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Sunday, August 31, 2025

Gala de danza moderna y contemporánea del XXX Festival Internacional de Ballet de Miami (por Baltasar Santiago Martín)


La ya tradicional y esperada inclusión de la “Gala de danza moderna y contemporánea” en esta significativa e importante trigésima edición del Festival Internacional de Ballet de Miami, se realizó nada menos que durante cuatro días y en cuatro diferentes locaciones: el jueves 7 de agosto, en el Brickell City Center; el viernes 8 de agosto, en el Teatro Manuel Artime de la Pequeña Habana; el sábado 9 de agosto, en el Deniss C. Moss Cultural Arts Center y el domingo 10 de agosto, en el Amaturo Broward Center for the Performing Arts de Fort Lauderdale, función que fue a la que asistí en horas de la tarde.

La representación comenzó con el dueto Oír la inmensa noche, coreografía de Dayme del Toro y música de Miguel Martínez, sobre la cual se superpuso el "Poema 20" de Pablo Neruda (en el programa de mano no aparece el nombre de quien tan bien lo recita), de su libro 20 poemas de amor y una canción desesperada, que no por archiconocido deja de ser conmovedor, porque el amor y el desamor –que al final es como otro tipo de amor– nos ha tocado a todos

Patricia Ortega –con su maleta de viaje lista para su aparente huida– y Jonas Padilla como su causante, ambos de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea de la República Dominicana, dirigida artísticamente por Edmundo Poy, fueron los encargados de danzar los versos de Neruda: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche (…) Ella me quiso, a veces yo también la quería / Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos (…) Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero / Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido (…) /Aunque este sea el último dolor que ella me causa / y estos sean los últimos versos que yo le escribo”; y la verdad es que los dos lograron imbuirse del espíritu de estos versos y transmitirlos de forma muy convincente por medio de su danza.

A continuación, Sofía Téllez y Emily Rodríguez, de Cuerpo Etéreo (México), dirigido por Brisa Escobedo y Jaime Sierra, salieron a defender Rooster (que en español quiere decir Gallo, aunque no vi nada que me lo recordara), coreografiado por la propia Brisa Escobedo y música de Donovan Sierra, con la novedad del uso de lo que en Cuba llamamos una “chivichana”, para que una de las dos, acostada sobre dicho artefacto, se desplazara hasta la otra, en una especie de juego cinético al que no le hallé un sentido claro; en todo caso, que eran dos gallinas (hens) autotransportadas en vez de gallos.

Aprovecho para decir que, en general, los coreógrafos deben definir mejor qué quieren expresar con sus coreografías, porque no se trata solo de hilvanar o concatenar pasos para una música determinada, sino que deben darle al menos una lógica, un sentido, para el público que está expectante en su asiento.

Yo, confieso, prefiero los ballets con argumento, aunque la tendencia actual sea evadir esto y no contar ninguna historia, como prefería hacer el genial Balanchine –salvando las distancias– y así todo el Miami City Ballet tuvo que “desbalanchinarse” y montar los grandes clásicos, como Coppélia, Giselle y El lago de los cisnes, para atraer al público, que como yo, prefiere las historias.

Materia en tránsito –un título que creo que le hubiera venido mejor a Rooster– fue el tema siguiente de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea de la República Dominicana, coreografiado por Erick Roque y música de Diván Gattamorta, Coh y Abul Morgard, interpretado por el propio coréografo; un solo que le permitió lucir sus dotes artísticas y su ductilidad como bailarín, a la vez que su talento como coreógrafo.

Después de tanto intenso “tráfico” escénico –la “chivichana” mexicana seguida del “tránsito” dominicano–, Natalia Rocamonde, en representación del Ballet Clásico Cubano de Miami / Cuban Classical Ballet of Miami, dirigido por el Maestro Eriberto Jiménez, salió a escena para bailar Semblanzas, un solo coreografiado por ella misma, con música de David Dorantes, en que jugó muy airosa, a lo Isadora, con un largo chal negro y dejó una fresca y grata impresión en la audiencia; yo, al menos, feliz de que su largo chal no se enredara en una de las rueditas de la chivichana de Rooster y la estrangulara como a la Duncan.

Regresaron entonces al escenario del Amaturo cinco integrantes de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, de República Dominicana (en el programa dice “Patricia Ortega, Dayme del Toro, Wileydy Contreras, Jeremy Caro, Ana Espino y Wilma Lluberes”, pero solo vi en escena a cinco, no a seis, así que ellos me dirán quién de ellos faltó), para ofrecer Yo desaparezco, con coreografía de Michael Foley y un collage musical como banda sonora –de Gluck, Caldara, Poulenc, Gounod y Schubert, la voz de David Daniels (lo que escuché fue una voz de soprano o de contratenor) y Martin Katz como pianista.

En medio de la febril e intensa interacción entre las tres mujeres y los dos hombres –que me recordó la tendencia actual de las series de Netflix, sobre todo de las españolas como Élite–, los dos hombres mostraron cierta atracción sexual entre ellos, pero todo terminó con dos de las mujeres aparejadas a la izquierda, otra pareja mixta a la derecha, y el hombre sobrante en el medio; en fin, que felices esos cuatro y el pobre hombre del medio a buscar pareja en las redes sociales.

