 1844. (por Carlos A Peón-Casas)


Una añosa publicación del Diario de la Marina, tan peninsular y habanero como se pudiera, recogía estos interesantes apuntes que tomaba de su coterráneo informativo El Fanal, de amplia tirada local, y que hoy recreamos para el curioso lector.

Agosto mes del verano de aquel año era propicio a las fiebres continuas remitentes entre los pobladores de la antigua porción camagüeyanensis, sus síntomas eran variopintos, y a veces resultaban nefastos.

El diario mentaba otros pormneores del estado sanitario de la ciudad donde otras afecciones como la disentería o la temible “viruela verdadera”, junto a casos de tétanos, amigdalitis y hasta escarlatina, se reportaban entre los vecinos de la otrora ciudad de entre ríos.

Pero entre tantas, una afección tan común y siempre molesta como la colitis diarreica, campeaba por sus respetos. Al parecer la causa del problema estribaba en lo que el redacor calificaba como :
la constitución atmósferica que se ha notado reinar desde el mes prócsimo hasta la fecha... pues aquella ha sido siempre cálida y seca, y las aguas tan escasas que no alcanzan a refrescar la temperatura, ni de consiguiente apaciguan los soles tan fuertes de la estación.
La explicación para cualquier camagüeyano rellollo, denotaba ciertamente el calor abrasador de los agostos tierra adentro, los ríos reducidos a meros hilos de agua, y quizás excusa perfecta para llegar hasta el lejano mar en busca de consuelo a la canícula más insoportable.

En otro aparte informativo se hacía constar de la llegada a la ciudad de la segunda máquina de vapor en la jurisdicción, destinada al ingenio Atalaya de los Señores Anglada, Ribas y compañía. Procedía de Nueva York y desembarcaba en el puerto de Nuevitas a bordo del California.

En verdad ya no era noticia la presencia entre los camagüeyanos de aquellla potente maquina de progreso. Un poco antes en el propio año, había llegado la primera para para trabajar las minas de D. Jorge Ditson en el cercano villorio minero de Bayatabo, y ya en operación desde finales de aquel Junio de 1844.

Junto al dato se consignaba la presencia de varias Compañías Anónimas que “se han realizado en el país para la elaboración de las minas y prosiguen sus trabajos con orden y actividad”. Paralelo a ello, se hacía notar la presencia de una fundición para beneficiar los minerales en hasta tres nuevas minas en el citado distrito de Bayatabo, en el area del cercano poblado de Las Minas.

La llegada de una tercera máquina de vapor se conectaba con la ya casi inminente puesta a punto del ferrocarril de la ciudad a Nuevitas, obra que anunciaban como para inaugurarse antes del cierre de aquel año. Para entonces daban por seguro que estaba asegurada toda la línea de ferrocarril hasta Puerto Príncipe.

Tuesday, May 7, 2024

Team de basketball femenino del Club Atlético de Camagüey. Año 1929


"Team de basketball femenino del Club Atlético de Camagüey vencedor sobre las "girls" del Tennis Club, en el campeonato por la Copa X, donada por nuestro colega 'El Camagüeyano" En primera fila, de izquierda a derecha las señoritas Margot Nogueras, Cecilia de Quesada y Diamantina Muñiz. En segunda fila, Lola Agramonte, Gloria Luaces, Alicia Ronquillo, María Demestre y Srta. Cabañas. A la izquierda el coach Muñiz. Foto Godknows." (Carteles. Mayo 1929)

Sunday, May 5, 2024

(Miami) Invitan a la celebración del centenario del nacimiento del Siervo de Dios Mons. Adolfo Rodríguez

Mons. Adolfo Rodríguez
(Abril 9, 1924- Mayo 9, 2003)
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El domingo 19 de mayo, a las 3 p.m., el P. Ernesto Pacheco, Vicario General de la Arquidiócesis de Camaguey, presidirá la Eucaristía en la Ermita de la Caridad.

Seguidamente,  se invita a un encuentro en el salón P. Félix Varela, con Sor Beatriz Chune, Superiora de la Orden de las Hermanas Camelianas en Camagüey, Directora del Hogar de Ancianos Monseñor Adolfo Rodríguez Herrera. 

Los asistentes podrán disfrutar de un refrigerio.

Unámonos en oración por Cuba al celebrar el Centenario de nuestro querido Mons. Adolfo.

Camagüeyanos Católicos, Inc.