A seguidas, Ariel Morilla interpretó el solo Narciso, inspirado en el mito griego homónimo – “uno de los mitos griegos de mayor vigencia, clave en los tiempos del ego”, según palabras al respecto de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso–, con música de Nikolái Tcherepnin y coreografía de Eriberto Jiménez; un trabajo muy atractivo y logrado de Eriberto, que Morilla asumió con gran entrega y adecuada proyección escénica, por ser un personaje que se enamora de sí mismo cuando se ve reflejado en el agua de un estanque, muy bien representado en el piso del escenario por un círculo de luz, en el que finalmente se “sumergió” nuestro “Narciso” Morilla; un drama muy profundo que hasta se incorporó como adjetivo al idioma español: “narcisista”.

Ariel Morilla como Narciso. 
Foto: Ismael Requejo.
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Narciso, Caravaggio (1597-1599)
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Después de la “desaparición” de Ariel en el “estanque” de luz del escenario, hubo un adecuado intermedio, tras el cual la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, de la República Dominicana, volvió al stage con Hombres en fuga, con coreografía de Dayme del Toro y música de Ori Lichtik, Jason Charles Walker & Jeremy Mage; con Patricia Ortega, Wileydy Contreras, Jeremy Caro, Ana Espino y Wilma Lluberes, que desde mi asiento parecían todos hombres, entregados a una interesante coreografía grupal, evocadora a mi juicio de las pugnas que pueden existir aun entre amigos, pero sobre todo entre rivales, que en este caso, después de forcejear, terminaron en paz, como suele suceder en estos ambientes de barrio y/o en una valla de gallos o palenque, escenario real posible de esta propuesta.

Y para finalizar esta gala, Brisa Escobedo o Emily Rodríguez, Mayra Alarcón, Sofía Téllez, Jafet Gutiérrez y Santiago Morales, de Cuerpo Etéreo, se hicieron dueños del escenario para presentar Experimento (según ellos, “un estudio de la felicidad”), con coreografía de Jaime Sierra, codirector del ensemble azteca junto a Brisa; banda sonora y edición de la misma por Ismael Chía, que fue un colorido y exultante colofón de esta variada fiesta danzaria, con una sorprendente nube que cambiaba de color sobre sus cabezas.

Gracias, maestro Eriberto Jiménez, por tanta entrega y devoción por el ballet y el arte en general, fiel continuador del legado del inolvidable Maestro Pedro Pablo Peña.




Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO
Hialeah, 20 de agosto de 2025.

Sunday, August 24, 2025

Apollon musagète (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.

Los textos anteriores, se pueden leer en este enlace.


La obra Apollon musagète (o Apolo, el conductor de las musas, o simplemente Apollo, como se lo conoció internacionalmente), con música de Ígor Stravinsky, fue creada por George Balanchine en 1928, cuando sólo tenía 24 años, para Les Ballets Russes, donde se desempeñó como coreógrafo entre 1924 y 1929. De ese período son también El canto del ruiseñor (1925), La Pastoral (1926) y El hijo pródigo (1929). Pero fue en Apollon musagète donde Balanchine encuentra su propio lenguaje corporal, inaugurando el denominado estilo “neoclásico” o “clásico contemporáneo”.


El estreno fue el 12 de junio en el Teatro Sarah Bernhardt y la orquesta estuvo dirigida por el propio Stravinsky. La escenografía y el vestuario fueron realizados por el artista francés André Bauchant (el vestuario fue rediseñado por Coco Chanel al año siguiente). Los intérpretes el día del estreno fueron Serge Lifar como Apolo, Alice Nikitina como Terpsícore (luego alternaba con Alexandra Danilova), Lubov Tchernicheva en el rol de Calíope, Felia Doubrovska como Polimnia y Sophie Orlova como Leto, madre de Apolo.


La obra está organizada en un acto y dos escenas. Durante la primera escena se muestra el nacimiento de Apolo, hijo de Leto y Zeus. En la segunda escena se encuentra con las musas Calíope, Polimnia y Terpsícore. Apolo, considerado el dios de las artes, le concede un don a cada una de ellas, convirtiendo a Calíope en musa de la poesía épica y la elocuencia, a Polimnia en musa de la poesía lírica y a Terpsícore en musa de la danza. Ellas le realizan una demostración de su arte a Apolo (las tres variaciones femeninas), quien finalmente las conduce al monte Parnaso, donde vivirán eternamente.


El primer film que acompaña esta reseña fue creado por Irena Dodal en 1951. Esta obra cinematográfica busca ser un “poema visual”, según palabras del reconocido crítico argentino Fernando Emery. Esta película representa la primera obra consagrada (ya que participó en diferentes festivales internacionales y recibió varios premios) de una cineasta mujer en la República Argentina. Los intérpretes son Victor Ferrari (Apolo), María Ruanova (Terpsícore), Irina Borowski (Polimnia), Nélida García (Calíope), Josefina Serrano y Beatriz Ferrari (Diosas), e Isabel Admella (Leto), todos primeros bailarines y solistas del Ballet del Teatro Colón.


La segunda realización está protagonizada por Peter Martins (Apolo), Suzanne Farrell (Terpsícore), Marnee Morris (Polimnia), Karin Von Aroldingen (Calíope) y Linda Merrill (Leto). Es una filmación de la reversión que realizó el propio Balanchine, en 1968, para New York City Ballet donde se desempeñó como director, coreógrafo y maestro hasta su muerte, en 1983.




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Ver en el blog
Sobre los Ballet Russes... (por Florencia Guglielmotti)


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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).
Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com/div>

Sunday, August 17, 2025

Marius Petipa: Maestro de ballet, coreógrafo y bailarín francés (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti .

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Retrato de Marius Petipa, a los 9 años de edad,
en su debut como Savoyard, La Dansomani (1827)
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Alphonse Victor Marius Petipa, nació en Marsella, Reino de Francia, el 11 de marzo de 1818. Sus padres eran bailarines: Jean Antoine fue solista y profesor y, su madre, Victorine Grasseau, destacó en roles de carácter, como gran trágica del ballet. Fue fundamentalmente la influencia materna lo que le acercó al estudio de la danza y del violín, desde su niñez.

Marius Petipa fue un gran apasionado de las danzas tradicionales españolas, sobre todo las andaluzas, tal como lo demuestran sus ballets Don Quijote y Paquita (ballet que eligió para su presentación en San Petersburgo), ambos con fuertes reminiscencias españolas. Descolló en los pasos de carácter e introdujo a la polca en la escena del ballet.

Tras debutar en Bruselas en 1838, se perfeccionó con Auguste Vestris (bailarín francés, 1760-1842) y actuó por toda Europa como primer bailarín. Casi una década después (1847), tras haber pasado una temporada en París, decidió viajar a San Petersburgo, en donde trabajó durante 60 años. En ese período creó 55 ballets, realizó 21 ballets en colaboración y 37 coreografías para diversas óperas.
En 1858 fue nombrado maestro de baile del Ballet Imperial ruso, iniciándose su época más productiva. Aquí surgen las tres obras supremas de su carrera, todas con música de Piotr Ilich Tchaikovski: “El lago de los cisnes” (en colaboración con Lev Ivanov), “La bella durmiente” y “El Cascanueces”, que hasta el día de hoy forman parte del repertorio de todas las grandes compañías de ballet. A este período corresponden también las obras realizadas sobre partituras de Aleksandr Glazunov: “Raymonda”, “Las cuatro estaciones” y “Astucias de amor”.


El arte de Petipa estuvo marcado por el rigor técnico, la riqueza de medios y un sentido de la elegancia que huía de todo virtuosismo y de cualquier espectacularidad pomposa. Detestaba el acrobatismo de la escuela italiana y el lujo desanimado del tardío ballet francés. Intentó conservar y enriquecer la herencia romántica, llevando la tradición a sus más altos niveles. Reformó el papel del bailarín masculino y dio corporeidad diferenciada al hombre y a la mujer, de modo que se explotaran al máximo las propiedades anatómicas y enérgicas del bailarín. También, suprimió la figura del favorito (o favorita), tratando a todos con igualdad. En la redacción de sus coreografías era minucioso y científico, e iba escribiendo en una libreta las diversas evoluciones que la partitura exigía, incluyendo retratos y perfiles de las actitudes que imaginaba en los diversos personajes. El momento cúlmine de cada una de sus obras era el pas de deux entre los protagonistas, que empieza con un adagio a cargo de ambos bailarines, continua con las dos variaciones, una para ella y una para él, y acaba con un nuevo dúo, la coda, técnicamente muy exigente, que se resuelve en una pose entrelazada y estatuaria. Así pues, Petipa unió la tradición de la velocidad italiana con la herencia del elaborado adagio francés. Desde el punto de vista formal, el cambio en el rol del bailarín y la introducción del pas de deux como parte obligada de cualquier ballet, fueron los dos grandes aportes de Petitpa al mundo del ballet, además de sus maravillosas obras.





 
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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).
 
Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com

Sunday, August 10, 2025

Ballet “Les noces” (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.

Los textos anteriores, se pueden leer en este enlace.


“Les noces”, catalogada como cantata coreográfica, fue estrenada en el Théatre de la Gaîte-Lyrique de Paris, el 13 de Junio de 1923. La obra fue encargada por el empresario Sergei Diaghilev, director de los Ballet Russes, a la coreógrafa Bronislava Nijinska, quien se había reconciliado con el productor y regresado a la compañía dos años antes. El diseño de vestuario estuvo a cargo de Natalia Goncharova y la música de Igor Stravisky. En la premiere, la orquesta fue dirigida por Ernest Ansermet y la interpretación danzada fue liderada por Felia Doubrovska, Nikolai Semenov, Luvob Tchernicheva y Leon Woizikowsky, acompañados por el cuerpo de baile de los Ballet Russes.


Esta obra de Nijinska requiere de los bailarines una gran potencia muscular y versatilidad ya que se aleja de los cánones tradicionales de la danza académica, incluyendo movimientos cerrados (en dedans) y posiciones anguladas de brazos y piernas. Estas características ya se habían observado en otras obras estrenadas por la Compañía.