Domingo, mayo 19, a las 3. 00 p.m.
Ermita de la Caridad
3609 South Miami Avenue
Miami, FL 33133
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Ver Mons. Adolfo Rodríguez, en el blog

Thursday, May 2, 2024

La Causa del padre Martínez (por María del Carmen Muzio)

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Cuando inexplicablemente María Vera pronosticó un baño de sangre para Cuba y un hombre que hablaba mucho, el padre Pastor primero y luego el padre Martínez, contrario a un grupo de incrédulos, entre ellos el propio obispo, hicieron de la beatificación de la santa mujer, la Causa de su vida.

Esta historia que, simula una de tantas sobre la santidad, ha sido el pretexto tomado por Roberto Méndez Martínez (Camaguey, 1958) para su novela histórica Y después de este destierro. Como es conocido por los amantes del género, las novelas históricas disfrutan el privilegio de contarnos una ficción –que linda con lo real– en el estilo y amenidad del que, en ocasiones, carecen los libros de historia. Desde Alejandro Dumas o Benito Pérez Galdós por citar solo dos ejemplos, el género posee una mayoritaria opinión a su favor.

Y en especial, cuando el tema escogido ha sido poco o casi nada abordado, la obra adquiere mayor connotación: así sucede con Y después de este destierro por Ediciones Universal, Miami, 2023.

La historia de la religión en Cuba no aparece, hasta el momento, en casi ninguna obra narrativa cubana, y cuando lo logra, es de soslayo o para demeritarla. Recuérdese El Milagro de Miguel de Carrión.

Y después de este destierro tiene la virtud, no sólo de ofrecernos un gran mosaico de la fe católica cubana, desde los primeros años de la República, hasta la expulsión de los religiosos en el barco Covadonga; entre ellos, por equivocación, el padre Martínez, ardiente defensor de la Causa de María Vera.

Su autor entrelaza una muy creíble fábula donde aparecen el padre Pastor y el padre Martínez, la propia visionaria de María, el logrado personaje de su hermana Elvira y lo mismo el médico Carlos Finlay que el poeta Agustín Aosta. Y estos son algunos de los que aparecen a lo largo de los años y las vicisitudes del país. Cada uno de estos personajes ofrece parte de la narración en su propia voz; con lo que se crea una melodiosa sinfonía en genial contrapunto entre ellos mismos.

Desde su comienzo, con hábil maestría, logra inmiscuirnos en su bien tejida tela de araña donde el lector queda atrapado hasta la última hebra de la madeja tan bien tejida por el autor. La obra inicia con el padre Martínez recorriendo, en perenne angustia, las calle habaneras con sus papeles bajo el brazo, mientras una multitud pide paredón para los curas; y luego, de inmediato nos lleva a los primeros años de la República para al final, volvernos a llevar adonde nos dejó inquietos y curiosos.

Los siete capítulos poseen sugerentes títulos como “Sagrado Corazón” o “La curación del endemoniado.” Se disfrutan pasajes memorables con la sonrisa o la carcajada: la tertulia en que Elvira canta el cuplé “Polichinela”; o con lágrimas en los ojos por la ingenuidad del padre Martínez en Roma que nos deja la nostalgia de lo perdido.

Realmente, los sucesos de María Vera transcurren de 1908 a 1928, año en que muere ya consagrada como Hija de la Caridad. Y a pesar de convertirse en el hilo central, no es el principal personaje femenino. Su hermana Elvira, ya mencionada, también tiene sus visiones; las devotas Antonia y Ofelia, amigas y auxiliares de los sacerdotes.

Asimismo el novelista narra una etapa cruenta de la vida española con la ida del padre Martínez de visita a España y resulta testigo incuestionable junto al padre Pastor. Debido al amplio mosaico de personajes con sus voces propias se hace difícil enumerar a todos los que atraviesan las alrededor de quinientas páginas. También es de resaltar las descripciones de lugares y objetos con ciertos alientos casaliano, carpenteriano y lezamiano como huellas nutrientes de su propio discurso.

Cuando se termina de leer la novela se lamenta que el escritor no haya, además, realizado un ensayo investigativo sobre toda la documentación acumulada, para no dejar vacías las existencias en esa zona de nuestra historia. No obstante, nos adentramos en unos álgidos momentos, –con sus dudas, añoranzas, y temores–. que nos regala su autor mediante una exquisita prosa, dominio del lenguaje y profundo conocimiento.



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Ver en el blog



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María del Carmen Muzio Zarranz (La Habana, 1947). Tiene publicadas las novelas El camafeo negro (1989), Sonata para un espía (1990), La Cuarta Versión (2000) y Dios no te va a entender (2015), así como los ensayos Andrés Quimbisa (2001), María Luisa Milanés: el suicidio de una época (2005) y el libro de cuentos para niñosLos perros van al cielo (2004). Ha merecido varios galardones y reconocimientos entre los que destacan su mención en el Concurso Internacional Relato Policial, Semana Negra, Gijón, España (2002) y la del centro “Juan Marinello” por su ensayo sociocultural sobre la figura de Andrés Petit.