Esta cantata coreográfica está estructurada en un acto y cuatro escenas, en las cuales asistimos al ritual que implica una boda campesina de la antigua Rusia. En la primera escena, titulada “La bendición de la novia”, vemos a la novia rodeada de su madre y sus amigas, quienes peinan su larga trenza, mientras ella se muestra apesadumbrada por dejar la casa familiar y emprender una nueva vida. “La bendición del novio” es la escena siguiente, lo vemos a él junto a su padre y amigos, que lo ayudan a prepararse para la boda y lo felicitan, mientras los padres se lamentan porque sus hijos han dejado de ser niños. La tercera escena, “La partida de la novia”, muestra su salida de la casa familiar hacia la iglesia, donde se encontrará con el novio. Se celebra la boda y, a la salida, todos los invitados saludan a los recién casados. Finalmente, en la última escena, “El banquete de la boda”, los padres presentan a los invitados, el novio es notificado de sus responsabilidades maritales, todos beben y festejan. El novio le canta su amor a su flamante esposa y ambos se retiran hacia su habitación. 


“Les noces” fue uno de los trabajos más reconocidos de Nijinska, quien repuso la obra para los Ballet Russes de Colnel de Basil (1936), para el Royal Ballet (1966), para el Stuttgart Ballet (1974) y para la Ópera de París (1976). La obra sigue representándose en estas compañías y en otras, como el Ballet del Teatro Mariinsky.



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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". Email: florenciagu@gmail.com

Sunday, August 3, 2025

Ballet "Le jeune homme y la mort" (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.


La obra “El joven y la muerte” (tal su traducción al español del original en francés) fue estrenada el 25 de junio de 1946 en el Théâtre des Champs Élysées, París. Fue coreografiada por Roland Petit para su recientemente formado Ballets des Champs Élysées. El argumento y los vestuarios fueron creados por Jean Cocteau y la escenografía por Georges Wakhevich. La música es de J. S. Bach (Passacaglia en do menor, BWV 582, orquestado por Respighi) y los intérpretes en la ocasión fueron Nathalie Philipart y Jean Babilée.


Este ballet en un acto, está organizado en dos escenas. En la primera vemos una habitación, a la derecha un Joven descansa en una cama maltrecha. En clara actitud de espera, mira su reloj mientras fuma un cigarrillo. Se incorpora y por la puerta de la derecha aparece una Mujer. Él, confiado, va a su encuentro y ella lo rechaza. El Joven insiste pero la Mujer se burla de él y lo rechaza de forma cada vez más violenta. Finalmente, la Mujer le señala una soga anudada colgando de un poste, en el centro del escenario, y se va.


En la segunda y última escena vemos nuevamente al Joven, solo, que frente al abandono se desespera y ve en la soga su única salida. Se sube a un taburete, pasa la soga alrededor de su cuello y se ahorca. La escenografía muta, estamos ahora en los tejados de París. Aparece nuevamente la Mujer con una máscara de la muerte. El Joven desciende, ella le coloca la máscara mortuoria y lo guía hacia los tejados, perdiéndose ambos en la noche de la ciudad.


La obra causó gran impacto en su estreno y en las posteriores representaciones que se llevaron adelante en Londres (1946), Nueva York (1951) y Madrid (1958). El éxito llevó a que la obra fuera repuesta varias veces para diferentes compañías y, en consecuencia, se realizaron adaptaciones coreográficas en concordancia con las características del intérprete. Entre todas las versiones que se realizaron se destacan la que Rudolf Nureyev realizó en 1966 junto a Zizi Jeamarie, esposa de Petit, y la que Mijail Barishnikov realizó, primero con el American Ballet Theatre en 1975 y, luego, en el comienzo del film "White Nights" (1985). “El joven y la muerte” es considerada una de las obras emblemáticas de Roland Petit, junto a “Carmen”, y sigue aún vigente en los repertorios de diversas compañías.


Dos curiosidades sobre este ballet. La primera es que el autor del argumento y diseñador del vestuario, Jean Cocteau, también realizó sugerencias en la coreografía, como la inclusión de gestos cotidianos, por ejemplo mirar la hora o prender un cigarrillo, pero maximizados y exagerados para generar mayor impacto y dramatismo a la interpretación. La otra es que la coreografía se armó sobre músicas diversas, como improvisaciones de jazz, a sabiendas de que no serían las que se utilizarían; luego de creada toda la obra se decidió utilizar a Bach para la versión final. Ambas cosas podían resultar usuales en las creaciones de danza contemporánea pero representan una novedad en una obra con base en la danza académica, aunque sea en su versión neoclásica.






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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com

Sunday, July 27, 2025

Lamentation (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.


Esta creación de Martha Graham sobre la música de Zoltán Kodály (Op. 3, N° 2) fue estrenada el 8 de enero de 1930 en el Maxine Elliott's Theatre de New York. Fue en el marco de una función organizada por Dance Repertory Theatre, de la cual también participaron Doris Humphrey, Charles Weidman y Helen Tamiris, cuando se interpretó por primera vez.


En una clara diferenciación de la danza académica que imperaba hasta principios del siglo XX, Graham realiza esta obra con la intención de personificar el dolor en sí mismo. No hay desplazamientos ni grandes destrezas, es todo expresividad e interpretación. Los opuestos contracción-release, junto a las torsiones y el uso expresivo de las manos, todos característicos de lo que luego sería conocido como “técnica Graham”, están presentes en la obra.


En un escenario despojado, habitado por la intérprete que se encuentra enfundada en un tubo púrpura de jersey, sentada sobre un cubo apenas perceptible, sólo manos, pies y cabeza resultan visibles. El cuerpo, limitado en sus movimientos, intenta salir, escapar, liberarse de su prisión. Todo el dolor encerrado en un capullo.




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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com

Dimensions Dance Theatre of Miami celebra el verano a lo grande. (por Baltasar Santiago Martín)


El sábado 12 de julio de 2025 acudí al Denis C. Moss Center / Centro Denis C. Moss de la ciudad de Cuttler Bay, South Miami Dade, para presenciar el programa Summer Dances / Danzas de verano, de la compañía Dimensions Dance Theatre of Miami, fundada y dirigida artísticamente por Jennifer Kronenberg y Carlos Guerra.

La función comenzó con In Between / Entre, coreografía de Alysa Pires y música original de Adam Sakiyama, bailado por Emily Bromberg, Chloe Freytag, Ariel Morilla, Selah Oliver, Eric Paz, Rafael Ruiz-del-Rizo y Paulina Zambrana, para, según la coreógrafa, “expresar el sentimiento de estar entre dos lugares y transmitir una sensación de anhelo e inquietud”; cosa que a mi juicio es algo muy propio de la gran mayoría de los que hoy somos inmigrantes.

Rafael Ruiz, Ariel Morilla
 y Paulina Zambrana en In Between.
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Chloe Freytag en In Between.
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In Between es un trabajo que requiere, tanto del virtuosismo de cada uno de los siete integrantes en sus solos, como de una gran coordinación –para hacer otro honor al título– in between / entre ellos para los dúos y tríos, ambas pruebas que todos rebasaron y satisficieron con creces, gracias a su talento y al evidente exigente entrenamiento que reciben en la compañía para cada presentación, muy bien iluminados en esta feliz ocasión por Joshua Gumbinner y “vestidos para bailar” por Lisa Choules & Eleve Dancewear.

Tras una corta pausa, salieron a escena Chloe Freytag y Selah Oliver, para defender Confronting Genius / Genios enfrentados, con coreografía de Heath Gill, inspirada en los trabajos de Elizabeth Gilbert; música de Dustin O’Halloran, Christen Lien, Tom Waits, Niccolò Paganini y Keeno, aunque predominó por sobre esta una grabación con la voz de Jackie Nash Gill leyendo en inglés dichos trabajos, iluminada la escena por Joshua Gumbinner a partir del diseño de Joseph Walls.

“Creatividad, ingenio e innovación; ¿cuál es la fuente de las ideas brillantes de uno? ¿Quién puede decirlo? Las obras de la autora Elizabeth Gilbert proponen un concepto antiguo que podría liberar a los artistas, y en última instancia a todos, de las cadenas impuestas por las expectativas de 'genio'. Sus palabras humorísticas y conmovedoras son la fuerza impulsora detrás de Confronting Genius, que presenta una visión caprichosa sobre la relación entre una persona y sus ideas”; es el texto explicativo para este ¿ballet? que aparece en el programa digital de la función, pero, como se dice en Cuba: “Del dicho al hecho hay mucho trecho”.

Si bien la idea de coreografiar un largo parlamento en off (con breves pausas musicales) para que estas dos bailarinas lo “tradujeran” con su eficaz lenguaje corporal –y hasta facial– me pareció novedoso e interesante, lo reiterativo y repetitivo la convirtió en algo muy monótono, por lo que debe ser editada y resumida por su autor para no pecar de tan aburrida, ya que en este caso, “menos sería más”.

Chloe Freytag & Selah Oliver
 en Confronting Genius.
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A continuación, Emily Bromberg y Ariel Morilla fueron los encargados de “revivir” a Dafne y a Apolo en el ballet homónimo (invertí el orden, por aquello de “las mujeres primero”); coreografía de Ben Needham-Wood y música de Arvo Pärt, interpretada en vivo por Inesa Gegprifti (piano) y Tony Seepersad (violín), con una iluminación muy intimista firmada por Joshua Gumbinner y vestidos por Susan Roemer de S-Curve Appare; Emily completa como la recatada náyade, pero Ariel solo a medias, con su hermoso pecho apolíneo al descubierto.