Tuesday, April 30, 2024

Una vez desfilé

Esta foto tomada de Facebook, es para ilustrar la Avenida de la Caridad, no está relacionada con el Primero de Mayo.
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Eramos cuatro o cinco (estaba cuando aquello en el Pre), fuimos pa la Avenida de la Caridad, que era por donde se desfilaba en los mediaos de los 80s, recogimos del piso unas pencas de arecas y un cartel que decía "Viva el Primero de Mayo", nos metimos between dos bloques y desfilamos así independientes.

Intentaron sacarnos, pero saludando y sonriendo, atravesamos la Plaza de la Caridad, no supieron como presentarnos por los altavoces, nos fuimos riendo, y pa los termos de cerveza, luego el arroz con pollo, ...

Otro Primero de Mayo que me acerqué a la Avenida de la Caridad, fue para comprar las entradas pa un concierto de Alberto Cortéz en el (difunto) Teatro Alkázar. Recuerdo que mientras luchaba en el molote de la taquilla, a mi espalda, el "pueblo combatiente" desfilaba al son de las consignas En la noche, bañao y perfumao, con la novia de la mano, disfruté de ese magnifico concierto.

No tengo más experiencias de Primeros de Mayo. (JEM)

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Alberto Cortez. "Castillos en el Aire".
Esta es la canción que más recuerdo, de su concierto en Camagüey. La manera en que la interpretó en aquella ocasión, fue superior a la que se puede apreciar en este video.

Wednesday, April 24, 2024

De la crónica roja en el Camagüey de 1959 (por Carlos A. Peón-Casas)



Noticias de la crónica roja en un periódico
 El Camagüeyano de febrero de 1959


por Carlos A. Peón Casas.

Lo que leemos a tanta distancia de aquellos sucesos, en la por entonces muy popular sección del tipo de crónica roja, en la prensa local de aquel Camagüey tan lejano; nos viene a confirmar, nuestra convicción de que siempre se han cocido habas, en una y otra época, y que sucesos de tal tenor, han ocurrido continuamente, con la excepción de que hoy son solamente aireados por la vox populi, que casi siempre es vox Dei, como dice el latinazgo.

Los hechos recogidos aquel día iban desde una pedrada que le propinaron a un señor en el reparto Buenos Aires, al caso de un anciano airado, con signos de embriaguez, que blandió su bastón sobre un muchacho en la esquina de República y San Martín; o la historia de un viajero que al bajarse de un ómnibus Santiago-Habana en Florida reclamó un equipaje que no le pertenecía donde se guardaban trescientos pesos y otros objetos de valor.

Pero, la transgresión más singular y simpática es la que transcribo ahora: el caso de algunos lecheros de la entonces comarca que violaban las normas sanitarias en relación con el trasiego de la leche, que entonces, entregaban de puerta en puerta. 

Y dice así la nota:
El Jefe del Negociado de Abasto de Leche de la Jefatura de Salubridad, señor Gustavo Loret de Mola Jr. Dio a conocer ayer que inspectores de ese departamento habían procedido a notificara gran número de lecheros que infringieron el reglamento de abasto de leche.

Los acusados en cuestión se nombran: José Alegre Quintanilla, de Maximiliano Ramos número 185 al que ocuparon doce pomos de leche sin la retapa; Oscar Tan Nápoles, de Bembeta número 275, sorprendido cuando trasegaba leche de manera clandestina ...
La nota que continúa dando cuenta de otros transgresores, en su mayoría lecheros sin licencia, o por faltarle a los pomos la retapa, que según se me cuenta por los entendidos era una protección adicional que se adicionaba a la tapa, casi siempre de cartón, para evitar la contaminación del producto.

A tantos años de distancia, sin lecheros ya que cumplan con tan esforzada labor de ir de puerta en puerta, y con el trasiego normal del producto lácteo en su modalidad de “a granel” en carros pipas, la historia que hoy desgrano me parece ciertamente un mal chiste…sacada la cuenta de que si cualquiera aquellos involucrados en la nota del 59, fueran todavía testigos de cómo llega hoy la leche a los famosos puntos de distribución, habría que darles todavía un premio, en contraste con sus “colegas” de hoy día: famosos por “el bautizo y el trapicheo” del cada vez más escaso, pero siempre necesario, alimento. ¡O tempora, o mores!
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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