Lo primero que quiero decir –y confesar a la vez– es que me encantan los ballets con argumento, con una historia, y en este caso sí la hay, y muy bella por cierto:

“Inspirado en la escultura a tamaño real de Apolo y Dafne de Gian Lorenzo Bernini en el Museo Borghese de Roma, Ben Needham-Wood ha creado una interpretación contemporánea del clásico mito de la hermosa Náyade Dafne, hija del dios río Peneo, y Apolo, el dios de la luz. Ambos han sido golpeados por las flechas de Cupido (Eros). Apolo, herido por una flecha dorada, se enamora locamente de Dafne. Sin embargo, Dafne está decidida a permanecer soltera e intocable por un hombre para siempre. Aunque siente simpatía por la situación de Apolo, ha sido golpeada por una flecha de plomo que endurece su corazón ante sus avances lujuriosos, y no desea nada más que escapar de él. Peneo, en un acto de misericordia, utiliza el poder de la metamorfosis para salvar a Dafne de la persistencia abrumadora de Apolo, transformándola en un laurel. Apolo, a su vez, impone su poder de vida eterna para hacer que las hojas del laurel sean siempre verdes, de modo que pueda capturar y aferrarse a su belleza para siempre”, texto ofrecido en inglés en el programa digital, que traduje al español para una mejor comprensión y disfrute de esta coreografía para una historia algo parecida a la de Diana y Acteón, pero sin intento de asesinato de Apolo por parte de Dafne.

Mi única objeción es que este no es un adagio de amor propiamente dicho, tal y como lo pareció para el que no conoce la historia, por lo que sugiero a Ben que enfatice que Dafne no corresponde al amoroso asedio de Apolo y que Dafne finalice el adagio estática con sus brazos como ramas de un laurel.

Por lo demás, Emily y Ariel bailaron como dioses, como si lo fueran en realidad, que ya es mucho decir.

Emily Bromberg y Ariel Morilla
 en Apolo y Dafne.
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Tras un adecuado –y necesario– intermedio, la compañía ofreció como cierre The Four Seasons / La cuatro estaciones, con coreografía de Yanis Pikieris, música de Antonio Vivaldi; diseño de luces por Joshua Gumbinner y hermosos trajes cortesía del Ballet Clásico y Moderno Municipal de Asunción, Paraguay.

“La primavera” estuvo a cargo de Chloe Freytag y Ariel Morilla, Paulina Zambrana, Andrew Larose, Robert Nicolau, Bianca Allanic, Nina Núñez, Amelia Rouff, Anette Sánchez y Francisca Santos; “El Verano”, de Emily Bromberg, Eric Paz, Bianca Allanic, Alina Besteman, Mary Oliver, Selah Oliver, Amelia Rouff y Anette Sánchez; “El otoño”, de Selah Oliver, Paulina Zambrana, Amelia Rouff, Maikel Hernández, Ariel Morilla y Rafael Ruiz-del-Rizo, mientras que “El invierno” lo calentaron Paulina Zambrana, Rafael Ruiz-del-Rizo, Emily Bromberg, Chloe Freytag, Mayrel Martínez, Selah Oliver, Maikel Hernández, Andrew Larose, Ariel Morilla y Eric Paz.

“Vibrantemente colorido y entusiasta, tanto en la coreografía como en la partitura, Las cuatro estaciones de Pikieris fue creado para y estrenado por Maximum Dance Company en 2003, con una segunda iteración presentada más tarde en Paraguay para el Ballet Clásico y Moderno Municipal de Asunción. Este tercer ‘estreno’ de la obra, en su totalidad, ha sido reimaginado y diseñado especialmente para Dimensions Dance Theatre de Miami”, así reza en el programa digital de la función, y fue justamente asi, muy colorido y vibrante, como las hermosas fotos de Simon Soong muestran a continuación, que hablan –bailan– por sí solas.

Ariel Morilla y Anette Sánchez
 en “Primavera”
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Ariel Morilla y Chloe Freytag
 en “Primavera”
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Emily Bromberg y Eric Paz en “Verano”
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Mayrel Martinez en “Verano”
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Mayrel Martínez y Maikel Hernández
 en “Verano”
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DDTM en “Invierno”
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Como ya he dicho en otras ocasiones sobre DDTM, “cuando se trata de un trabajo como este, hay que celebrar, en primer lugar, la sincronía y la uniformidad de cada pareja de bailarines, así como sus solos, lo que denota el rigor de su preparación y su compromiso con el arte de la danza, en estos tiempos –o siempre– en que el bailarín debe tener otro ingreso nada artístico, a tiempo completo o parcial, para poder pagar sus cuentas”.

Los amantes de la danza debemos agradecer siempre a Jennifer Kronenberg y a Carlos Guerra, por haber creado, mantenido y fortalecido Dimensions Dance Theatre of Miami como una muy novedosa, atractiva y exitosa oportunidad para enriquecer el universo dancístico floridano, así que concluyo mi reseña con la misma satisfacción con que regresé a mi apartamento en Hialeah esa calurosa noche de julio; ¡larga vida les deseo, queridos amigos, excelentes personas y artistas!




Baltasar Santiago Martín.
Hialeah, 24 de julio de 2025.

Fotos: Simon Soong.

Sunday, July 20, 2025

Celia Franca: bailarina y coreógrafa (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.


La bailarina británica Celia Franca, fundadora del National Ballet of Canada, nació en Londres el 25 de junio de 1921. Proveniente de una familia de origen italiano, estudió en la Guildhall School of Music y en la Royal Academy of Dance con Marie Rambert, Antony Tudor y con el maestro polaco Stanislaus Idzikovski, proveniente de los Ballets Russes de Diaghilev.

Con tan solo 16 años debutó en el Ballet Rambert y, entre 1941 y 1946, formó parte del primer cuerpo estable de Sadler's Wells Ballets, donde realizó varios roles protagónicos, como en “Hamlet” (1942) de Robert Helpmann, o cuando interpretó a la prostituta en el ballet “Miracle in the gorbals” (1944), del mismo coreógrafo, que le valió el elogio de Haskell y Beaumont, grandes críticos de la época. En 1948 viajó a Estados Unidos para sumarse al Metropolitan Ballet de Nueva York, donde se desempeñó como bailarina hasta 1950, año en el que regresó a Londres. Era una bailarina de técnica depurada y gran musicalidad, destacándose sobre todo en los papeles románticos.

Su primer trabajo coreográfico fue “Khadra”, sobre música de Sibelius, y luego “Bailemos”, con partitura de Massenet, ambas realizadas en 1946 y con excelente acogida de la crítica. En 1950 viaja a Canadá, un país donde el ballet tenía un escaso desarrollo, y en 1951 fundó el National Ballet of Canada, donde se desempeñó como directora y prima ballerina hasta 1959, año en que se retiró de la escena, pasó a desempeñarse como directora artística (hasta 1974) y fundó la National Ballet School of Canada, junto a Betty Oliphant.


Para esta compañía coreografió obras como “Cascanueces” (1964) y “La Cenicienta” (1968). Entre otras bailarinas, formó a Karen Kain, actual directora artística, quien bailó numerosas veces con Rudolf Nureyev. Una vez que la compañía se estableció y tras muchos esfuerzos, invitó a trabajar con ella al maestro Antony Tudor, quien fuera uno de sus maestros, a los coreógrafos John Cranko y Erik Bruhn, y al bailarín y coreógrafo Rudolph Nureyev.

Tras retirarse en 1974 del National Ballet of Canada, fundó su propia escuela en Ottawa, a la que se mantuvo vinculada hasta el día de su muerte, el 19 de febrero de 2007, cuando tenía 85 años.

 
 


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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).
Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com

Sunday, July 13, 2025

Sophie Maslow (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.

Los textos anteriores, se pueden leer en este enlace.


Sophie Maslow nació el 22 marzo de 1911 en New York, sus padres eran de origen ruso y de religión judía. Comenzó sus estudios de danza en el famoso Neighborhood Playhouse teniendo como maestros primero a Blanche Talmud y luego a Martha Graham y Louis Horst. En 1931 ingresó a la compañía de Martha Graham donde permaneció hasta 1940, participando en muchas de sus obras más reconocidas, como “Primitive mysteries” (1931), “American document” (1938) y “Letter to the World” (1940).

Luego de la Crisis del ’29 y con el ascenso de las luchas de los obreros por más derechos, Maslow junto a otras jóvenes bailarinas militantes y, en su mayoría, de origen judío, como Anna Sokolow y Jean Erdman, fundan el New Dance Group, que ofrecía clases de danza a bajos precios con la intención de difundir la danza moderna y, paralelamente, concientizar sobre temas sociales y fomentar la integración cultural. Es allí donde Maslow comienza su trabajo coreográfico, con obras como “Themes from a Slavic People” (1934), con música de Béla Bartók, y “Two Songs About Lenin” (1934). Marta Graham y Doris Humprey también realizaron coreografías para este grupo. En relación a su activismo político, Maslow consideraba que su trabajo estaba más inspirado en una herencia personal que en una ideología política y sostenía que su padre, un impresor socialista de Moscú, le había dado el espíritu revolucionario y la capacidad de trabajar como parte de un grupo.


Junto a Jane Dudley y William Bales conformaron el Dudley-Maslow-Bales Trio, que permaneció activo entre 1942 y 1954. Para esta compañía creó, entre otras obras, “Folksay” (1942), con canciones folclóricas de Woody Guthrie y textos de Carl Sandburg, donde evoca la vida rural norteamericana, “Champion” (1948), basada en la historia de un boxeador que haría cualquier cosa por llegar a la cima, “The village I knew” (1949), basada en historias de Sholom Aleichem, y “Manhatan celebration” (1954).

Fue miembro fundador del American Dance Festival del Connecticut College, cuya primera edición fue en 1948. Hacia 1955 forma su propio grupo, en New York, la Sophie Maslow and Company, donde las obras tienen un marcado tono político. Y en 1975, junto a Joyce Trisler, fundan la Dancecompany. Paralelamente, trabaja con otras compañías, por ejemplo con la Batsheva Dance Company de Israel, donde vuelve a montar, en 1950, “The village I knew”.


Entre sus trabajos también se incluyen "Dust Bowl Ballads" (1941), que representaba la vida de la gente de sudoeste durante la Gran Depresión, “Rain Check (1958), “Poem” (1963), “From de book of Ruth” (1964), “Neither rest nor harbor” (1969), “Touch the earth” (1973), “Such sweet Thunder” (1975), “The decathlon études” (1976) y “Woody sez” (1980), entre otros. Maslow también coreografió para el Off-Broadway, destacándose los musicales "Sandhog" (1954) y "The Big Winner" (1974), sobre un pobre sastre que gana una fortuna en la lotería.


Continuó enseñando y coreografiando, siempre en la ciudad de New York, hasta el final de su vida. El 25 de junio de 2006 Sophie Maslow falleció en Manhattan, a los 95 años, dejando una vasta obra que, si se la estudia con detenimiento, siempre sostiene aquellos preceptos que enarbolara con el New Dance Group: “La danza moderna es una arma para la transformación social”.



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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO)

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com

Sunday, July 6, 2025

Ballet “La Fuente de Bakhchisarai” (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.

Los textos anteriores, se pueden leer en este enlace.


El ballet “La Fuente de Bakhchisarai” (en ruso “Bakhchiasaraisky fontan”), considerado un poema coreográfico, fue estrenado el 20 de septiembre de 1934, en el Teatro Estatal de Ópera y Ballet de Leningrado, hoy Teatro Mariinsky. La coreografía es de Rostislav Zakharov y la música fue compuesta por Boris Asafiev. El argumento, basado en el poema homónimo de Alexander Pushkin de 1823, fue escrito por Nikolai Volkov y el diseño escenográfico y de vestuario estuvo a cargo de Valentina Khodasevich. Los roles principales estuvieron fueron interpretados por Galina Ulanova como María, Mikhail Dudko como Khan Girey y Konstantin Sergeyev como Vaslav. Respecto al rol de Zarema, fuentes confiables mencionan a Olga Iordan y a Tatiana Vecheslova como las posibles intérpretes, siendo imposible zanjar la disyuntiva.

“La Fuente de Bakhchisarai” es la primera obra de Zakharov y también la más exitosa ya que fue la base sobre la que se desarrolló el ballet dramático soviético. Éste utilizó el método de actuación de Konstantin Stanislavsky para otorgarle una caracterización más realista a los personajes. 

El Palacio Bakhchisarai realmente existe, está en Crimea, cerca de Yalta. Fue construido en el siglo XVI y ha sido destruido y reconstruido en diversas ocasiones. La fuente, que aun sigue en pie en uno de los patios, es conocida como la “Fuente de las Lágrimas”.

Esta obra se organiza argumentalmente en un prólogo, cuatro actos y un epílogo. En el prólogo vemos a Khan Ghirei sentado junto a la fuente construida a la memoria de María, abstraído, mirando las gotas caer.


Se inicia el acto primero, es el cumpleaños de María, la hija de un noble caballero polaco. El castillo está preparado para el festejo. María, junto a su prometido Vaslav, llegan al jardín, están encantados. Un explorador tártaro oculto los vigila desde un camino. Mientras tanto, los invitados salen de palacio y danzan en los jardines, encabezados por el anfitrión y su hija, María. De repente, llega el jefe de la guardia herido, trae noticias de un ataque tártaro. Inmediatamente llaman a los hombres a las armas y las mujeres se esconden en el castillo. Los polacos entablan batalla, el castillo se incendia mientras María y Vaslav tratan de huir. Sin embargo, son interceptados por Khan Ghirei que, en lucha, mata a Vaslav. Al ver a María indefensa, el Khan se acerca y, al quitarle el velo, queda cautivado con su belleza.

En el segundo acto, Khan Ghirei y sus soldados regresan al palacio de Bakhchisarai, con un suculento botín. También llegan con varias mujeres cautivas, entre ellas María. Todo el harem los recibe, incluida Zarema, la favorita. Al ver al Khan preocupado y pensativo, Zarema intenta entretenerlo pero es en vano, él está subyugado por María y ni siquiera nota la presencia de Zarema, quien entiende que él ya no la ama y se derrumba en la desesperación.


El acto tercero se desarrolla en una lujosa habitación del palacio donde, custodiada por una anciana, María languidece, un arpa es el único recuerdo de su vida anterior, en libertad y feliz. Llega Ghirei quien le implora que acepte su amor y sus riquezas, pero ella lo rechaza pues es quién mató a su novio, su familia y amigos. Ante tal negativa, el Khan sale de la habitación dejando olvidada su gorra.

Más tarde, esa misma noche, Zarema entra en la habitación. Le cuenta a María sobre su amor hacia Ghirei y le exige que lo rechace. María no comprende el apasionado discurso de Zarema. En un momento, Zarema ve la gorra del Khan en el suelo y, tomada por los celos, corre hacia María con una daga en la mano. María está preparada para morir y no ofrece resistencia. Finalmente, Zarema mata a María, sin que Ghirei pueda impedirlo.


En el patio del palacio, en el acto cuatro, Ghirei está rodeado guerreros y esclavos que vuelven de una nueva incursión, con riquezas y nuevas concubinas para el harem. Pero él está devastado por la muerte de María. Impávido le ordena a los verdugos que arrojen a Zarema desde el acantilado.


Finalmente, en el epílogo, vemos nuevamente a Ghirei sentado junto a la "Fuente de las Lágrimas". Una multitud de pensamientos pasan por su mente, reviviendo la imagen de la bella María.





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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO)

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